El Santo Padre entró en la plaza de San Pedro en el jeep abierto que recorrió los corredores en donde casi cien mil personas le saludaban agitando pañuelos y demostrando su cariño. Francisco saludó a los presentes a medida que su vehículo avanzaba y bendijo en particular a varios niños.
El Santo Padre en la catequesis habló sobre el diálogo e invitó a “escuchar, explicar, con mansedumbre, no ladrar al otro, no gritar, sino tener un corazón abierto”.
En sus palabras en español el Pontífice recordó el Evangelio apenas leído, que narra el diálogo de la mujer Samaritana, con Jesús, quien entra progresivamente en su vida y le da la posibilidad de expresarse, de manera que «el diálogo entre ellos se revela como un acto fundamental para encontrar la misericordia divina».
«La Iglesia necesita –prosiguió Francisco– del diálogo para comprender las necesidades y anhelos que están en el corazón de los hombres y las mujeres de cada tiempo, y poder salir a su encuentro con una palabra de esperanza». Porque «en este diálogo constante, la Iglesia descubre la verdad profunda de su misión en medio del mundo y contribuye a la construcción de la paz».
Al concluir sus saludos se dirigió a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. «Les invito a ser por medio del diálogo –les dijo el Papa– instrumentos que creen una red de respeto y fraternidad para derribar los muros de la división y de la incomprensión, y así crear puentes de comunicación para ser signos de la misericordia de Dios».
En el día de la memoria litúrgica de san Juan Pablo II, se encontraban en las plazas varias delegaciones venidas desde Polonia y también las bandas y coros que participaron al ‘Jubileo de los coros’, además de fanfarrias de ciudades medioevales de Italia.
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