El Papa: ‘México es un gran país’
El Santo Padre al ser recibido por el presidente Peña Nieto en el Palacio Nacional aseguró que “la principal riqueza de México hoy tiene rostro joven”
“Me dispongo a recorrer este hermoso y gran país como misionero y peregrino que quiere renovar con ustedes la experiencia de la misericordia como un nuevo horizonte de posibilidad que es inevitablemente portador de justicia y de paz”. Así lo ha indicado el papa Francisco a las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático, en el Palacio Nacional de la capital, en el que ha realizado este sábado el primer discurso de su viaje a México.
El Santo Padre ha indicado que “hoy vengo como misionero de misericordia y paz pero también como hijo que quiere rendir homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe, y dejarse mirar por ella”. Y “buscando ser buen hijo, siguiendo las huellas de la madre”, el Papa ha manifestado su deseo de rendir homenaje “a este pueblo y a esta tierra tan rica en culturas, historia y diversidad”. De este modo ha saludado y abrazado “al pueblo mexicano en sus múltiples expresiones y en las más diversas situaciones que le toca vivir”.
El Pontífice ha asegurado en su discurso que “México es un gran país” y ha subrayado algunas de sus características como los “abundantes recursos naturales y una enorme biodiversidad que se extiende a lo largo de todo su vasto territorio”. Asimismo ha señalado que “su privilegiada ubicación geográfica lo convierte en un referente de América”. A propósito de “sus culturas indígenas, mestizas y criollas” ha observado que “le dan una identidad propia que le posibilita una riqueza cultural no siempre fácil de encontrar y especialmente valorar”. La sabiduría ancestral que porta su multiculturalidad es –ha añadido– uno de sus mayores recursos biográficos.
Por otro lado, el Santo Padre ha indicado que “la principal riqueza de México hoy tiene rostro joven”. En esta línea ha precisado que un poco más de la mitad de la población está en edad juvenil. Y así ha asegurado que “esto permite pensar y proyectar un futuro, un mañana”. Eso da –ha precisado– esperanza y proyección. También ha querido recordar que “un pueblo con juventud es un pueblo capaz de renovarse, transformarse; es una invitación a alzar con ilusión la mirada hacia el futuro y, a su vez, nos desafía positivamente en el presente”.
El Santo Padre ha subrayado que esta realidad hace reflexionar sobre la propia responsabilidad a la hora de construir “el México que queremos, el México que deseamos legar a las generaciones venideras”. Y también “a darnos cuenta de que un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común”. Por eso, el Pontífice ha advertido que la experiencia demuestra que cuando se busca el camino del privilegio o el beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, “la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.
Al respecto, el Santo Padre ha observado que el pueblo mexicano afianza su esperanza en la identidad que ha sido forjada en duros y difíciles momentos de su historia por grandes testimonios de ciudadanos que han comprendido que, para poder superar las situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, “era necesario el acuerdo de las Instituciones políticas, sociales y de mercado, y de todos los hombres y mujeres que se comprometen en la búsqueda del bien común y en la promoción de la dignidad de la persona”.
En este punto, el papa Francisco ha invitado a encontrar “nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario”. Asimismo, ha señalado que a los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde trabajar “para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana”, ayudándoles a tener un “acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz”.
Según el papa Francisco, esto no es sólo un asunto de leyes, sino de una “urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno”. Es una tarea –ha asegurado– que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales. Y en este esfuerzo, el Pontífice ha asegurado que el Gobierno mexicano “puede contar con la colaboración de la Iglesia católica”.
“Me dispongo a recorrer este hermoso y gran país como misionero y peregrino que quiere renovar con ustedes la experiencia de la misericordia como un nuevo horizonte de posibilidad que es inevitablemente portador de justicia y de paz”. Así lo ha indicado el papa Francisco a las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático, en el Palacio Nacional de la capital, en el que ha realizado este sábado el primer discurso de su viaje a México.
El Santo Padre ha indicado que “hoy vengo como misionero de misericordia y paz pero también como hijo que quiere rendir homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe, y dejarse mirar por ella”. Y “buscando ser buen hijo, siguiendo las huellas de la madre”, el Papa ha manifestado su deseo de rendir homenaje “a este pueblo y a esta tierra tan rica en culturas, historia y diversidad”. De este modo ha saludado y abrazado “al pueblo mexicano en sus múltiples expresiones y en las más diversas situaciones que le toca vivir”.
El Pontífice ha asegurado en su discurso que “México es un gran país” y ha subrayado algunas de sus características como los “abundantes recursos naturales y una enorme biodiversidad que se extiende a lo largo de todo su vasto territorio”. Asimismo ha señalado que “su privilegiada ubicación geográfica lo convierte en un referente de América”. A propósito de “sus culturas indígenas, mestizas y criollas” ha observado que “le dan una identidad propia que le posibilita una riqueza cultural no siempre fácil de encontrar y especialmente valorar”. La sabiduría ancestral que porta su multiculturalidad es –ha añadido– uno de sus mayores recursos biográficos.
Por otro lado, el Santo Padre ha indicado que “la principal riqueza de México hoy tiene rostro joven”. En esta línea ha precisado que un poco más de la mitad de la población está en edad juvenil. Y así ha asegurado que “esto permite pensar y proyectar un futuro, un mañana”. Eso da –ha precisado– esperanza y proyección. También ha querido recordar que “un pueblo con juventud es un pueblo capaz de renovarse, transformarse; es una invitación a alzar con ilusión la mirada hacia el futuro y, a su vez, nos desafía positivamente en el presente”.
El Santo Padre ha subrayado que esta realidad hace reflexionar sobre la propia responsabilidad a la hora de construir “el México que queremos, el México que deseamos legar a las generaciones venideras”. Y también “a darnos cuenta de que un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común”. Por eso, el Pontífice ha advertido que la experiencia demuestra que cuando se busca el camino del privilegio o el beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, “la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.
Al respecto, el Santo Padre ha observado que el pueblo mexicano afianza su esperanza en la identidad que ha sido forjada en duros y difíciles momentos de su historia por grandes testimonios de ciudadanos que han comprendido que, para poder superar las situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, “era necesario el acuerdo de las Instituciones políticas, sociales y de mercado, y de todos los hombres y mujeres que se comprometen en la búsqueda del bien común y en la promoción de la dignidad de la persona”.
En este punto, el papa Francisco ha invitado a encontrar “nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario”. Asimismo, ha señalado que a los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde trabajar “para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana”, ayudándoles a tener un “acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz”.
Según el papa Francisco, esto no es sólo un asunto de leyes, sino de una “urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno”. Es una tarea –ha asegurado– que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales. Y en este esfuerzo, el Pontífice ha asegurado que el Gobierno mexicano “puede contar con la colaboración de la Iglesia católica”.
Francisco, el primer Papa recibido
en el Palacio Nacional
Tras una ceremonia muy formal, el Santo Padre dialogó privadamente con el presidente Peña Nieto
El santo padre Francisco ha iniciado este sábado su primer día del viaje apostólico en México, yendo en papamóvil al Palacio Nacional de la capital, para una ceremonia de bienvenida y visita de cortesía al presidente Enrique Peña Nieto. Francisco ha sido el primer Pontífice en ser recibido allí.
En realidad, anoche a su llegada al país ya había saludado al presidente y a su esposa que le esperaron en el aeropuerto, donde miles de personas le recibieron calurosamente, realizando un espectáculo con coreografías y folclore. Desde allí el Santo Padre fue a la Nunciatura, en donde descansó.
Este sábado por la mañana el Santo Padre, partió de la sede diplomática de la Santa Sede en la capital azteca y recorrió una significativa distancia en el vehículo descubierto, a través de las avenidas del Distrito Federal, en donde miles de personas le aguardaban a su paso, agitando pañuelos, banderas y pancartas, hasta que llegó al Palacio Nacional.
En la entrada del mismo, el Pontífice latinoamericano ha sido recibido por el mandatario y la primera dama, quienes le acompañaron hasta el Patio de Honor. Tras la interpretación de los himnos de México y del Vaticano, tuvo lugar la presentación de las dos delegaciones, en una ceremonia muy formal.
Concluida la misma, el Papa se dirigió con el presidente Peña Nieto al estudio presidencial para el encuentro privado, que se concluye con la presentación de los familiares y de las delegaciones. Al mismo tiempo se ha realizado un encuentro bilateral entre algunos miembros de la delegación de la Santa Sede con autoridades del Gobierno.
En realidad, anoche a su llegada al país ya había saludado al presidente y a su esposa que le esperaron en el aeropuerto, donde miles de personas le recibieron calurosamente, realizando un espectáculo con coreografías y folclore. Desde allí el Santo Padre fue a la Nunciatura, en donde descansó.
Este sábado por la mañana el Santo Padre, partió de la sede diplomática de la Santa Sede en la capital azteca y recorrió una significativa distancia en el vehículo descubierto, a través de las avenidas del Distrito Federal, en donde miles de personas le aguardaban a su paso, agitando pañuelos, banderas y pancartas, hasta que llegó al Palacio Nacional.
En la entrada del mismo, el Pontífice latinoamericano ha sido recibido por el mandatario y la primera dama, quienes le acompañaron hasta el Patio de Honor. Tras la interpretación de los himnos de México y del Vaticano, tuvo lugar la presentación de las dos delegaciones, en una ceremonia muy formal.
Concluida la misma, el Papa se dirigió con el presidente Peña Nieto al estudio presidencial para el encuentro privado, que se concluye con la presentación de los familiares y de las delegaciones. Al mismo tiempo se ha realizado un encuentro bilateral entre algunos miembros de la delegación de la Santa Sede con autoridades del Gobierno.
El Papa pide a los obispos ‘mirada limpia,
alma transparente y rostro luminoso’
Les pidió no tener miedo de la transparencia, no limitarse a condenar genéricamente al narcotráfico, a reconocer el aporte indígena, a ser padres con los sacerdotes en dificultad y a ayudar a los migrantes
El papa Francisco ha tenido hoy sábado poco antes de medio día, un encuentro con los obispos de México, reunidos en la catedral metropolitana, dedicada a la Asunción de la Virgen María.
Procedente del Palacio Nacional, el Santo Padre llegó en el vehículo abierto que antes de detenerse realizó un giro en la Plaza de la Constitución. El Pontífice fue recibido por el Capítulo de la catedral que lo acompaño al interior del templo, pasando por la Puerta Santa de este templo, y llegando hasta el Altar del Perdón, donde estaba expuesto el Santísimo Sacramento.
Poco después le saludaron el arzobispo de Ciudad de México, el cardenal Norberto Rivera Carrera, y el presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, cardenal José Francisco Robles Ortega.
El Santo Padre dirigió sus palabras, recordando que está visitando México “siguiendo los pasos de mis Predecesores” y se interrogó si “¿Podría el Sucesor de Pedro, llamado del lejano sur latinoamericano, privarse de poder posar la propia mirada sobre la «Virgen Morenita»?”.
Porque “mirando los ojos de la Virgen alcanzo la mirada de su gente”, porque “Ella custodia sus más altos deseos y sus más recónditas esperanzas; Ella recoge sus alegrías y sus lágrimas; Ella comprende sus numerosos idiomas y les responde con ternura de Madre porque son sus propios hijos”. Tanto “aquí, en las cercanías del «Cerro del Tepeyac», como en los albores de la evangelización de este Continente” dijo.
Y les recordó que “la «Virgen Morenita» nos enseña que la única fuerza capaz de conquistar el corazón de los hombres es la ternura de Dios”. Citó así a un “inquieto y notable literato de esta tierra” que dijo “que en Guadalupe ya no se pide la abundancia de las cosechas o la fertilidad de la tierra, sino que se busca un regazo en el cual los hombres, siempre huérfanos y desheredados, están en la búsqueda de un resguardo, de un hogar”.
El Santo Padre indicó también conocer “la larga y dolorosa historia que han atravesado, no sin derramar tanta sangre, no sin impetuosas y desgarradoras convulsiones, no sin violencia e incomprensiones” y les invitó “a partir nuevamente de esta necesidad de regazo”, que es la “fe cristiana”, capaz de reconciliar el pasado, frecuentemente marcado por la soledad, el aislamiento y la marginación, con el futuro continuamente relegado a un mañana que se escabulle” porque “sólo en aquel regazo se puede, sin renunciar a la propia identidad, descubrir la profunda verdad de la nueva humanidad, en la cual todos están llamados a ser hijos de Dios”.
Les invitó así a ser “obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso”. Y les exhortó: No tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. Vigilen para que sus miradas no se cubran de las penumbras de la niebla de la mundanidad; no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los «carros y caballos» de los faraones actuales, porque nuestra fuerza es la «columna de fuego» que rompe dividiendo en dos las marejadas del mar, sin hacer gran rumor”.
Porque, dijo, “es necesario responder a la gente que Dios existe y está cerca a través de Jesús”. Y aseguró que “en las miradas de ustedes el Pueblo mexicano tiene el derecho de encontrar las huellas de quienes han visto al Señor”.
Por ello les exhortó a no perder tiempo y energías en las cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubs de intereses o de consorterías”.
Les invitó también a “ofrecer un regazo materno a los jóvenes”, a “captar lo que ellos buscan, con aquella fuerza con la que muchos como ellos han dejado barcas y redes sobre la otra orilla del mar”.
“Les ruego –señaló el Pontífice– no minusvalorar el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para le entera sociedad mexicana, comprendida la Iglesia”, para ello “sin refugiarnos en condenas genéricas”, y “realizando un serio y cualificado proyecto pastoral para contribuir, gradualmente, a entretejer aquella delicada red humana”. A partir “de las familias; acercándonos y abrazando la periferia humana y existencial de los territorios desolados de nuestras ciudades; involucrando las comunidades parroquiales, las escuelas, las instituciones comunitarias, la comunidades políticas, las estructuras de seguridad”.
“En el manto del alma mexicana Dios ha tejido, con el hilo de las huellas mestizas de su gente, el rostro de su manifestación en la Morenita” dijo. Y pidió una “mirada de singular delicadeza hacia los pueblos indígenas, y no pocas veces masacradas culturas”, porque “los indígenas de México aún esperan que se les reconozca efectivamente la riqueza de su contribución y la fecundidad de su presencia, para heredar aquella identidad que les convierte en una Nación única y no solamente una entre otras”.
“Custodien la memoria del largo camino hasta ahora recorrido –les señaló el Papa a los obispos– y sepan suscitar la esperanza de nuevas metas”, y les invitó a contribuir a la unidad de su Pueblo; favorecer la reconciliación de sus diferencias y la integración de sus diversidades.
¡Ay de ustedes si se duermen en sus laureles! Es necesario no desperdiciar la herencia recibida, custodiándola con un trabajo constante”, dijo.
El papa Francisco invitó entonces a los obispos: “El primer rostro que les suplico custodien en su corazón es el de sus sacerdotes. No los dejen expuestos a la soledad y al abandono, presa de la mundanidad que devora el corazón”. Así como pidió que sostengan a quien se sienta abatido, “sin que nunca falte la paternidad de ustedes, obispos, para con sus sacerdotes”.
Invitó también a que la Pontificia Universidad de México “esté cada vez más en el corazón de los esfuerzos eclesiales para asegurar aquella mirada de universalidad sin la cual la razón, resignada a módulos parciales, renuncia a su más alta aspiración de búsqueda de la verdad”.
Y reiteró:“No se necesitan ‘príncipes’, sino una comunidad de testigos del Señor”.
Al concluir sus palabras indicó su aprecio “por todo cuanto están haciendo para afrontar el desafío de nuestra época representada en las migraciones”.
Recordó que se trata de “millones los hijos de la Iglesia que hoy viven en la diáspora o en tránsito, peregrinando hacia el norte en búsqueda de nuevas oportunidades. Muchos de ellos dejan atrás las propias raíces para aventurarse, aun en la clandestinidad que implica todo tipo de riesgos, en búsqueda de la ‘luz verde’ que juzgan como su esperanza”. Y que “tantas familias se dividen; y no siempre la integración en la presunta ‘tierra prometida’ es tan fácil como se piensa”. E invitó a seguirlos y alcanzarlos más allá de las fronteras y reforzar la comunión con sus hermanos del episcopado estadounidense.
“Queridos hermanos, el Papa está seguro de que México y su Iglesia llegarán a tiempo a la cita consigo mismos, con la historia, con Dios” concluyó, y si bien reconoció que “alguna piedra en el camino retrasa la marcha” no será jamás bastante para hacer perder la meta. Porque “¿puede llegar tarde quien tiene una Madre que lo espera?”.
Procedente del Palacio Nacional, el Santo Padre llegó en el vehículo abierto que antes de detenerse realizó un giro en la Plaza de la Constitución. El Pontífice fue recibido por el Capítulo de la catedral que lo acompaño al interior del templo, pasando por la Puerta Santa de este templo, y llegando hasta el Altar del Perdón, donde estaba expuesto el Santísimo Sacramento.
Poco después le saludaron el arzobispo de Ciudad de México, el cardenal Norberto Rivera Carrera, y el presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, cardenal José Francisco Robles Ortega.
El Santo Padre dirigió sus palabras, recordando que está visitando México “siguiendo los pasos de mis Predecesores” y se interrogó si “¿Podría el Sucesor de Pedro, llamado del lejano sur latinoamericano, privarse de poder posar la propia mirada sobre la «Virgen Morenita»?”.
Porque “mirando los ojos de la Virgen alcanzo la mirada de su gente”, porque “Ella custodia sus más altos deseos y sus más recónditas esperanzas; Ella recoge sus alegrías y sus lágrimas; Ella comprende sus numerosos idiomas y les responde con ternura de Madre porque son sus propios hijos”. Tanto “aquí, en las cercanías del «Cerro del Tepeyac», como en los albores de la evangelización de este Continente” dijo.
Y les recordó que “la «Virgen Morenita» nos enseña que la única fuerza capaz de conquistar el corazón de los hombres es la ternura de Dios”. Citó así a un “inquieto y notable literato de esta tierra” que dijo “que en Guadalupe ya no se pide la abundancia de las cosechas o la fertilidad de la tierra, sino que se busca un regazo en el cual los hombres, siempre huérfanos y desheredados, están en la búsqueda de un resguardo, de un hogar”.
El Santo Padre indicó también conocer “la larga y dolorosa historia que han atravesado, no sin derramar tanta sangre, no sin impetuosas y desgarradoras convulsiones, no sin violencia e incomprensiones” y les invitó “a partir nuevamente de esta necesidad de regazo”, que es la “fe cristiana”, capaz de reconciliar el pasado, frecuentemente marcado por la soledad, el aislamiento y la marginación, con el futuro continuamente relegado a un mañana que se escabulle” porque “sólo en aquel regazo se puede, sin renunciar a la propia identidad, descubrir la profunda verdad de la nueva humanidad, en la cual todos están llamados a ser hijos de Dios”.
Les invitó así a ser “obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso”. Y les exhortó: No tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. Vigilen para que sus miradas no se cubran de las penumbras de la niebla de la mundanidad; no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los «carros y caballos» de los faraones actuales, porque nuestra fuerza es la «columna de fuego» que rompe dividiendo en dos las marejadas del mar, sin hacer gran rumor”.
Porque, dijo, “es necesario responder a la gente que Dios existe y está cerca a través de Jesús”. Y aseguró que “en las miradas de ustedes el Pueblo mexicano tiene el derecho de encontrar las huellas de quienes han visto al Señor”.
Por ello les exhortó a no perder tiempo y energías en las cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubs de intereses o de consorterías”.
Les invitó también a “ofrecer un regazo materno a los jóvenes”, a “captar lo que ellos buscan, con aquella fuerza con la que muchos como ellos han dejado barcas y redes sobre la otra orilla del mar”.
“Les ruego –señaló el Pontífice– no minusvalorar el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para le entera sociedad mexicana, comprendida la Iglesia”, para ello “sin refugiarnos en condenas genéricas”, y “realizando un serio y cualificado proyecto pastoral para contribuir, gradualmente, a entretejer aquella delicada red humana”. A partir “de las familias; acercándonos y abrazando la periferia humana y existencial de los territorios desolados de nuestras ciudades; involucrando las comunidades parroquiales, las escuelas, las instituciones comunitarias, la comunidades políticas, las estructuras de seguridad”.
“En el manto del alma mexicana Dios ha tejido, con el hilo de las huellas mestizas de su gente, el rostro de su manifestación en la Morenita” dijo. Y pidió una “mirada de singular delicadeza hacia los pueblos indígenas, y no pocas veces masacradas culturas”, porque “los indígenas de México aún esperan que se les reconozca efectivamente la riqueza de su contribución y la fecundidad de su presencia, para heredar aquella identidad que les convierte en una Nación única y no solamente una entre otras”.
“Custodien la memoria del largo camino hasta ahora recorrido –les señaló el Papa a los obispos– y sepan suscitar la esperanza de nuevas metas”, y les invitó a contribuir a la unidad de su Pueblo; favorecer la reconciliación de sus diferencias y la integración de sus diversidades.
¡Ay de ustedes si se duermen en sus laureles! Es necesario no desperdiciar la herencia recibida, custodiándola con un trabajo constante”, dijo.
El papa Francisco invitó entonces a los obispos: “El primer rostro que les suplico custodien en su corazón es el de sus sacerdotes. No los dejen expuestos a la soledad y al abandono, presa de la mundanidad que devora el corazón”. Así como pidió que sostengan a quien se sienta abatido, “sin que nunca falte la paternidad de ustedes, obispos, para con sus sacerdotes”.
Invitó también a que la Pontificia Universidad de México “esté cada vez más en el corazón de los esfuerzos eclesiales para asegurar aquella mirada de universalidad sin la cual la razón, resignada a módulos parciales, renuncia a su más alta aspiración de búsqueda de la verdad”.
Y reiteró:“No se necesitan ‘príncipes’, sino una comunidad de testigos del Señor”.
Al concluir sus palabras indicó su aprecio “por todo cuanto están haciendo para afrontar el desafío de nuestra época representada en las migraciones”.
Recordó que se trata de “millones los hijos de la Iglesia que hoy viven en la diáspora o en tránsito, peregrinando hacia el norte en búsqueda de nuevas oportunidades. Muchos de ellos dejan atrás las propias raíces para aventurarse, aun en la clandestinidad que implica todo tipo de riesgos, en búsqueda de la ‘luz verde’ que juzgan como su esperanza”. Y que “tantas familias se dividen; y no siempre la integración en la presunta ‘tierra prometida’ es tan fácil como se piensa”. E invitó a seguirlos y alcanzarlos más allá de las fronteras y reforzar la comunión con sus hermanos del episcopado estadounidense.
“Queridos hermanos, el Papa está seguro de que México y su Iglesia llegarán a tiempo a la cita consigo mismos, con la historia, con Dios” concluyó, y si bien reconoció que “alguna piedra en el camino retrasa la marcha” no será jamás bastante para hacer perder la meta. Porque “¿puede llegar tarde quien tiene una Madre que lo espera?”.
La Escuela Social del CELAM ofrece nuevas propuestas formativas
ENTREVISTA a su directora, la Dra. Susana Nuin. Se Ofrece diplomados y una maestría, además de seminarios para obispos, con certificación de la Universidad Urbaniana de Roma
La Escuela Social del CELAM, Consejo Episcopal Latinoamericano, está ofreciendo cursos virtuales de especialización basados en la Doctrina Social de la Iglesia, con una fuerte impronta sobre la realidad latinoamericana.
Se trata de diplomados y de una maestría, y de seminarios regionales presenciales para obispos. Son cursos virtuales presenciales, con tres ejes: formación, capacitación e información, tanto teórica como práctica, a través de exposiciones y diálogo, en contacto directo con el profesor y los demás estudiantes, a través del sistema Episcopo del CELAM. Su nueva directora, la Dra. Susana Nuin, explica en esta entrevista las particularidades de la iniciativa.
El CEBITEPAL, Centro Bíblico Teológico Pastoral para América Latina y el Caribe, está abriendo nuevos cursos, especializaciones, diplomados …
–Susana Nuin: El CEBITEPAL está compuesto por tres escuelas: la Escuela Bíblica, la Teológica y la Social. Concretamente la Escuela Social está abriendo una oferta formativa relacionada con la Doctrina Social de la Iglesia y la transformación de la realidad.
¿Qué nos puede decir sobre los diplomados?
–Susana Nuin: Esta es una de las dos propuestas formativas que ofrecemos. Es para todos, está abierta a todos: sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, personas más comprometidas que están en la acción transformadora, personas que se están acercando, o jóvenes estudiantes. Se tramita a través de diplomados, con la certificación de CEBITEPAL, CELAM, y de una universidad latinoamericana, de acuerdo al diplomado concreto. Estas especializaciones tienen el acompañamiento de la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma, una institución europea de prestigio que acompañará los estudios. Cursando los siete diplomados en el año 2016, se obtiene el grado de Especialización. El primer curso comienza este 29 de febrero.
¿Cuál es la temática de cada uno de estos diplomados, y cuándo tendrán lugar?
–Susana Nuin: El tema del primer diplomado es: “Mediación Pedagógica desde el Pensamiento Complejo” y tendrá lugar entre el 29 de febrero y el 29 de abril. El segundo versará sobre “Fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia”, y será entre el 4 de abril y el 22 de julio. La temática del tercero es “La Fuerza Fundante de la Biblia en la Transformación de la Realidad”, y tendrá lugar entre el 20 de junio y el 12 de agosto. El cuarto trata sobre “La Dimensión Teológica: Persona y Comunidad desde la Antropología Trinitaria”, e irá desde el 18 de julio y al 9 de septiembre.
La temática de los tres últimos se refiere a: “El Compromiso de los Padres de la Iglesia en la Transformación de la Realidad”, “Pensamiento y Acción en el Magisterio Social de la Iglesia, Universal y Latinoamericana”, y “La Realidad Latinoamericana Hoy y su Transformación Posible”, y van respectivamente del 22 de agosto al 14 de octubre, del 19 de septiembre al 11 de noviembre, y del 26 de septiembre al 16 de diciembre, en todos los casos, del año 2016.
¿Cómo puede obtenerse el grado de Maestría?
–Susana Nuin: Después de obtener el grado de Especialización en 2016, el alumno puede completar sus estudios cursando los seis diplomados que se ofrecerán en 2017, que junto con los siete primeros, abarcarán todas las disciplinas. De tal forma que el alumno obtendrá la Maestría completa.
¿Qué título se obtiene con los siete diplomados del año 2016?
–Susana Nuin: Es Especialización en Transformación de la Realidad desde la Doctrina Social de la Iglesia, por CEBITEPAL – CELAM y por la Universidad Urbaniana de Roma.
¿Cuál es el título de la Maestría?
–Susana Nuin: Es Itinerario de Transformación de la Realidad desde la Doctrina Social de la Iglesia.
¿Qué requisitos hay para inscribirse en un diplomado?
–Susana Nuin: El nivel mínimo requerido es terciario. Esto significa tener estudios de escuela secundaria completos y algún propedéutico o alguna iniciación de estudios superiores a lo que es la secundaria.
¿Con qué sistema se trabaja?
–Susana Nuin: Son cursos virtuales presenciales, con tres ejes: formación, capacitación e información, tanto teórica como práctica, a través de exposiciones y diálogo, en contacto directo con el profesor y los demás estudiantes, a través del sistema Episcopo del CELAM.
Siendo la transformación de la realidad desde la Doctrina Social de la Iglesia el eje de estos cursos, es evidente que bajarán la teoría a la vida concreta del pueblo latinoamericano y los desafíos que esto implica. ¿Cuál es la relación con Aparecida y con el papa Francisco?
–Susana Nuin: Justamente la temática se analiza a la luz de Aparecida y del pontificado del Papa Francisco. Decir Aparecida es hablar de los obispos latinoamericanos, que escuchan al pueblo de Latinoamérica y el Caribe y quieren dar respuestas a su realidad, y viene de más atrás, de Puebla, Medellín, etc.
¿De qué trata el otro servicio formativo, los seminarios presenciales para obispos?
–Susana Nuin: El otro servicio formativo está dirigido a obispos. Es una posibilidad de comprender, discernir sobre la problemática social hoy en América Latina y el Caribe y de dar respuestas a través de itinerarios, de instrumentos, herramientas, que hagan real y posible la transformación de la realidad en sus propias diócesis y en sus propios países.
¿Dónde y cuándo tendrán lugar estos seminarios para obispos?
–Susana Nuin: Se invita a todos los obispos de Latinoamérica y el Caribe a participar de un seminario de cinco días, durante el año 2016. La región de obispos del Cono Sur, se reunirá en Argentina entre el 10 y el 14 de mayo; la de México y Centroamérica, en Guatemala, entre el 4 y el 8 de julio; la Bolivariana o Andina, en Ecuador, entre el 12 y el 16 de septiembre; y la del Caribe y Antillas, en Cuba, entre el 7 y el 11 de noviembre.
¿Cuál será la temática en estos seminarios?
–Susana Nuin: El tema central a tratar es la importancia de la transformación de la realidad desde la dimensión bíblica, teológica y pastoral. En dichos seminarios habrá intercambio en talleres de análisis de la realidad, y se profundizará en la actualidad latinoamericana desde seis ejes: justicia social, cuidado de la creación, construcción de paz, movimiento migratorio, culturas urbanas e integración latinoamericana.
¿Se espera una gran concurrencia entre los obispos?
–Susana Nuin: Sí, sin duda. Es un tema solicitado por ellos, de gran actualidad, que les podría ayudar muchísimo a resolver una serie de situaciones por las que atraviesan en sus diócesis y en sus conferencias episcopales.
Hay muchos obispos latinos en Estados Unidos, dado que casi la mitad de los católicos son hispanos en el país. ¿Estos obispos están invitados a participar?
–Susana Nuin: Sin duda. Un obispo colombiano en Estados Unidos, puede participar del seminario que se dará en su región. Y si un obispo que no habla español estuviera interesado en participar, con mucho gusto podemos poner a su disposición un intérprete. Incluso el CELAM, a través de CEBITEPAL puede organizar un seminario regional para los obispos de Estados Unidos, o también incluyendo Canadá, teniendo en cuenta la realidad concreta de los latinos en el Norte.
¿Cual es la misión de la escuela social del CELAM que usted dirige?
–Susana Nuin: Se trata de, desde la dimensión social del Evangelio y de la Doctrina Social de la iglesia, generar paulatinamente una evangelización encarnada, que no solo brinda una espiritualidad, sino que otorga la posibilidad de un cristianismo integral. Quiere ofrecer a América Latina una respuesta a sus grandes dolores, a sus grandes dramas, a sus rostros sufrientes, como define Aparecida. O sea, no queda en una respuesta teórica, sino que el objetivo es que quien participe de la Escuela Social encuentre la posibilidad de contar con un estilo de discernimiento permanente junto a herramientas, instrumentos metodológicos, a la fuerza transformadora de la palabra, de poder cambiar la realidad social de nuestra América Latina, que es una laceración.
Se trata de bajar Aparecida a la realidad actual de Latinoamérica, iluminado también por Evangelii Gaudium…
–Susana Nuin: Efectivamente. Y sí. Toda esta dimensión está en Evangelii Gaudium en forma preclara. Inspira todo el Magisterio de la Iglesia. Medellín, Puebla. Hay una continuidad que desemboca en Aparecida. Y viene por décadas.
Para más información dirigirse a cebitepal.social@celam.org o cebitepalencontacto@celam.org.
Se trata de diplomados y de una maestría, y de seminarios regionales presenciales para obispos. Son cursos virtuales presenciales, con tres ejes: formación, capacitación e información, tanto teórica como práctica, a través de exposiciones y diálogo, en contacto directo con el profesor y los demás estudiantes, a través del sistema Episcopo del CELAM. Su nueva directora, la Dra. Susana Nuin, explica en esta entrevista las particularidades de la iniciativa.
El CEBITEPAL, Centro Bíblico Teológico Pastoral para América Latina y el Caribe, está abriendo nuevos cursos, especializaciones, diplomados …
–Susana Nuin: El CEBITEPAL está compuesto por tres escuelas: la Escuela Bíblica, la Teológica y la Social. Concretamente la Escuela Social está abriendo una oferta formativa relacionada con la Doctrina Social de la Iglesia y la transformación de la realidad.
¿Qué nos puede decir sobre los diplomados?
–Susana Nuin: Esta es una de las dos propuestas formativas que ofrecemos. Es para todos, está abierta a todos: sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, personas más comprometidas que están en la acción transformadora, personas que se están acercando, o jóvenes estudiantes. Se tramita a través de diplomados, con la certificación de CEBITEPAL, CELAM, y de una universidad latinoamericana, de acuerdo al diplomado concreto. Estas especializaciones tienen el acompañamiento de la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma, una institución europea de prestigio que acompañará los estudios. Cursando los siete diplomados en el año 2016, se obtiene el grado de Especialización. El primer curso comienza este 29 de febrero.
¿Cuál es la temática de cada uno de estos diplomados, y cuándo tendrán lugar?
–Susana Nuin: El tema del primer diplomado es: “Mediación Pedagógica desde el Pensamiento Complejo” y tendrá lugar entre el 29 de febrero y el 29 de abril. El segundo versará sobre “Fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia”, y será entre el 4 de abril y el 22 de julio. La temática del tercero es “La Fuerza Fundante de la Biblia en la Transformación de la Realidad”, y tendrá lugar entre el 20 de junio y el 12 de agosto. El cuarto trata sobre “La Dimensión Teológica: Persona y Comunidad desde la Antropología Trinitaria”, e irá desde el 18 de julio y al 9 de septiembre.
La temática de los tres últimos se refiere a: “El Compromiso de los Padres de la Iglesia en la Transformación de la Realidad”, “Pensamiento y Acción en el Magisterio Social de la Iglesia, Universal y Latinoamericana”, y “La Realidad Latinoamericana Hoy y su Transformación Posible”, y van respectivamente del 22 de agosto al 14 de octubre, del 19 de septiembre al 11 de noviembre, y del 26 de septiembre al 16 de diciembre, en todos los casos, del año 2016.
¿Cómo puede obtenerse el grado de Maestría?
–Susana Nuin: Después de obtener el grado de Especialización en 2016, el alumno puede completar sus estudios cursando los seis diplomados que se ofrecerán en 2017, que junto con los siete primeros, abarcarán todas las disciplinas. De tal forma que el alumno obtendrá la Maestría completa.
¿Qué título se obtiene con los siete diplomados del año 2016?
–Susana Nuin: Es Especialización en Transformación de la Realidad desde la Doctrina Social de la Iglesia, por CEBITEPAL – CELAM y por la Universidad Urbaniana de Roma.
¿Cuál es el título de la Maestría?
–Susana Nuin: Es Itinerario de Transformación de la Realidad desde la Doctrina Social de la Iglesia.
¿Qué requisitos hay para inscribirse en un diplomado?
–Susana Nuin: El nivel mínimo requerido es terciario. Esto significa tener estudios de escuela secundaria completos y algún propedéutico o alguna iniciación de estudios superiores a lo que es la secundaria.
¿Con qué sistema se trabaja?
–Susana Nuin: Son cursos virtuales presenciales, con tres ejes: formación, capacitación e información, tanto teórica como práctica, a través de exposiciones y diálogo, en contacto directo con el profesor y los demás estudiantes, a través del sistema Episcopo del CELAM.
Siendo la transformación de la realidad desde la Doctrina Social de la Iglesia el eje de estos cursos, es evidente que bajarán la teoría a la vida concreta del pueblo latinoamericano y los desafíos que esto implica. ¿Cuál es la relación con Aparecida y con el papa Francisco?
–Susana Nuin: Justamente la temática se analiza a la luz de Aparecida y del pontificado del Papa Francisco. Decir Aparecida es hablar de los obispos latinoamericanos, que escuchan al pueblo de Latinoamérica y el Caribe y quieren dar respuestas a su realidad, y viene de más atrás, de Puebla, Medellín, etc.
¿De qué trata el otro servicio formativo, los seminarios presenciales para obispos?
–Susana Nuin: El otro servicio formativo está dirigido a obispos. Es una posibilidad de comprender, discernir sobre la problemática social hoy en América Latina y el Caribe y de dar respuestas a través de itinerarios, de instrumentos, herramientas, que hagan real y posible la transformación de la realidad en sus propias diócesis y en sus propios países.
¿Dónde y cuándo tendrán lugar estos seminarios para obispos?
–Susana Nuin: Se invita a todos los obispos de Latinoamérica y el Caribe a participar de un seminario de cinco días, durante el año 2016. La región de obispos del Cono Sur, se reunirá en Argentina entre el 10 y el 14 de mayo; la de México y Centroamérica, en Guatemala, entre el 4 y el 8 de julio; la Bolivariana o Andina, en Ecuador, entre el 12 y el 16 de septiembre; y la del Caribe y Antillas, en Cuba, entre el 7 y el 11 de noviembre.
¿Cuál será la temática en estos seminarios?
–Susana Nuin: El tema central a tratar es la importancia de la transformación de la realidad desde la dimensión bíblica, teológica y pastoral. En dichos seminarios habrá intercambio en talleres de análisis de la realidad, y se profundizará en la actualidad latinoamericana desde seis ejes: justicia social, cuidado de la creación, construcción de paz, movimiento migratorio, culturas urbanas e integración latinoamericana.
¿Se espera una gran concurrencia entre los obispos?
–Susana Nuin: Sí, sin duda. Es un tema solicitado por ellos, de gran actualidad, que les podría ayudar muchísimo a resolver una serie de situaciones por las que atraviesan en sus diócesis y en sus conferencias episcopales.
Hay muchos obispos latinos en Estados Unidos, dado que casi la mitad de los católicos son hispanos en el país. ¿Estos obispos están invitados a participar?
–Susana Nuin: Sin duda. Un obispo colombiano en Estados Unidos, puede participar del seminario que se dará en su región. Y si un obispo que no habla español estuviera interesado en participar, con mucho gusto podemos poner a su disposición un intérprete. Incluso el CELAM, a través de CEBITEPAL puede organizar un seminario regional para los obispos de Estados Unidos, o también incluyendo Canadá, teniendo en cuenta la realidad concreta de los latinos en el Norte.
¿Cual es la misión de la escuela social del CELAM que usted dirige?
–Susana Nuin: Se trata de, desde la dimensión social del Evangelio y de la Doctrina Social de la iglesia, generar paulatinamente una evangelización encarnada, que no solo brinda una espiritualidad, sino que otorga la posibilidad de un cristianismo integral. Quiere ofrecer a América Latina una respuesta a sus grandes dolores, a sus grandes dramas, a sus rostros sufrientes, como define Aparecida. O sea, no queda en una respuesta teórica, sino que el objetivo es que quien participe de la Escuela Social encuentre la posibilidad de contar con un estilo de discernimiento permanente junto a herramientas, instrumentos metodológicos, a la fuerza transformadora de la palabra, de poder cambiar la realidad social de nuestra América Latina, que es una laceración.
Se trata de bajar Aparecida a la realidad actual de Latinoamérica, iluminado también por Evangelii Gaudium…
–Susana Nuin: Efectivamente. Y sí. Toda esta dimensión está en Evangelii Gaudium en forma preclara. Inspira todo el Magisterio de la Iglesia. Medellín, Puebla. Hay una continuidad que desemboca en Aparecida. Y viene por décadas.
Para más información dirigirse a cebitepal.social@celam.org o cebitepalencontacto@celam.org.
San Juan Bautista de la Concepción – 14 de febrero
«Cuando el amor a Dios se desborda, brotan las bendiciones. Este gran reformador trinitario sufrió mucho por causas internas y externas, pero alcanzó la santidad, como santa Teresa vaticinó a sus padres cuando él era un niño»
Nació en Almodóvar del Campo, Ciudad Real, España, el 10 de julio de 1561 en el hogar de unos labradores acomodados. Siendo niño mostró un precoz anhelo hacia la perfección del amor. Tanto es así que jugaba a ser santo incluyendo prácticas ascéticas que afectaron seriamente a su salud, al punto de que alguna secuela le acompañó hasta su muerte. El testimonio y aliento de sus padres contribuyeron a que calasen en él definitivamente rasgos de piedad característicos de su vida: devoción a la Eucaristía y rezo del Santo Rosario, así como la abnegación y un dilecto amor a los pobres. El conocimiento de hazañas de jóvenes que habían alcanzado la gloria eterna ofreciéndose a Dios sin reservas le animaba en su afán religioso.
Santa Teresa de Jesús, al conocerle de paso en uno de sus viajes apostólicos hacia 1574 o 1576, identificó en él al santo que llegaría a ser, comunicando a sus padres el futuro que preveía para el adolescente. Ellos, gozosos ante el vaticinio, no pusieron ningún impedimento para que su hijo siguiera en pos de su vocación. En este camino que emprendía, alimentando su aspiración religiosa, se formó con los carmelitas descalzos de su ciudad natal, y prosiguió estudios en Baeza y Toledo. Su primer intento fue integrarse en la comunidad, pero no pudo ver cumplido ese sueño por designios inexplicables de la divina Providencia. Y en 1580 se convirtió en religioso de la orden de trinitarios calzados, donde tomó el hábito y profesó al año siguiente. En el noviciado había coincido con Simón de Rojas, entre otros religiosos que iban a derramar su sangre por Cristo.
El camino hacia la santidad acarreaba renuncias que en un primer momento no se sentía inclinado a realizar. Después, al convertirse en un reformador consumado, repararía en esos escollos que surgieron de su interior. Y en una mirada retrospectiva sobre su vida, apuntaría debilidades como la vanidad y una cierta resistencia a dar respuesta inmediata a lo que entendía que Dios le pedía, además de señalar faltas diversas como la impaciencia y poco tacto, entre otras, surgidas de un temperamento colérico como el suyo, que le jugaba malas pasadas. En suma, advirtió que no había sido riguroso en la exigencia del seguimiento.
La santidad se fragua a través de fidelísimos y constantes sacrificios que testifican cada día la autenticidad de una decisión. Y Juan conquistó la suya. Esa es su grandeza y corona. Durante dieciséis años se fue forjando en la caridad, viviendo la regla primitiva de la Orden, sobreponiéndose a su endeble salud. Llevó su gran sabiduría de excelso predicador por Alcalá de Henares y Sevilla. Fue entonces, al salir de esta capital, cuando a través de una revelación que surgía como de una tempestad, vio que debía emprender la reforma trinitaria llevando a la Orden hacia un mayor rigor. Había llegado su hora: «Señor, me haré reformado en Valdepeñas». «Pasó la tempestad y yo quedé recoleto con voto y con obligación y con deseo y voluntad». Con esta convicción llegó a esta localidad en 1596, y de allí partió a Roma dos años más tarde, habiendo abandonado a los pies de Cristo el lastre que le ataba a tantas cosas inútiles; se dijo: «más quiero mi religión y la honra de mi buen Dios que los tesoros del mundo».
La misión no fue nada fácil. Hubo férreas oposiciones de trinitarios calzados, detenciones, agresiones físicas y verbales, traiciones hasta de sus hijos, entre otras, que no le impidieron poner en pie la reforma que se produjo el 20 de agosto de 1599. Dejándose la vida en el empeño de dar a conocer a Cristo y asentar las bases de la misma, Juan no desmayó. Fundó 19 conventos, uno de ellos para monjas de clausura. Siendo el eje central de su vida la Santísima Trinidad, vivió y transmitió la caridad con los cautivos y los necesitados, la humildad, la penitencia y la oración. «¡Señor, ámate yo y sea pobre, tan pobre que solo tenga un breviario!». Purificado y moldeado por Dios, como se acrisola el oro en el fuego, en momentos de oscuridad suplicaba ardientemente: «Tú, Señor, ¿no sabes que deseo hacer sola tu santa voluntad, aunque me cuesten mil vidas? Dame, Señor, luz; sepa yo tu santa voluntad. Nada se me da de cuantos trabajos hay en el mundo; solo querría yo agradarte y no salir un punto de tu querer». Estas hondas experiencias rezuman los numerosos tratados ascéticos, místicos y teológicos que surgieron de su pluma, y en los que se aprecia su amor a la cruz. El tránsito a la vida eterna le sorprendió en Córdoba el 14 de febrero de 1613. Fue canonizado el 25 de mayo de 1975 por Pablo VI. Los trinitarios calzados dejaron de existir como Orden en 1897.
Santa Teresa de Jesús, al conocerle de paso en uno de sus viajes apostólicos hacia 1574 o 1576, identificó en él al santo que llegaría a ser, comunicando a sus padres el futuro que preveía para el adolescente. Ellos, gozosos ante el vaticinio, no pusieron ningún impedimento para que su hijo siguiera en pos de su vocación. En este camino que emprendía, alimentando su aspiración religiosa, se formó con los carmelitas descalzos de su ciudad natal, y prosiguió estudios en Baeza y Toledo. Su primer intento fue integrarse en la comunidad, pero no pudo ver cumplido ese sueño por designios inexplicables de la divina Providencia. Y en 1580 se convirtió en religioso de la orden de trinitarios calzados, donde tomó el hábito y profesó al año siguiente. En el noviciado había coincido con Simón de Rojas, entre otros religiosos que iban a derramar su sangre por Cristo.
El camino hacia la santidad acarreaba renuncias que en un primer momento no se sentía inclinado a realizar. Después, al convertirse en un reformador consumado, repararía en esos escollos que surgieron de su interior. Y en una mirada retrospectiva sobre su vida, apuntaría debilidades como la vanidad y una cierta resistencia a dar respuesta inmediata a lo que entendía que Dios le pedía, además de señalar faltas diversas como la impaciencia y poco tacto, entre otras, surgidas de un temperamento colérico como el suyo, que le jugaba malas pasadas. En suma, advirtió que no había sido riguroso en la exigencia del seguimiento.
La santidad se fragua a través de fidelísimos y constantes sacrificios que testifican cada día la autenticidad de una decisión. Y Juan conquistó la suya. Esa es su grandeza y corona. Durante dieciséis años se fue forjando en la caridad, viviendo la regla primitiva de la Orden, sobreponiéndose a su endeble salud. Llevó su gran sabiduría de excelso predicador por Alcalá de Henares y Sevilla. Fue entonces, al salir de esta capital, cuando a través de una revelación que surgía como de una tempestad, vio que debía emprender la reforma trinitaria llevando a la Orden hacia un mayor rigor. Había llegado su hora: «Señor, me haré reformado en Valdepeñas». «Pasó la tempestad y yo quedé recoleto con voto y con obligación y con deseo y voluntad». Con esta convicción llegó a esta localidad en 1596, y de allí partió a Roma dos años más tarde, habiendo abandonado a los pies de Cristo el lastre que le ataba a tantas cosas inútiles; se dijo: «más quiero mi religión y la honra de mi buen Dios que los tesoros del mundo».
La misión no fue nada fácil. Hubo férreas oposiciones de trinitarios calzados, detenciones, agresiones físicas y verbales, traiciones hasta de sus hijos, entre otras, que no le impidieron poner en pie la reforma que se produjo el 20 de agosto de 1599. Dejándose la vida en el empeño de dar a conocer a Cristo y asentar las bases de la misma, Juan no desmayó. Fundó 19 conventos, uno de ellos para monjas de clausura. Siendo el eje central de su vida la Santísima Trinidad, vivió y transmitió la caridad con los cautivos y los necesitados, la humildad, la penitencia y la oración. «¡Señor, ámate yo y sea pobre, tan pobre que solo tenga un breviario!». Purificado y moldeado por Dios, como se acrisola el oro en el fuego, en momentos de oscuridad suplicaba ardientemente: «Tú, Señor, ¿no sabes que deseo hacer sola tu santa voluntad, aunque me cuesten mil vidas? Dame, Señor, luz; sepa yo tu santa voluntad. Nada se me da de cuantos trabajos hay en el mundo; solo querría yo agradarte y no salir un punto de tu querer». Estas hondas experiencias rezuman los numerosos tratados ascéticos, místicos y teológicos que surgieron de su pluma, y en los que se aprecia su amor a la cruz. El tránsito a la vida eterna le sorprendió en Córdoba el 14 de febrero de 1613. Fue canonizado el 25 de mayo de 1975 por Pablo VI. Los trinitarios calzados dejaron de existir como Orden en 1897.