Jesús en la Cruz

(ZENIT/HSM - San Gioacchino in Prati)

Comentario a la liturgia dominical – Viernes Santo

Ciclo C. Textos: Is 52, 13-53, 12; Heb 4, 14-16; 5, 7-9; Jn 18, 1- 19, 42

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P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).

Idea principal: Dios no nos amó en broma. ¡Miremos la cruz!

Síntesis del mensaje: El Viernes Santo es el día del año donde la misericordia de Dios llegó hasta el extremo y la locura. Jesús hoy nos repite a nosotros lo que dijo un día a la beata Angela da Foligno cuando estaba meditando la pasión del Señor: «¡No te he amado de broma!». Tiene razón Jesús cuando nos repite hoy, desde lo alto de su cruz, con las palabras de la liturgia: «Pueblo mío, ¿qué más podía hacer por ti que aún no haya hecho? ¡Respóndeme! «. ¡Miremos la cruz!

Puntos de la idea principal: las palabras que dirigió el Papa emérito Benedicto XVI después del Via Crucis del Viernes Santo de 2006 me han parecido cargadas de lo que quisiera hoy desarrollar aquí.

En primer lugar, miremos la Cruz de Cristo. En el espejo de la cruz hemos visto todos los sufrimientos de la humanidad de hoy. En la cruz de Cristo hoy hemos visto el sufrimiento de los niños abandonados, de los niños víctimas de abusos; las amenazas contra la familia; la división del mundo en la soberbia de los ricos que no ven a Lázaro a su puerta y la miseria de tantos que sufren hambre y sed. Pero también hemos visto «estaciones» de consuelo. Hemos visto a la Madre, cuya bondad permanece fiel hasta la muerte y más allá de la muerte. Hemos visto a la mujer valiente que se acerca al Señor y no tiene miedo de manifestar solidaridad con este Varón de dolores. Hemos visto a Simón, el Cirineo, un africano, que lleva la cruz juntamente con Jesús. Y mediante estas «estaciones» de consuelo hemos visto, por último, que, del mismo modo que no acaban los sufrimientos, tampoco acaban los consuelos”. Dios no nos ha amado en broma.

En segundo lugar, sigamos mirando la Cruz de Cristo. Hemos visto cómo san Pablo encontró en el «camino de la cruz» el celo de su fe y encendió la luz del amor. Hemos visto cómo san Agustín halló su camino. Lo mismo san Francisco de Asís, san Vicente de Paúl, san Maximiliano Kolbe, la madre Teresa de Calcuta… Del mismo modo también nosotros estamos invitados a encontrar nuestro lugar, a encontrar, como estos grandes y valientes santos, el camino con Jesús y por Jesús:  el camino de la bondad, de la verdad; la valentía del amor. Hemos comprendido que el vía crucis no es simplemente una colección de las cosas oscuras y tristes del mundo. Tampoco es un moralismo que, al final, resulta insuficiente. No es un grito de protesta que no cambia nada. El vía crucis es el camino de la misericordia, y de la misericordia que pone el límite al mal:  eso lo hemos aprendido del Papa Juan Pablo II. Es el camino de la misericordia y, así, el camino de la salvación. De este modo estamos invitados a tomar el camino de la misericordia y a poner, juntamente con Jesús, el límite al mal”. Dios no nos ha amado en broma.

Finalmente, alguien podría decir: Sí, es verdad que Cristo nos amó locamente entonces, cuando vivió en la tierra; ¿pero ahora? Ahora que ya no está entre nosotros, ¿qué queda de aquel amor, a no ser un pálido reflejo, tal vez inmortalizado en una cruz que cuelga de la pared? Los discípulos de Emaús decían: «Hace ya tres días que sucedió esto», y nosotros nos sentimos tentados de decir: «¡Hace ya dos mil años…!». Pero se equivocaban, porque Jesús había resucitado y estaba caminando con ellos. Y también nosotros nos equivocamos cuando pensamos como ellos, pues su amor sigue aún en medio de nosotros, «porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5,5). Y ese amor misericordioso sigue derramándose desde su Cruz en cada confesión donde recibimos el perdón de manos del ministro de Dios. Y ese amor misericordioso sigue alimentando nuestra alma en cada comunión que recibimos con fervor y el alma limpia en cada Eucaristía. Y ese amor misericordioso sigue siendo palpable en cada gesto de nuestros padres, de nuestros maestros, de nuestros amigos, de nuestros sacerdotes que se entregan con dedicación, sacrificio y generosidad, sin pedir compensaciones. No, Dios no nos ha amado en broma. Su amor fue, es y será muy serio. Y amor con amor se paga. Al menos eso hacen las almas nobles.

Para reflexionar: ¿Me dejo curar y abrazar por la Cruz de Cristo? ¿Experimento todos los días en la oración y en la participación de los sacramentos ese amor de Cristo que me ha amado y me sigue amando en serio? ¿Soy portador de ese amor misericordioso de Cristo a mis hermanos y hermanas que viven a mi lado y que están llevando una cruz tal vez más pesada que la mía? ¿Alargo también yo mis brazos para echarles una mano, como buen cireneo, o extenderles mi manto para enjugar sus lágrimas y su sangre, como hizo la Verónica con Cristo?

Para rezar: Pidamos al Señor que nos ayude a ser «contagiados» por su misericordia. Pidamos a la santa Madre de Jesús, la Madre de la misericordia, que también nosotros seamos hombres y mujeres de la misericordia, para contribuir así a la salvación del mundo, a la salvación de las criaturas, para ser hombres y mujeres de Dios. Amén.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org

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Antonio Rivero

El padre Antonio Rivero nació en Ávila (España) en 1956. Entró a la congregación de los Legionarios de Cristo en 1968 en Santander (España). Se ordenó de sacerdote en Roma en la Navidad de 1986. Es licenciado en Humanidades Clásicas en Salamanca, en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y en Teología por la Universidad de santo Tomás también en Roma. Es doctor en Teología Espiritual por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) donde defendió su tesis el 16 abril del año 2013 sobre la dirección espiritual en san Juan de Ávila, obteniendo “Summa cum laude”. Realizó su ministerio sacerdotal como formador y profesor de Humanidades clásicas en el seminario en México y España. Fue vicario parroquial en la ciudad de Buenos Aires durante doce años. Durante diez años fue director espiritual y profesor de teología y oratoria en el Seminario María Mater Ecclesiae en são Paulo (Brasil), formando futuros sacerdotes diocesanos. Actualmente es profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y ayuda en el Centro Logos, en la formación de sacerdotes y seminaristas diocesanos. Ha dedicado y dedica también parte de su ministerio sacerdotal a los Medios de Comunicación Social. Ha publicado catorce libros: Jesucristo, Historia de la Iglesia, Los diez mandamientos, Breve catequesis y compendio de liturgia, El tesoro de la Eucaristía, El arte de la predicación sagrada, La Santísima Virgen, Creo en la Vida eterna, Curso de Biblia para laicos, Personajes de la Pasión, G.P.S (Guía Para Santidad, síntesis de espiritualidad católica), Comentario a la liturgia dominical ciclo A, Comentario a la liturgia dominical ciclo B, Comentario a la liturgia dominical ciclo C. Ha grabado más de 200 CDs de formación. Da conferencias en Estados Unidos sobre pastoral familiar, formación católica y juventud. Y finalmente imparte retiros y cursos de formación a religiosas, seminaristas y sacerdotes diocesanos en México, Centroamérica y donde le invitan.

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