El Papa pidió a los jesuitas trabajar por la canonización del padre Pro
Asimismo explican que en medio de ese encuentro de “tono familiar”, entregaron un libro y un CD con todas las participaciones de la iniciativa #venfrancisco.org que a propósito de su visita lanzó la Provincia, a lo que el Santo Padre “expresó su agradecimiento”. También le obsequiaron con una reliquia del padre Pro, “que besó con devoción y recordó su memoria así como el influjo que su martirio tuvo especialmente durante su formación”.
Antes de terminar el encuentro, el Santo Padre envió un mensaje grabado para los jesuitas de la Provincia en el que invitó a seguir “trabajando por la dignidad, la dignidad de Jesús que está en cada hombre y mujer de México”. Insistió en la idea de que “México tiene rostro joven”. Y les pidió seguir trabajando de manera que esa dignidad de Jesús, “que no termine negociada en la Cruz para que vivan mejor los que lo crucifican”. México sufre –advirtió– pero México es grande, tiene cosas lindas, tiene un riqueza impresionante, una historia original, casi única en América Latina.
Concluyó asegurando que reza por ellos, les pidió que recen por él. También les pidió que trabajen por la causa de canonización del padre Pro, jesuita de Guadalupe, asesinado en el 1927 durante las persecuciones anticatólicas llevadas a cabo por el régimen anticlerical de Plutarco Elías Calles.
Este sábado audiencia jubilar con el Papa
Se celebra el jubileo de los donantes de sangre y de los trabajadores del sector del turismo
Acudirán a la audiencia los donante de sangre. El evento está organizado por la Fidas, Federación Italiana de Asociaciones de donantes de sangre. Se espera la presencia de unas 25 mil personas.
Este sábado tiene lugar también el jubileo de los trabajadores del sector del turismo.
Padre Cantalamessa: ‘El Vaticano II es un afluente y no el río’
Igualmente, aseguró que “si hay un campo en el cual la teología y la vida de la Iglesia católica se ha enriquecido en estos 50 años del post-concilio, sin duda es el relativo al Espíritu Santo”.
El padre Cantalamessa ha reflexionado también sobre el “lugar del Espíritu Santo en la liturgia”. Cada celebración litúrgica —ha explicado– en cuanto obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, y ninguna otra acción de la Iglesia se iguala en eficacia y con el mismo título y mismo grado.
A continuación, el predicador ha invitado a tomar alguna indicación práctica “para nuestra forma de vivir la liturgia y hacer que se lleve a cabo una de sus tareas primarias que es la santificación de las almas”. El Espíritu –ha subrayado– no autoriza inventar nuevas y arbitrarias formas de liturgia o modificar por propia iniciativa las existentes.
“Él es el único que renueva y da la vida a todas las expresiones de la liturgia. En otras palabras, el Espíritu no hace cosas nuevas, ¡hace nuevas las cosas!”, ha recordado. Asimismo, ha precisado que rezar en el Espíritu significa “permitir a Jesús continuar ejercitando el propio oficio sacerdotal en su cuerpo que es la Iglesia”.
En esta misma línea, el padre Cantalamessa ha indicado que “no basta con recordar de vez en cuando que también existe el Espíritu Santo; es necesario reconocer su papel de eslabón esencial, tanto en el camino de salida de las criaturas de Dios como en el de regreso de las criaturas a Dios”.
Ha explicado que junto a la adoración, “un componente esencial de la oración litúrgica es la intercesión”. En toda su oración, la Iglesia no hace más que interceder: por ella y por el mundo, por los justos y por los pecadores, por los vivos y por los muertos. “También esta es una oración que el Espíritu Santo quiere animar y confirmar”, ha añadido.
La eficacia de la oración de intercesión –ha recordado– no depende de ‘multiplicar las palabras’, sino del grado de unión que se puede lograr con las disposiciones filiales de Cristo.
Por otro lado, ha reconocido que más que palabras de intercesión, se debe, en todo caso, multiplicar los intercesores, es decir, invocar la ayuda de María y de los santos.
El predicador de la casa pontificia ha asegurado que “Dios es como un Padre compasivo que tiene el deber de castigar, pero que busca todas las excusas posibles para no tener que hacerlo y es feliz, en su corazón, cuando los hermanos del culpable lo retienen de hacerlo”.
En la conclusión de su predicación, ha mencionado que “solamente quien defendió al pueblo delante de Dios y llevó el peso de su pecado, tiene el derecho –y tendrá el coraje– después, de gritar contra eso, en defensa de Dios, como hizo Moisés”.
Texto completo de la predicación de cuaresma del padre Raniero Cantalamessa
- El Concilio Vaticano II: un afluente, no el río.
En estas meditaciones de cuaresma querría proseguir en las reflexiones sobre otros grandes documentos del VaticanoII, después de haber meditado en Adviento, sobre la Lumen Gentium. Creo entretanto que sea útil hacer una premisa. El Vaticano II es un afluente y no el río. En su famosa obra sobre “El desarrollo de la doctrina cristiana”, el beato cardenal Newman ha afirmado con fuerza que detener la tradición en un punto de su curso, incluso si fuera un concilio ecuménico, sería volver muerta una tradición y no “una tradición viviente”. La tradición es como una música. ¿Qué sería de una melodía si se detuviera en una nota, repitiéndola hasta el infinito? Sucede con un disco que se arruina y sabemos que efecto produce.
San Juan XXIII quería que el concilio fuera para la Iglesia como “una nueva Pentecostés”. En un punto al menos esta oración ha sido escuchada. Después del concilio hubo un despertar del Espíritu Santo. Este no es más “el desconocido” en la Trinidad. La Iglesia ha tomado una conciencia más clara de su presencia y de su acción. En la homilía de la misa crismal del Jueves Santo de 2012, Benedicto XVI afirmaba:
“Quien mira a la historia de la época post conciliar puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que frecuentemente ha asumido formas inesperadas en movimientos llenos de vida y que vuelve casi tangible la vivacidad de la santa Iglesia, la presencia y la acción eficaz del Espíritu Santo”.
Esto no significa que podemos descuidar los textos del concilio o ir más allá de esos; sino que significa releer el Concilio a la luz de sus mismos frutos. Que los concilios ecuménicos puedan tener efectos no entendidos en el momento por quienes tomaron parte, es una verdad señalada por el mismo cardenal Newman a propósito del Vaticano I[1], pero testimoniada diversas veces durante la historia. El concilio ecuménico de Éfeso del 431, con la definición de María como Theotokos, Madre de Dios, se proponía afirmar la unidad de la persona de Cristo, no de incrementar el culto a la Virgen, pero de hecho su fruto más evidente fue justamente este último.
Si hay un campo en el cual la teología y la vida de la Iglesia católica se ha enriquecido en estos 50 años del post-concilio, sin dudas es el relativo al Espíritu Santo. En todas las principales denominaciones cristianas se ha afirmado en los últimos tiempos aquella que, con una expresión cuñada por Karl Barth, es definida “la Teología del tercer artículo”. La teología del tercer artículo es aquella que no termina con el artículo sobre el Espíritu Santo pero comienza con esto; que toma en cuenta el orden según el cual se formó la fe cristiana y su credo, y no solamente su producto final. Fue de hecho a la luz del Espíritu Santo que los apóstoles descubrieron quien era verdaderamente Jesús y su revelación sobre el Padre.
El credo actual de la Iglesia es perfecto y nadie se sueña de cambiarlo, pero refleja el producto final, la última etapa alcanzada por la fe, no el camino a través el cual se llega a eso, mientras que teniendo en vista a una renovada evangelización, es vital para nosotros conocer también el camino hacia el cual se llega a la fe, no solo su codificación definitiva que proclamamos de memoria en el Credo.
Bajo esta luz aparecen claramente las implicaciones de ciertas afirmaciones del concilio, pero aparecen también algunos vacíos y lagunas que es necesario llenar, en particular justamente a propósito del rol del Espíritu Santo. San Juan Pablo II ya había tomado en cuenta esta necesidad, cuando en ocasión del XVI centenario del concilio ecuménico de Constantinópolis, en 1981, escribía en su Carta Apostólica la siguiente afirmación:
“Toda la obra de renovación de la Iglesia, que el Concilio Vaticano II ha así providencialmente propuesto e iniciado (…) no puede realizarse si no en el Espíritu Santo, o sea con la ayuda de su luz y de su potencia” [2].
- El lugar del Espíritu Santo en la liturgia
Esta premisa general se revela particularmente útil al abordar el tema de la liturgia, la Sacrosanctum concilium. El texto nace de la necesidad, advertida desde hace tiempo y desde diversas partes, de una renovación de las formas y de los ritos de la liturgia católica. Desde este punto de vista, sus frutos han sido tantos, y muy benéficos para la Iglesia. Se advertía menos en ese momento, la necesidad de detenerse en lo que, después de Romano Guardini, se suele llamar “el espíritu de la liturgia”[3] y que, en el sentido que ahora explicaré, yo la llamaría más bien “la liturgia del Espíritu” (¡Espíritu con mayúscula!).
Fieles en la intención declarada en estas nuestras meditaciones, de valorizar algunos aspectos más espirituales e interiores de los textos conciliares, es justamente sobre este punto que querría reflexionar. La SC dedica a esto solamente un breve texto inicial, fruto del debate que antecedió a la redacción final de la constitución [4]:
“Para cumplir esta obra así grande, con la cual se da a Dios una gloria perfecta y los hombres son santificados, Cristo asocia siempre a sí la Iglesia, su esposa muy amada, la cual invoca como a su Señor y por medio él vuelve el culto al eterno Padre”. Justamente por esto la liturgia es considerada como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo. En ella la santificación del hombre está simbolizada por medio de signos sensibles y realizada de manera propia en cada uno de esos; en ella el culto público integral está ejercitado por el cuerpo místico de Jesucristo, o sea por la cabeza y sus miembros. Por lo tanto cada celebración litúrgica, en cuanto obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, y ninguna otra acción de la Iglesia se iguala en eficacia y con el mismo título y mismo grado” [5].
Es en los sujetos, o en los ‘actores’, de la liturgia que hoy estamos en grado de notar una laguna en esta descripción. Los protagonistas aquí puestos en luz son dos: Cristo y la Iglesia. Falta una mención al lugar del Espíritu Santo. También en el resto de la constitución, el Espíritu Santo no es nunca objeto de una mención directa, solamente nominado aquí y allí, y siempre ‘oblicuamente’.
El Apocalipsis nos indica el orden y el número completo de los actores litúrgicos cuando resume el culto cristiano en la frase: “ ¡El Espíritu y la Esposa dicen (a Cristo Señor), Ven!”. (Ap 22,17). Pero Jesús ya había expresado de manera perfecta la naturaleza y la novedad del culto de la Nueva Alianza en el diálogo con la Samaritana: “Viene la hora -y es esta- en la cual los verdaderos adoradores adorarán el Padre en Espíritu y Verdad” (Gv 4, 23).
La expresión “Espíritu y Verdad”, a la luz del vocabulario de Juan, puede significar solamente dos cosas: o “el Espíritu de verdad”, o sea el Espíritu Santo (Gv 14,17; 16,13), o el Espíritu de Cristo que es la verdad (Gv 14,6). Una cosa es cierta: esa no tiene nada que ver con la explicación subjetiva, que le gusta a los idealistas y a los románticos, según los cuales el “espíritu y verdad”, indicaría la interioridad escondida del hombre, en oposición a cada culto externo y visible. No se trata solamente del paso de lo exterior al interior, sino del paso de lo humano a lo divino.
Si la liturgia cristiana “es el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo”, el camino mejor para descubrir su naturaleza es ver como Jesús ejercitó su función sacerdotal en su vida y en la muerte. La tarea del sacerdote es ofrecer “oración y sacrificios” a Dios (cf. Ebr 5,1; 8,3). Ahora sabemos que era el Espíritu Santo que ponía en el corazón del Verbo hecho carne el grito ‘Abba’ que encierra cada oración. Lucas lo indica explícitamente cuando escribe: “En aquella misma hora Jesús exultó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: Te doy alabanza oh Padre, Señor del cielo y de la tierra…”(cf. Lc 10, 21).
La misma ofrenda de su cuerpo en sacrificio sobre la cruz, fue, según la Carta a los Hebreos, “en un Espíritu eterno” (Ebr 9,14), o sea por un impulso del Espíritu Santo.
San Basilio tiene un texto iluminador:
“El camino del conocimiento de Dios procede del único Espíritu, a través el único Hijo, hasta el único Padre; inversamente la bondad natural, la santificación según la naturaleza, la dignidad real se difunden desde el Padre, por medio del Unigénito, hasta el Espíritu” [6].
En otras palabras, el orden de la creación, o de la salida de las criaturas de Dios, parte desde el Padre, pasa a través del Hijo y llega a nosotros en el Espíritu Santo. El orden del conocimiento o de nuestro regreso a Dios, del cual la liturgia es la expresión más alta, sigue el camino inverso: parte desde el Espíritu, pasa a través del Hijo y termina en el Padre. Esta visión descendiente y ascendiente de la misión del Espíritu Santo está presente también en el mundo latino. El beato Isaac della Stella (siglo XII) la expresa en términos muy cercanos a los de Basilio.
“Así como las cosas divinas bajan hacia nosotros desde el Padre por medio del Hijo y en el Espíritu Santo, así las cosas humanas ascienden al Padre a través del Hijo, en el Espíritu Santo” [7].
No se trata por así decir, de apostar por una u otra de las tres personas de la Trinidad, sino de salvaguardar el dinamismo trinitario de la liturgia. El silencio sobre el Espíritu Santo atenúa inevitablemente el carácter trinitario de la liturgia. Por esto me parece oportuno la llamada de atención que san Juan Pablo II hacía en la Novo millennio ineunte:
“Realizada en nosotros por el Espíritu Santo, nos abre, por Cristo y en Cristo, a la contemplación del rostro del Padre. Aprender esta lógica trinitaria de la oración cristiana, viviéndola plenamente ante todo en la liturgia, cumbre y fuente de la vida eclesial,17 pero también de la experiencia personal, es el secreto de un cristianismo realmente vital, que no tiene motivos para temer el futuro, porque vuelve continuamente a las fuentes y se regenera en ellas” [8].
- La adoración “en el Espíritu”
Tratemos de tomar, a partir de estas premisas, alguna indicación práctica para nuestra forma de vivir la liturgia y hacer que se lleve a cabo una de sus tareas primarias que es la santificación de las almas. El Espíritu no autoriza inventar nuevas y arbitrarias formas de liturgia o modificar por propia iniciativa las existentes (tarea que corresponde a la jerarquía). Él es el único que renueva y da la vida a todas las expresiones de la liturgia. En otras palabras, el Espíritu no hace cosas nuevas, ¡hace nuevas las cosas! El dicho de Jesús repetido por Pablo: “Es el Espíritu que da la vida” (Jn 6, 63; 2 Cor 3, 6) se aplica en primer lugar a la liturgia.
El apóstol exhortaba a sus fieles a rezar “en el Espíritu” (Ef. 6,18; cf. también Judas 20). ¿Qué significa rezar en el Espíritu? Significa permitir a Jesús continuar ejercitando el propio oficio sacerdotal en su cuerpo que es la Iglesia. La oración cristiana se convierte en prolongación en el cuerpo de la oración de la cabeza. Es conocida la afirmación de san Agustín:
“El Señor nuestro Jesucristo, Hijo de Dios es quien que reza por nosotros, que reza en nosotros y que es rezado por nosotros. Reza por nosotros como nuestro sacerdote, reza en nosotros como nuestra cabeza, es rezado por nosotros como nuestro Dios. Reconocemos por tanto en él nuestra voz, y en nosotros su voz” [9].
Es esta luz, la liturgia nos aparece como el “opus Dei”, la “obra de Dios”, no solo porque tiene Dios por objeto, sino también porque tiene a Dios como sujeto; Dios no solo està rezado por nosotros, sino que reza en nosotros. El mismo grito ¡Abbà! que el Espíritu, viniendo a nosotros, dirige al Padre (Gal 4, 6; Rom 8, 15) demuestra que quien reza en nosotros, a través del Espíritu, es Jesús, el Hijo único de Dios. Por sí mismo, de hecho, el Espíritu Santo no podría dirigirse a Dios, llamándolo Abbà, Padre, porque él no es engendrado, sino que solamente “procede” del Padre. Si lo puede hacer, es porque es el Espíritu de Cristo quien continúan en nosotros su oración filial.
Es sobre todo cuando la oración se hace fatiga y lucha que se descubre toda la importancia del Espíritu Santo para nuestra vida de oración. El Espíritu se convierte, entonces, en la fuerza de nuestra oración “débil” (Rom 8, 26), en la luz de nuestra oración apagada; en una palabra, el alma de nuestra oración. Realmente, él “riega lo que está seco”, como decimos en la secuencia en su honor.
Todo esto sucede por la fe. Basta que yo diga o piense: “Padre, tú me has donado el Espíritu de Jesús; formando, por eso, “un solo Espíritu”, con Jesús, yo recito este salmo, celebro esta santa misa, o estoy simplemente en silencio, aquí en tu presencia. Quiero darte esa gloria y esa alegría que te daría Jesús, si fuera él quien te rezara todavía desde la tierra”.
El Espíritu Santo vivifica de forma particular la oración de adoración que es el corazón de toda oración litúrgica. Su peculiaridad deriva del hecho que es el único sentimiento que podemos nutrir solo y exclusivamente hacia las personas divinas. Es lo que distingue el culto de latría, del de dulía reservado a los santos y de hiperdulía reservado a la Santa Virgen. Nosotros veneramos a la Virgen, no la adoramos, contrariamente a lo que algunos piensan de los católicos.
La adoración cristiana es también la trinitaria. Lo es en su desarrollarse, porque es adoración dirigida “al Padre, por medio del Hijo, en el Espíritu Santo” y lo es en su término, porque es adoración hecha, juntos “al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”.
En la espiritualidad occidental, quien ha desarrollado más a fondo el tema de la adoración ha sido el cardenal Pierre de Bérulle (1575-1629). Para él, Cristo es el perfecto adorador del Padre, a quien es necesario unirse para adorar a Dios con una adoración de valor infinito[10]. Escribe:
“De toda la eternidad, había un Dios infinitamente adorable, pero no había aún un adorador infinito; […] Tu eres ahora, oh Jesús, este adorador, este hombre, este servidor infinito por potencia, cualidad y dignidad, para satisfacer plenamente este deber y hacer este homenaje divino” [11].
Si hay una laguna en esta visión que también ha dado a la Iglesia frutos bellísimo y ha plasmado la espiritualidad francesa por varios siglos, esta es la misma que hemos destacado en la constitución del Vaticano II: la insuficiente atención acordada al rol del Espíritu Santo. Del Verbo encarnado, el discurso de Bérulle pasa a la “corte real” que lo sigue y lo acompaña: la Santa Virgen, Juan Bautista, los apóstoles, los santos; falta el reconocimiento del rol esencial del Espíritu Santo.
En cada movimiento de regreso a Dios, nos ha recordado san Basilio, todo parte del Espíritu, pasa a través del Hijo y termina en el Padre. Por tanto, no basta con recordar de vez en cuando que también existe el Espíritu Santo; es necesario reconocer su papel de eslabón esencial, tanto en el camino de salida de las criaturas de Dios como en el de regreso de las criaturas a Dios. El abismo existente entre nosotros y el Jesús de la historia está colmado por el Espíritu Santo. Sin él, todo en la liturgia no es más que la memoria; con él, todo es también presencia.
En el libro del Éxodo, leemos que, en el Sinaí, Dios indicó a Moisés una cavidad en la roca, oculto dentro de ella habría podido contemplar su gloria sin morir (cf. Ex 33, 21). Al comentar este pasaje, el mismo san Basilio escribe:
“¿Cuál es hoy, para nosotros los cristianos, esa cavidad, ese lugar en el que podemos refugiarnos para contemplar y adorar a Dios? ¡Es el Espíritu Santo! ¿De quien lo sabemos? Por el mismo Jesús que dijo: ¡Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y verdad!” [12].
¡Qué perspectivas, qué belleza, qué poder, qué atracción confiere todo esto al ideal de adoración cristiano! ¿Quién no siente la necesidad de ocultarse de vez en cuando, en el vórtice giratorio del mundo, en aquella cavidad espiritual para contemplar a Dios y adorarlo como Moisés?
- La oración de intercesión
Junto a la adoración, un componente esencial de la oración litúrgica es la intercesión. En toda su oración, la Iglesia no hace más que interceder: por ella y por el mundo, por los justos y por los pecadores, por los vivos y por los muertos. También esta es una oración que el Espíritu Santo quiere animar y confirmar. De él, san Pablo escribe:
“El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Rm 8, 26-27).
El Espíritu Santo intercede por nosotros y nos enseña a interceder, a su vez, por los demás. Hacer una oración de intercesión significa unirse, en la fe, a Cristo resucitado que vive en un constante estado de intercesión por el mundo (cf. Rm 8, 34; Hb 7, 25; 1 Jn 2, 1). En la gran oración con la que concluyó su vida terrena, Jesús nos ofrece el ejemplo más sublime de intercesión:
“Ruego por ellos, por los que me has dado. […] Guárdalos en tu nombre. No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno. Santifícalos en la verdad. […] No ruego sólo por éstos, sino también por los que han de creer en mí…”(cf. Jn 17, 9 ss).
Del Siervo sufriente se dice, en Isaías, que Dios le premia con las multitudes “porque cargó con los pecados de muchos e intercedió por los transgresores” (Is 53, 12): Esta profecía ha encontrado su perfecto cumplimiento en Jesús, que, en la cruz, intercede por sus crucifixores (cf. Lc 23, 34).
La eficacia de la oración de intercesión no depende de “multiplicar las palabras” (cf. Mt 6, 7), sino del grado de unión que se puede lograr con las disposiciones filiales de Cristo. Más que palabras de intercesión, se debe, en todo caso, multiplicar los intercesores, es decir, invocar la ayuda de María y de los santos. En la fiesta de Todos los Santos, la Iglesia pide a Dios ser escuchada “por la abundancia de los intercesores” (“multiplicatis intercessoribus”).
Se multiplican los intercesores también cuando oramos los unos por los otros. San Ambrosio dice:
“Si sólo ruegas por ti, también tú serás el único que suplica por ti. Y, si todos ruegan solamente por sí mismos, la gracia que obtendrá el pecador será, sin duda, menor que la que obtendría del conjunto de los que interceden si éstos fueran muchos. Pero, si todos ruegan por todos, habrá que decir también que todos ruegan por ti, porque incluido entre todos aquellos ” [13].
La oración de intercesión es tan agradable a Dios, porque es la más libre de egoísmo, refleja más de cerca la gratuidad divina y concuerda con la voluntad de Dios, que quiere que “todos los hombres se salven” (cf. 1 Tim 2, 4). Dios es como un padre compasivo que tiene el deber de castigar, pero que busca todas las excusas posibles para no tener que hacerlo y es feliz, en su corazón, cuando los hermanos del culpable lo retienen de hacerlo.
Si faltan estos brazos fraternales extendidos hacia él, se queja en la Escritura: “Y vio que no había hombre, y se maravilló que no hubiera quien se interpusiese” (Is 59, 16). Ezequiel nos transmite este lamento de Dios: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé” (Ez 22, 30).
La palabra de Dios resalta el extraordinario poder que tiene junto a Dios, por su misma disposición, la oración de quienes ha puesto a la guía de su pueblo. Se dice en un salmo que Dios había decidido exterminar a su pueblo debido al ternero de oro, “si Moises no hubiera estado en la brecha, delante de Él para desviar su cólera”. (cf Sal 106, 23).
A los pastores y a las guías espirituales yo oso decir: cuando en la oración escuchan que Dios está airado con el pueblo que les ha sido confiado, ¡no se alineen en seguida con Dios, sino con el pueblo! Así hizo Moisés, hasta protestar de querer ser expulsado él mismo, con ellos, del libro de la vida. (cf Es 32, 32), y la Biblia hace entender que esto era exactamente lo que Dios deseaba, porque Èl “abandonó el propósito de castigar a su pueblo”.
Cuando se está delante del pueblo, entonces tenemos que dar razón, con toda la fuerza, a Dios. Peró Moisés cuando poco después se encontró delante del pueblo, entonces se encendió su ira: rompió el ternero de oro, desparramó el polvo en el agua y le hizo tragar el agua a la gente (cf Es 32, 19 ss). Solamente quien defendió al pueblo delante de Dios y llevó el peso de su pecado, tiene el derecho -y tendrá el coraje- después, de gritar contra eso, en defensa de Dios, como hizo Moisés.
Terminamos proclamando juntos el texto que refleja mejor el lugar del Espíritu Santo y la orientación trinitaria de la liturgia, o sea la dosología final del canon romano: “Por Cristo, con Cristo y en Cristo, a ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, cada honor y cada gloria por los siglos de los siglos, Amén”.
[1] Cf. I. Ker, Newman, the Councils, and Vatican II, in “Communio”. International Catholic Review, 2001, pp. 708-728.
[2] Juan Pablo II, Carta apostolica A Concilio Constantinopolitano I, 25 marzo 1981, in AAS 73 (1981) 515-527.
[3] R.Guardini, Vom Geist del Liturgie, 23 ed., Grünewald 2013; J. Ratzinger, Der Geist del Liturgie, Herder, Freiburg, i.b., 2000.
[4]Storia del Concilio Vaticano II, a cura di G. Alberigo, Bologna 1999, III, p 245 s.
[5] SC, 7.
[6] S. Basilio di Cesarea, De Spiritu Sancto XVIII, 47 (PG 32 , 153).
[7] B. Isacco della Stella, De anima (PL 194, 1888).
[8] NMI, 32.
[9] Augustin, Enarrationes in Psalmos 85, 1: CCL 39, p. 1176.
[10] M. Dupuy, Bérulle, une spiritualité de l’adoration, Paris 1964.
[10] M. Dupuy, Bérulle, une spiritualité de l’adoration, Paris 1964. .[11] P. de Bérulle, Discours de l’Etat et des grandeurs de Jésus (1623), ed. Paris 1986, Discours II, 12.
[12] S. Basilio, De Spiritu Sancto, XXVI,62 (PG 32, 181 s.).
[13] Ambrosio, De Cain et Abel, I, 39 (CSEL 32, p. 372).
El cardenal Pell rechaza acusaciones y pide investigación
El purpurado australiano pidió una investigación pública sobre la fuga de noticias y dijo que “si la policía desea hacerle preguntas” él va a cooperar, “como lo ha hecho siempre en todas las consultas públicas”.
La fuga de declaraciones a la policía, constituye un ataque “para hacer el máximo daño al Cardenal y la Iglesia Católica”, declaró el purpurado en un comunicado difundido hoy por la Sala de Prensa de la Santa Sede, y pidió al Primer Ministro y al Ministro del Interior de Australia que investiguen inmediatamente la filtración de estas acusaciones.
El cardenal Pell señaló que la fuga de noticias sucede una semana antes de las declaraciones que él dará ante la Comisión Real, lo que significa atacar públicamente a un testigo, ya que el purpurado depondrá el 29 de febrero, en videoconferencia desde Roma, en donde trabaja en la gestión de las finanzas del Vaticano.
El cardenal ya ha declarado personalmente en una Investigación del Parlamento de Victoria y dos veces ante la Real Comisión, durante las visitas públicas que ha realizado en Sídney en 2014. La Policía de Victoria se negó a comentar sobre la fuga de noticias.
Las conclusiones publicadas en el 2002, por la Southweel, una comisión independiente comisionada parte de la Iglesia, que lleva el nombre del juez retirado del Tribunal Supremo de Victoria, Alec Southwell, excluyó al cardenal del delito de haber abusado de un monaguillo en 1962. El cardenal se mostró seguro de que la policía va a llegar rápidamente a la conclusión de que las acusaciones son falsas.
Los Niños Cantores de Perú inician en el Vaticano su gira europea
Estaba allí presente la nueva embajadora de Perú ante la Santa Sede, Elvira Velásquez, funcionaria diplomática, que presentó sus credenciales al papa Francisco el 7 de diciembre pasado.
La directora del coro, Mónica Canales, indicó que ellos son una institución oficial del Ministerio de Cultura de Perú. “Representamos a nuestro país difundiendo la música peruana y la universal tanto en Perú como en el extranjero” dijo.
“Hoy hemos participado -indicó la directora- cantando en una ceremonia en la basílica de San Pedro en Roma y damos inicio así a esta gira que incluye a nueve ciudades de Italia y a una de Suiza”.
Entre los lugares en donde va a participar el coro, figuran entre otros los conciertos en la ciudad de Asís, en el teatro All’Antica de la ciudad de Sabbioneta, en el teatro Bibiena de Mántova, y la catedral de Milán, donde concluye la gira participando en un oficio religioso.
“Quiero agradecer la iniciativa a la entidad Nausica Opera International de Parma. Ellos ya habían trabajado en proyectos de cultura y decidieron hacerlo con el Coro Nacional de niños”. Añadió que además “fue fundamental para que los niños estén aquí, el apoyo del Ministerio de Cultura y del patronato formado por los padres de los niños, así como el empeño de la embajada de Perú ante la Santa Sede”.
La directora del coro señaló que han venido 30 de los 45 que forman el grupo de los mayores del coro, con edad entre los 12 y 16 años. Sobre el repertorio señaló: “Vamos a abarcar tanto músicas peruanas como universales. Cantaremos el Stabat Mater de Pergolesi y pondremos mucho énfasis en la música peruana y popular”.
El coro compuesto por sopranos y medio-sopranos, además va a estrenar algunas obras del maestro peruano Alejandro Núñez Ayauca, quien radica actualmente en Lugano, tras vivir mucho tiempo en Milán.
En el repertorio figuran además obras peruanas multilingües, “no solamente en castellano sino también en quechua, que era el idioma de los incas y otros idiomas como el ashaninka y shipibo, de minorías autóctonas pero que son parte de nuestro rico acerbo musical” dijo. Y concluyó señalando que tendrán conciertos casi todos los días y que el 28 regresarán a Lima.
El maestro Omar Rojas, encargado del entrenamiento de grupo de los más grandes junto a la directora Canales señaló que “el Coro Nacional de Niños de Perú está conformado por tres grupos de chicos, de 6 a 8 que son los más pequeñitos, le siguen los de 9 a 11 y los que han venido aquí son 12 a 16, y cada grupo tiene sus maestros”. Precisó que “el resto de grupos están en este momento iniciando la temporada 2016 en Lima, con sus respectivos maestros, mis colegas”.
Francisco, los indígenas y sus culturas
VER
Seguimos con el buen sabor que nos dejó la reciente visita del Papa Francisco a México, por su presencia sencilla y cercana, por sus mensajes profundos, por su invitación a ser una Iglesia no encerrada en la comodidad de su posición y de su doctrina, sino samaritana con las periferias humanas y existenciales. Ahora es el tiempo de meditar lo que nos dijo, para que nos convirtamos a una mayor fidelidad al Evangelio, que es lo que al Papa interesa. No vino a promoverse a sí mismo, sino a exigirnos que vivamos más al estilo de Jesús.
Su mensaje en nuestra diócesis nos lleva a valorar más las culturas aborígenes, e incluso a pedir perdón por haberles menospreciado tanto.
La simbología del altar es precisamente para hacer ver que la fe y la Iglesia se encarnan en una cultura concreta, en un tiempo y en un lugar determinados. Por ello, al fondo estaba una réplica de nuestra catedral, signo de siglos de historia evangelizadora. Presidió toda la celebración la imagen de Jesucristo crucificado, pues el Papa no le quita su lugar a Jesús, sino que es su representante visible entre nosotros.
El ambón, donde se proclama la Palabra de Dios, tiene la figura de una mazorca de maíz, el alimento ordinario de nuestros pueblos, pues la Palabra de Dios es el alimento divino, hecha historia y cultura.
El altar papal estaba asentado sobre la pirámide de Palenque, simbolizada en las gradas que ascienden desde la tierra hasta el altar. La fe cristiana no elimina las raíces de las culturas, no nos desconecta de la tierra y de la historia, sino que las plenifica en Cristo, las hace crecer y madurar en El. La pirámide de Palenque es la expresión de toda una historia maya, hecha de luchas, guerras y conquistas internas, pero también de sabiduría, de arquitectura, de astronomía, de religiosidad. La fe no destruye la historia ni la cultura, sino que la asume, para transformarla en Cristo.
El altar también evoca las cascadas de Agua Azul, expresión de vida, belleza, armonía y exuberancia de nuestra selva. Desde el altar, Cristo genera agua viva, agua de vida eterna, agua que da esperanza y sentido a la misma naturaleza. Pusimos las cascadas y la pirámide no por motivos turísticos, sino porque en Cristo todo es vida nueva en plenitud. Quien se acerca al altar, encuentra vida, pero vida enraizada en la historia y en la madre y hermana tierra.
A los lados del altar, pusimos diversos animales, como palomas, jaguares, gallos y gallinas, expresión de la naturaleza con la que convivimos, y que adquiere en Cristo su significado de vida en abundancia. Además, estaban los tejidos típicos de Zinacantán, manifestación del trabajo de mujeres tsotsiles, que les dan vida y orgullo. No son motivos meramente folclóricos, ni propaganda turística, sino que hay razones bíblicas, teológicas, litúrgicas y espirituales, que le dan otra dimensión. Este es Chiapas, que en Cristo adquiere pleno sentido y valor perenne. Esta es nuestra Iglesia, que se hace autóctona, inculturada, enraizada en una historia y en una cultura, para que en Cristo alcance su madurez pascual, para la vida digna de nuestros pueblos.
PENSAR
El Papa Francisco fue muy enfático al invitarnos a tomar en cuenta nuestras culturas. Empezó su homilía con unas palabras en tsotsil: Li smantal Kajvaltike toj lek: La ley del Señor es perfecta del todo.Citó el Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, descubriendo en una de sus frases algo que se ilumina con la luz de Cristo: “El alba sobrevino sobre las tribus juntas. La faz de la tierra fue enseguida saneada por el sol”. Este anhelo, este sueño y este deseo de los antepasados, se cumple en Jesús, como dijo el Papa: “El alba sobrevino para los pueblos que una y otra vez han caminado en las distintas tinieblas de la historia. Nuestro Padre no sólo comparte ese anhelo; Él mismo lo ha estimulado y lo estimula al regalarnos a su hijo Jesucristo. En Él encontramos la solidaridad del Padre caminando a nuestro lado. En Él vemos cómo esa ley perfecta toma carne, toma rostro, toma la historia para acompañar y sostener a su Pueblo; se hace Camino, se hace Verdad, se hace Vida, para que las tinieblas no tengan la última palabra y el alba no deje de venir sobre la vida de sus hijos”.
Y más adelante: “Muchas veces, de modo sistemático y estructural, vuestros pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. ¡Perdón!, perdón hermanos. El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita a ustedes. Los jóvenes de hoy, expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas, características y diversidades culturales en pos de un mundo homogéneo, necesitan estos jóvenes que no se pierda la sabiduría de sus ancianos”.
ACTUAR
Meditemos lo que Dios nos ha expresado por mediación del Papa, y cambiemos aquellas actitudes que no sean conformes con el Evangelio.
El presidente Santos pide a los obispos colombianos seguir apoyando el proceso de paz
Al intervenir en la Asamblea Plenaria, el mandatario pidió a los obispos “seguir apoyando el proceso desde sus regiones y orar por la paz de Colombia”.
A modo de entrevista, el presidente Santos, que estaba acompañado por Manuel José Sepúlveda, expresidente de la Corte Constitucional, explicó a los miembros de la Conferencia Episcopal cada una de las fases de dicho proceso.
“Durante esta intervención se abordaron temas como la justicia transicional, el papel de la jurisdicción especial para la paz, la seguridad jurídica, las garantías de no repetición, el tribunal para la paz, entre otros”, señala la CEC en su página web.
“En esta ocasión los obispos tuvieron la oportunidad de intervenir con preguntas, no sólo sobre el proceso de paz, sino de varios temas que afectan la realidad social del país como los son el Quimbo, la educación, la familia, el postconflicto y el ELN”, concluye la breve nota.
La reunión entre el presidente Juan Manuel Santos y los prelados colombianos duró cerca de dos horas y fue a puerta cerrada.
Las negociaciones entre la guerrilla de las FARC y el Gobierno continúan en La Habana, donde las partes buscan garantizar el fin del conflicto, la reconciliación nacional y la construcción de una paz estable y duradera para la nación sudamericana.
En varias ocasiones, el papa Francisco invitó a poner fin a más de medio siglo de violencia en el país, que ha dejado unos 220 mil muertos, decenas de miles de desaparecidos y más de 7 millones de víctimas.
En esta línea, el jefe de los negociadores del Gobierno colombiano en el diálogo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Humberto de la Calle, manifestó recientemente que el Santo Padre jugó un papel significativo en el acuerdo sobre justicia.
“El Papa jugó un papel muy significativo por la paz e igualmente significativo será en el futuro. El Papa conversó en dos ocasiones con el presidente Santos y estuvo enterado, y brindó un gran apoyo moral al proceso de paz, y un mensaje de búsqueda de la paz con justicia”, afirmó De la Calle en una rueda de prensa en la Casa de Nariño.
El alto funcionario dijo además que el Pontífice, “en su condición de liderazgo y en el mensaje que emite va a continuar colaborando en el proceso de la paz en Colombia durante su papado, y tendrá una presencia significativa desde una perspectiva espiritual”.
Por su parte, el papa Francisco reconoció que intervino personalmente a favor del compromiso alcanzado por la paz en Colombia, al concluir su gira por Cuba y Estados Unidos. “Tenemos que llegar a marzo, al acuerdo definitivo. Queda pendiente que se desarrolle el acuerdo de la justicia internacional. Yo me quedé contentísimo y me sentí parte, porque yo siempre quise esto. Hablé dos veces con el presidente Santos sobre este problema, y la Santa Sede está muy abierta a ayudar como pueda”, manifestó el Santo Padre en la rueda de prensa del avión que le llevaba de Estados Unidos a Roma el pasado mes de septiembre. “Señor, haz que lleguemos a marzo, que se logre esta bella intención, porque faltan pequeñas cosas pero la voluntad existe, de ambas partes”, dijo el Pontífice al conocer la noticia de un posible pacto.
Hace una semana, el propio presidente colombiano anunció en un acto público que, aunque todavía no se conoce la agenda o las ciudades a visitar, el papa Francisco viajará al país en el primer semestre de 2017. También el Santo Padre indicó hace unos días, en el viaje de ida a Cuba para su encuentro con el patriarca Kirill, que si el proceso de paz avanza y se firma, irá a Colombia en la primera mitad de 2017.
Bolivia: el obispo de El Alto pide que no se politice la tragedia en el ayuntamiento
“Las divergencias políticas, las diversidades ideológicas no pueden nunca arreglarse con la violencia. El camino del diálogo, el camino del respeto, de la honra a la vida humana son fundamentales”, ha señalado monseñor Scarpellini en una declaración a los medios, que fue leída junto a la de la alcaldesa de la ciudad de El Alto, Soledad Chapetón.
“Todos meditemos sobre esta jornada, y que nadie se atreva a usar las vidas humanas para sus fines políticos”, ha manifestado el prelado, al tiempo que ha pedido a los responsables materiales e intelectuales que se entreguen a la justicia, a la ciudad de El Alto y al país.
“Dios que es misericordioso y los perdonará de estas cosas porque es más grande que nosotros, pero el perdón de Dios no elimina el compromiso, necesidad y responsabilidad de presentarse frente a una ciudadanía, el perdón de Dios va casado con la justicia humana porque solo así tendremos esperanza hacia el futuro”, ha afirmado monseñor Scarpellini, según recoge la propia página web de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB).
“Los que actúan encapuchados son unos cobardes y viles… y si algo de conciencia les queda en su corazón muestren su cara y respondan de sus actos, solo así la población irá adelante, aceptar un error y pedir disculpas es el único camino para un futuro mejor, en nuestro país no tenemos que tener encapuchados, pues no permite a un país caminar en esperanza, serenidad y democracia”, ha advertido.
El obispo también ha dicho que la policía deberá responder a la población alteña por no haber acudido a tiempo al lugar de los hechos. “Seguramente a todos nos ha maravillado la ausencia de la policía que esta a muy pocos metros del lugar de los hechos, no podemos explicarnos porque no estuvieron, ellos tendrán que responder frente a la ciudadanía y a los que investigarán estos hechos”, ha observado.
El grave episodio ocurrió al término de una manifestación en la que participaban activistas políticos, y que organizaron unos padres de familia que exigen más medios para las escuelas de El Alto. Seis personas fallecieron asfixiadas por el humo durante el saqueo y el incendio de las oficinas del gobierno municipal.
El presidente Evo Morales ha pedido dar con los responsables de los hechos criminales y la Fiscalía ha creado una comisión de investigación. Al cierre de esta edición, hay cuatro personas detenidas.
España: Abogados Cristianos denuncian a la alcaldesa Ada Colau y a la autora de una ‘oración blasfema’
Presuntamente, Ada Colau podría haber cometido un delito por omisión del deber de perseguir delitos, tipificado en el artículo 408 del Código Penal, según ha informado Abogados Cristianos.
“Es intolerable que los poderes públicos aplaudan y promuevan este tipo de actos ofensivos contra las creencias mayoritarias de nuestro país”, ha manifestado la presidenta de esta asociación, Polonia Castellanos.
“El Padrenuestro es la oración principal para católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes. Hacer escarnio de ella es una grave ofensa para millones de ciudadanos”, ha explicado Castellanos.
Por este motivo, Abogados Cristianos también ha interpuesto otra denuncia contra Dolors Miquel, la autora de los versos blasfemos, que podría haber cometido un delito contra los sentimientos religiosos, tipificado en el artículo 525.1 del vigente Código Penal.
Este texto grosero ya lo había publicado Dolors Miquel en un poemario de 2006 titulado Missa pagesa (Misa campesina), definido como “un poemario en forma de misa, laica, que quiere ser un canto a la vida y la naturaleza”.
El papa Francisco y las células madre
En dicha entrevista, Izpisua afirma que el papa Francisco apoya sus investigaciones con células madre humanas «pues éstas no presentan problemas éticos ya que están dirigidas a ayudar a la humanidad».
Este presunto apoyo del Papa al uso de las células madre humanas para experiencias biomédicas, ha suscitado una viva polémica, pues es de sobra conocido que en muchos de los experimentos de Izpisua, y concretamente en los que en su artículo de Nature lleva a cabo, utiliza células madre embrionarias humanas, cuyo uso carece de la mínima base ética, pues para obtener dichas células hay que inevitablemente destruir embriones humanos.
No voy a entrar aquí en si el beneplácito para trabajar con dichas células fue concedido o no por el Pontífice, cosa que personalmente dudo, sobre todo después de lo manifestado por el portavoz vaticano Federico Lombardi, quien preguntado sobre ello por el medio italiano, “Il Sismografo”, en un artículo publicado con fecha 28 de enero de 2016, manifestaba que «es absolutamente infundado que el papa Francisco se hay pronunciado estimulando este tipo de investigaciones», lo que creo que zanja la polémica sobre lo que el papa Francisco opina acerca del uso de células madre embrionarias humanas para investigaciones biomédicas.
Pero el artículo de “Scientific American” nos da pie para reflexionar sobre la eticidad de producir órganos humanos en animales.
Por todos es conocido que los órganos humanos para trasplantes escasean, por lo que encontrar una solución para ello es un problema médico importante. Entre las soluciones que se proponen es crear quimeras humano-animales, en las que se puedan desarrollar órganos cuasi-humanos, que puedan ser después utilizados para trasplantes. Solución que en un principio parece muy razonable. Sin embargo, la misma conlleva importantes dificultades éticas, que paso sucintamente a analizar.
La primera, como ya se ha comentado, es que para la creación de dichos órganos se parte del uso de células madre embrionarias humanas. Hasta ahora, solamente se ha publicado un artículo, el de la revista Nature anteriormente referido, en el que se haya descrito dichas experiencias, y en él especialmente se indica que las células utilizadas son embrionarias humanas las que se transfieren a embriones de ratas. Posteriormente afirman los investigadores que se intentará hacerlo en embriones de mamíferos superiores, especialmente cerdos.
Pero al margen de dicha polémica, estos trabajos en sí mismos merecen un brevísimo comentario. Desde un punto de vista biomédico, el utilizar células madre embrionarias humanas implica: a) que los órganos producidos puedan sufrir rechazo inmunológico al ser trasplantados; b) que por ser las células madre embrionarias tan indiferenciadas, puedan desarrollar tumores en los órganos producidos y c) que el pasar de utilizar ratones a cerdos implica complicaciones biomédicas por ahora desconocidas.
Pero sin duda, lo principal son las dificultades éticas derivadas del uso de células madre embrionarias humanas. Para tratar de solucionar este problema, Izpisua y su grupo afirman que quieren en un futuro usar células somáticas humanas reprogramadas, las células iPS. En teoría, estas células se podrían obtener del propio paciente que requiere el trasplante de un órgano, lo que obviaría los problemas inmunológicos, a la vez que por ser menos indiferenciadas, se reduciría el riesgo de padecer tumores. Pero además, al no requerir el uso de células madre embrionarias humanas, las dificultades éticas que su uso comporta, desaparecerían. Todo ventajas.
Sin embargo, no terminan aquí las dificultades médicas y éticas, pues experiencias recientes con células iPS han demostrado que en el proceso de reprogramación celular se pueden producir alteraciones genómicas, por el momento no bien controladas. Ello ha hecho que el primer ensayo clínico iniciado con células iPS para tratar una enfermedad ocular, la degeneración macular asociada a la edad, haya sido suspendido. Es decir, que por el momento tampoco se puede dar por sentado la inequívoca utilidad de las células iPS para la producción de los deseados órganos en quimeras humano-animales.
Todo lo anterior mantiene en entredicho el uso de células madre embrionarias humanas para la producción de órganos animales desde un punto de vista biológico.
Pero aún van más allá las dificultades éticas de la producción de órganos cuasi- humanos en animales. Es sabido que las células humanas trasplantadas a los embriones animales pueden colonizar gran parte de sus órganos, entre ellos el cerebro y los órganos germinales. Es decir, se podría desarrollar un cerebro cuasi-humano en el animal o modificar su línea germinal, por lo que las modificaciones genéticas introducidas podrían transmitirse a los descendientes. Ambas posibilidades éticamente inadmisibles.
Ello ha condicionado que este tipo de experiencias hayan merecido un gran rechazo por parte de las autoridades sanitarias estadounidenses, hasta tal punto que, al propio Izpisúa, el Instituto de Salud Norteamericano, el NIH, le ha retirado las subvenciones, no exiguas, pues se le habían concedido 500 millones al año, durante cinco años. Y además de ello hace unos meses, los propios NIH, le enviaron una notificación personal para que, por el momento, cesara en su proyecto de crear órganos cuasi-humanos en animales.
Creo que al margen de lo manifestado por el padre Lombardi, las circunstancias médicas y éticas aquí comentadas deben dar por zanjada una polémica que en ningún momento debería haberse iniciado.
Justo Aznar, Director del Instituto de Ciencias de la Vida
Observatorio de Bioética, Universidad Católica de Valencia www.observatoriobioetica.org
Beata Jacinta Marto – 20 de febrero
Junto con su hermano, el pequeño Francisco, y su prima Lucía, Jacinta compone la tríada de pastorcitos a los que se les apareció la Virgen María en Fátima. Francisco nació en Ajustrel el 11 de junio de 1908, y Jacinta vino al mundo en esa misma localidad el 11 de marzo de 1910. Lucía era la mayor, nació el 22 de marzo de 1907. Fue la superviviente de los tres. Falleció el 13 de febrero de 2005. Ella y los dos hermanos compartían confidencias, jugaban y rezaban unidos mientras cuidaban del rebaño. Lucía les hablaba de Cristo. El prodigio que aconteció con los niños se produjo entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917. El lugar elegido por la Virgen para hacerse presente ante ellos fue Cova da Iría. Como les sucedió a otros videntes, los pastorcitos también sintieron su corazón henchido de amor por Dios y por la humanidad, disponiéndose a ofrecer sus sufrimientos para rescate de los pecadores.
Sus desdichas aparecieron desde el primer instante en el que hicieron partícipes a otros de la celeste visión. Fueron objeto de malas interpretaciones y calumnias, perseguidos y encarcelados. Pero todo lo soportaron con paciencia y humildad dando pruebas de heroica fortaleza, pese a su corta edad. En particular Francisco actuó con hombría cuando fueron amenazados de muerte, a menos que declararan falsas las apariciones. Él infundió valor a Jacinta y a Lucía. Los tres se mantuvieron firmes: «Si nos matan no importa; vamos al cielo». De forma específica se hizo patente su espíritu martirial cuando le engañaron llevándose a su hermana, a la que supuestamente iban a sacrificar: «No se preocupen, no les diré nada; prefiero morir antes que eso». También fue palpable su inocencia evangélica y candor en el transcurso de su enfermedad. Siempre deseó consolar a Dios y a la Virgen en los que le pareció entrever su tristeza: «¿Nuestro Señor aún estará triste? Tengo tanta pena de que Él este así. Le ofrezco cuanto sacrificio yo puedo», confió a su prima. El Padre se llevó tempranamente junto a Él a este pequeño beato el 4 de abril de 1919.
Su hermana Jacinta, impresionada también por la pavorosa visión del infierno, oraba por la conversión de los pecadores: «¡Qué pena tengo de los pecadores! ¡Si yo pudiera mostrarles el infierno!». Ella, como su hermano y su prima, no ahorró mortificaciones ni sacrificios. Las apariciones pusieron al descubierto su espíritu misionero. Así como Francisco experimentaba inclinación a consolar a Dios y a María, Jacinta quería convertir a las almas rescatándolas del infierno. El amor a Dios la devoraba: «¡Cuánto amo a nuestro Señor! A veces siento que tengo fuego en el corazón pero que no me quema». Obtuvo la gracia de ver los sufrimientos del Santo Padre, que narró a su hermano y a su prima. Entonces unieron sus oraciones y elevaron insistentes plegarias por él, a la par que ofrecían sacrificios.
Los dos hermanos fueron testigos de hechos prodigiosos realizados por mediación de María, que se hizo eco de sus súplicas. Cuando veían que la atención recaía en ellos por haber sido agraciados con las visiones, actuaban con la misma sencillez y humildad de siempre, huyendo de la notoriedad. En concreto Jacinta fue bendecida con apariciones de la Virgen de la que no fueron testigos ni Francisco ni Lucía. Ésta admiraba a su prima; la vio madurar después de haberse comprometido con María a ofrecer su vida y aficiones –como el baile que le agradaba sobremanera– por los pecadores. Antes se había dejado llevar por un carácter voluble y oscilante que según fuesen las circunstancias se tornaba en gozo o en llanto.
Cuando al paso de los años Lucía hizo memoria de su acontecer, manifestó: «Jacinta fue, según me parece, aquella a quien la Santísima Virgen comunicó mayor abundancia de gracia, conocimiento de Dios y de la virtud. Tenía un porte siempre serio, modesto y amable, que parecería traslucir en todos sus actos una presencia de Dios propia de personas avanzadas ya en edad y de gran virtud. Ella era una niña solo en años […]. Es admirable cómo captó el espíritu de oración y sacrificio que la Virgen nos recomendó. Conservo de ella una gran estima de santidad». Otra de las características de Jacinta fue su devoción por el Sagrado Corazón de Jesús, unida a la que sentía por María, y una especial dilección por el Santo Padre al que tenía presente en su ofrenda personal y en las oraciones compartidas con su hermano y con su prima.
La Virgen había advertido a Francisco y a Jacinta que sus vidas serían breves. Ésta padeció mucho antes de morir por una llaga abierta en el pecho, producto de la pleuresía que se infectó por falta de higiene: «Sufro mucho; pero ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para desagraviar al Corazón Inmaculado de María», confió a su prima Lucía. En una aparición, María le aseguró que vendría a buscarla. Voló a los brazos del Padre en un centro hospitalario de Lisboa, donde la llevaron casi in extremis esperando que se recuperara, el 20 de febrero de 1920, a los 10 años de edad. Ambos hermanos fueron trasladados al santuario de Fátima. Al abrir el sepulcro de Francisco vieron que el rosario que colocaron sobre su pecho aparecía enredado en sus dedos. En cuanto a Jacinta, al trasladarla al santuario, 15 años después de su muerte, constataron que su cuerpo estaba incorrupto. El 18 de abril de 1989 Juan Pablo II declaró venerables a los dos hermanos. Y el 13 de mayo de 2000, en el transcurso de su visita a Fátima, los beatificó en presencia de Lucía, la tercera vidente.