(ZENIT – Roma).- El dirigente musulmán y diputado argentino, Omar Abboud, presente en Roma para el foro cultural e interreligioso ‘America en diálogo en defensa de la Casa Común’, promovido por la Organización de los Estados Americanos (OEA), el Instituto del Diálogo Interreligioso IDI y del Pontificio Consejo del Diálogo Interreligioso, conversó con ZENIT sobre el 11 de septiembre, fecha en la que se cumplieron 15 años de los atentados suicidas a las Torres gemelas en Nueva York.
Omar Abboud es amigo del papa Bergoglio desde que era arzobispo de Buenos Aires, fue protagonista en Tierra Santa del abrazo junto a Francisco y al rabino Abraha Skorka y participó en otras ocasiones de diálogo interreligioso.
Entretanto, la impresión es que se queda callado, aunque en muchos casos se debe a que los medios de prensa no van a los lugares justos para buscar la información, dijo. Precisó además que los musulmanes en el mundo son 1.500 millones, casi un cuarto de la población del planeta, mientras que los radicalizados, para poner un número, son unos cien mil”.
“Un mes después del lamentable atentado a las Torres gemelas –recordó el líder musulmán– escribí en el diario principal de Argentina sobre ‘El proceso de demonización del islam’”. Y citó a este propósito el libro ‘Choque de civilizaciones’, de Samuel Huntington, y si bien el autor no lo planteaba exactamente así, se deducía que de una motivación fundamentalmente económica, el lenguaje de conflictividad iba a ser religioso o cultural. O sea “la hipocresía de tener conflictos económicos, de seguridad, de producción y ventas de armas, con una fachada de características religiosas”.
“Pero con algo que agrava las cosas –aseguró Omar Abboud– porque estamos dejando en el mundo a mucha gente sin nada que perder debido a las guerras y esos son carne de cañón de los fundamentalistas violentos”. Porque “el despojado, el desclasado, el invisible, el que cae en un problema existencial, puede llegar a eso como último recurso llevado por la desesperación. Porque ellos con sus sofismas de mentiras le proponen una vía salvífica que no es verdadera”.
Interrogado si algo positivo se está moviendo en el mundo musulmán ante estos actos de violencia, consideró que sí, particularmente la de los musulmanes que viven en occidente.
“Los conozco particularmente porque soy miembro de un instituto islámico internacional con sede en Jordania, y hay declaraciones permanentes. Hubo una muy importante que se llamó el Common World y también una carta abierta al Isis, refutando punto por punto el tipo de actividad y de radicalización que ellos tenían”.
Desde la perspectiva y doctrina islámica se puede rápidamente refutar esos hechos, aseguró “porque en definitiva es una mala exégesis que ponen a los musulmanes en las otras sociedades y en lugares difíciles”.
Agrava la percepción, aseguró Omar Abboud, el hecho que “el común de los hombres solamente tiene el tiempo de leer títulos. Entonces cuando sucede algo del Estado Islámico no se pone a analizar si son los de Indonesia, los de Marruecos o los de Estados Unidos, y lo interpreta como ‘los musulmanes’”.
“Ese proceso de generalización comienza a socavar la cultura de la paz y la del diálogo termina siendo muy difícil de revertir, dura muchos años y genera como lo hace toda ignorancia, discriminaciones”. Además porque poseer “el documento de un país no significa estar integrado en este, la integración es algo absolutamente diferente”.
Recordó que líderes de la Universidad de Al-Azhar estuvieron reunidos con el papa Francisco después que se habían roto las relaciones: “Un gran gesto de Francisco y también del imán Al-Tayyb que vino aquí al Vaticano”.
Señaló que los musulmanes en Francia fueron a las iglesias en solidaridad después del atentado en Normandía en donde asesinaron a un sacerdote. “Repudiamos los atentados, es una vergüenza que se llame islámico o que tenga tinte de islámico cualquiera de esas atrocidades, que alguien que en nombre del Islam mate a otra persona es también una vergüenza”.
“Los extremistas –concluyó– son personas separadas, porque mientras los creyentes trabajamos al servicio de Dios, ellos usan a Dios para transformar su propia concupiscencia y sus propios caprichos. O sea ponen a Dios a su servicio”.