JAVIER (NAVARRA, ESPAÑA), lunes, 6 marzo 2006 (ZENIT.org).- Invitando a vivir «al estilo de San Francisco Javier», el arzobispo de Pamplona-Tudela (Navarra) ha lanzado una exhortación a evangelizar «en un mundo tan materialista y con tan pocos horizontes de humanidad» a los miles de peregrinos presentes el domingo donde nació el patrono universal de las misiones.
Desafiando el intenso frío y el viento, más de 15.000 personas no dudaron en participar en esta primera Javierada que concluyó con la Eucaristía presidida por monseñor Fernando Sebastián en la explanada del Castillo de Javier.
Multiplicando el número de asistentes, la tradicional peregrinación se ha desarrollado, esta vez, en el año de las celebraciones por el V Centenario del nacimiento de San Francisco Javier: el 7 de abril, en el Castillo navarro de Javier (cerca de Pamplona, España).
Estuvo precedida por la llegada, el viernes, desde la iglesia del Gesú en Roma, de la reliquia del brazo del santo navarro. Hasta el 20 de abril puede venerarse en la basílica del Castillo, lugar exacto donde nació.
El centenario (www.javier2006.com)da a la peregrinación este año «una especial significación y una fuerza singular»: «atraídos por [la memoria de San Francisco Javier] queremos que este año sea un año jubilar, un año especialmente santo, año de oración, de conversión, de renovación de nuestra vida cristiana y de misión», recalcó en su homilía el arzobispo Sebastián.
Para el prelado, la primera lección que tenemos que recibir de San Francisco es «su conversión sincera, radical y definitiva», que le llevó «al servicio de los enfermos y al anuncio del evangelio, convencido de que lo más importante que podía hacer en la vida era ayudar a los hombres a conocer a Dios».
«Hoy como ayer, para nosotros como para aquel joven lleno de ilusiones –reconoció monseñor Sebastián–, Jesús sigue siendo la suprema Verdad de nuestra vida, la revelación del amor de Dios, el Camino de la verdadera humanidad y del verdadero progreso, el descubrimiento de la verdad del mundo, presidido por la soberanía y el amor de Dios».
Y es que «un mundo sin Dios, un mundo sin ley moral es un mundo desconcertado, un mundo retrógrado, y termina siendo un mundo cruel y salvaje, en el que se profana el amor y se justifica la matanza silenciosa de miles de inocentes», alertó.
Consciente de que «en el ambiente de hoy hay muchos que prescinden de la fe y de la religión», hizo hincapié en que los cristianos no pueden dejarse «dominar por la cultura del laicismo anticristiano y del bienestar egoísta».
«Por la gracia de Dios hemos conocido la bondad de Dios, Creador y Padre lleno de misericordia. Sabemos que la justicia y la paz del mundo nacen de la justicia interior del corazón y de la conversión del egoísmo al amor verdadero, cumpliendo el gran mandamiento de Cristo», expresó.
Por eso, «con la asistencia del Espíritu Santo, queremos vivir, en privado y en público, de acuerdo con los mandamientos de Dios y las enseñanzas de Jesucristo», manifestó el arzobispo Sebastián.
«Dejemos el miedo y la falsa vergüenza que tantas veces nos paralizan, dejemos la comodidad que nos hace actuar a veces contra nuestra propia conciencia, demos un paso al frente, como el joven Francisco de Javier», exhortó.
Y es que se necesita recobrar «el vigor necesario para anunciar el Evangelio en estas nuevas indias de nuestros pueblos y de nuestros barrios, donde hay tantas familias que se deshacen, tantos jóvenes que viven angustiados, asfixiados en un mundo tan materialista y con tan pocos horizontes de humanidad», admitió.
Para el prelado, «viviendo al estilo de San Francisco de Javier, con la Verdad y el Espíritu de Jesús, seremos capaces de levantar una Iglesia joven y misionera, capaces de construir una sociedad nueva, una sociedad que sepa ser moderna sin traicionarse a sí misma, conservando la fe y respetando la ley de Dios».
«Una sociedad en la que el amor entre hombre y mujer sea fundamento de matrimonios y familias estables, donde los hijos sean acogidos con amor» –describió–, una sociedad «sin atentados ni amenazas contra la vida de nadie, sin políticas ilusorias que pretenden construir una sociedad libre y feliz al margen de la ley de Dios».
«¿No estamos acaso demasiado resignados a la difusión de la mentira, al crecimiento de la corrupción y la permisividad moral, al deterioro moral de la vida pública?», cuestionó.
Pero el patrono mundial de las misiones «nos está recordando a los cristianos que la Palabra de Dios y las enseñanzas de Jesucristo, cuando son acogidas y practicadas en la vida, tienen la fuerza y la fecundidad suficiente para crear una sociedad nueva, según la sabiduría de Dios y las aspiraciones más auténticas de nuestro corazón», afirmó.
«Ésta es hoy la responsabilidad apremiante de los cristianos en nuestra sociedad –indicó a los miles de peregrinos–. Ésta es vuestra responsabilidad. Como a San Francisco también el Señor nos dice a nosotros: “Id y anunciad a vuestros amigos la gran noticia del amor de Dios”».