ROMA, jueves, 14 diciembre 2006 (ZENIT.org).- Stefano Fontana, director del Observatorio Van Thuan, cuyo objetivo es promover la doctrina social de la Iglesia a nivel internacional, ve una nueva amenaza para los derechos humanos, el olvido de los deberes.
Fontana acaba de publicar con este motivo un libro en italiano que tiene por título «Por una política de los deberes tras el fracaso de la estación de los derechos («Per una politica dei doveri dopo il fallimento della stagione dei diritti», editorial Cantagalli).
En una entrevista publicada en la página web del Observatorio, el autor explica por qué es necesario pasar de la época de los derechos a una nueva etapa histórica en la se tengan en cuenta prioritariamente los deberes.
La primera pregunta que viene a la mente es cómo se puede afirmar que la época de los derechos debe acabar, cuando queda tanto trabajo por hacer en ese ámbito y hay tanta gente privada de sus derechos.
«Es verdad que muchas personas en el mundo no gozan ni siquiera de los derechos humanos más elementales –explica Stefano Fontana–, pero me pregunto: ¿No es porque otras personas en el mundo han acelerado de tal manera la carrera de los derechos de última generación transformando todo deseo en derecho?»
Sin embargo, la Iglesia desde hace mucho tiempo se ha hecho defensora de los derechos humanos.
Fontana replica que «no se trata de negar los derechos, al contrario. Se trata de comprender que sin los deberes, los derechos se enroscan sobre sí mismos, se anulan mutuamente. La babel de los derechos se transforma, al final, en el derecho sólo del más fuerte. Los derechos mismos, para ser plenamente tales, deben aceptar la prioridad del deber respecto a ellos. Es este el verdadero modo de defender los derechos y la Iglesia siempre lo ha hecho así».
Sin embargo surge el interrogante de por qué hablar de deberes en lugar de subrayar la complementariedad de derechos y deberes.
Stefano Fontana reconoce que «a cada derecho corresponde un deber y a la inversa» pero no es suficiente: «Es fácil inventarse artificialmente un deber como motivación de un nuevo derecho. En Italia el derecho al aborto es contemplado en una ley que parte del deber de acoger la vida. El derecho a la eutanasia se motiva en el deber de no hacer sufrir. La complementariedad entre derechos y deberes es verdad, pero se presta a la manipulación ideológica. Verdaderamente es necesario volver a la prioridad del deber».
«El deber –aclara– es un ‘estar a disposición’, en cambio el derecho es un ‘tener a disposición’. Por esto el deber no procede de nosotros mismos, sino que viene de otro».
«Entonces se trata de decidir si somos dueños de nosotros mismos y del ser, o si nosotros mismos y el ser nos han sido dados como una tarea».
«El pensamiento moderno es de la primera opinión y por tanto absolutiza los derechos, yo soy de la segunda opinión y por tanto parto de los deberes, o sea de una vocación, de una tarea que nos ha sido asignada».
«Nuestra sociedad está muriendo de derechos –responde Fontana–. El derecho a producir al hombre en laboratorio y, en general, el derecho a hacer está absolutizando la técnica, y si solo manda la técnica nos morimos. No serán nunca los derechos los que se pongan límites. El derecho es un poder hacer. El límite viene del deber. Una política de los deberes es una política del sentido y del límite».
«Pienso –concluye el autor del libro– en el hecho de que tenemos muchas declaraciones universales de los derechos pero ninguna de los deberes».