LIMA, 12 enero 2008 (ZENIT.org).- El 9 de enero, el cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, arzobispo de Lima, recibió la condecoración de la Orden «El Sol del Perú», en el Grado de Gran Cruz, por el Ministro de Relaciones Exteriores y Canciller de la República, embajador José Antonio García Belaunde, a nombre del Estado peruano, al conmemorarse los primeros diez años de su nombramiento como XXXII arzobispo de Lima y por su contribución a la unión y paz entre peruanos.
La ceremonia se llevó a cabo en el Palacio Torre Tagle con la asistencia del presidente de la República, Alan García Pérez; de la primera dama, Pilar Nores de García; así como principales autoridades políticas, civiles y eclesiásticas del país.
El canciller de la República manifestó que «el Perú ha querido el día de hoy condecorar al Cardenal Cipriani y no es una fecha arbitraria. El Gobierno del Perú ha decidido que a los diez años de haber sido designado por el Papa Juan Pablo II, Arzobispo de Lima, entregar esta condecoración que tiene un doble mensaje. En primer lugar, un reconocimiento a esta vasta trayectoria de Pastor, de un hombre dedicado al ejercicio de su vocación y a satisfacer las necesidades de los más débiles».
En segundo lugar, destacó «el profundo respeto que el Estado Peruano mantiene por la Iglesia Peruana, a la que considera elemento esencial de la cultura y de la identidad nacional. Somos un Estado que respeta una institución definitiva, concluyente en la construcción de la nacionalidad peruana».
Expresó estar muy complacido de poder imponer esta condecoración «y al hacerlo estoy cumpliendo un acto de justicia que es motivo de satisfacción enorme para quien lo hace».
Por su parte, el cardenal Juan Luis Cipriani, después de ser condecorado expresó que recibía esta distinción en nombre de la Iglesia católica, «precisamente hoy se cumplen diez años en que la benevolencia del siervo de Dios, Juan Pablo II, me nombró arzobispo de Lima y primado del Perú; y, dos años después honró a la Iglesia en el Perú elevándome a la dignidad cardenalicia en el año 2001».
Comentó que uno de sus antecesores, el cardenal Juan Landázuri Ricketts OFM fue «quien me dio la primera comunión, confirmación y ordenación episcopal. Fue él quien también recibió esta alta distinción del Gobierno Peruano».
El primado del Perú señaló que esta distinción cumple un alto anhelo personal, que lo ha llevado en el alma hace diez años, que es un deber de solidaridad con la Iglesia en Ayacucho y con todo el querido pueblo de Ayacucho al que sirvió humildemente once años.
«Quiero renovar el compromiso que la Iglesia realiza no solo al servicio del crecimiento del pueblo peruano en la fe y en la vida cristiana, sino también en su progreso en las sendas de la concordia y de la paz. Cuando el mensaje de Cristo es acogido, la comunidad civil se hace también más responsable y atenta a las exigencias del bien común y más solidaria con las personas pobres, abandonadas y marginadas».
El purpurado dio gracias a sus padres, a sus hermanos y a todos los asistentes; y, recordó a san Josemaría Escrivá, fundador de Opus Dei, quien marcó la orientación de su vida definitivamente y quien un día como ése nació hace exactamente ciento siete años.
Finalmente, el cardenal Cipriani al dirigirse al mandatario peruano mencionó que el Santo Padre Benedicto XVI le agradece este gesto cordial y cercano del Gobierno Peruano con la Iglesia del Perú.
En su intervención, el presidente de la República manifestó que «celebramos a un pastor hermano que es directo y severo, que comprende el mensaje universal de salvación de Cristo, que es un mensaje para todos sin exclusión».
«El cardenal Juan Luis Cipriani es directo, porque escoge ese camino sincero de hablar echándose a veces en la espalda, el peso de las divergencias, pero cuando debe hablar, dice las cosas y eso es algo que entendiendo la historia, valoro profundamente», indicó.
Alan García Pérez, resaltó que con esta ceremonia de condecoración de arzobispo de Lima «estamos poniendo en su sitio muchas otras cosas. Nosotros tenemos la necesidad de reivindicar, de compensar, -aunque no lo requiera, ni necesite- al pastor primado de la Iglesia en el Perú, al cual se quiso enlodar y mancillar en algún momento».
«Y esta distinción que hace diez años debió ser impuesta ante usted y a usted; o, que hace ocho años con ocasión de su cardenalato debió ser nuevamente propuesta, recién hoy día podemos cumplirla».
El presidente de la República añadió «circunstancias distintas de desorden y confusión lo impidieron, hoy queremos dignificar y reivindicar lo que valoramos en usted; y, al mismo tiempo, mostrar la identidad, respeto, reconocimiento al mensaje de Cristo en el papel de la Iglesia a lo largo de los siglos en la formación del Perú».