JERUSALÉN, 29 enero 2003 (ZENIT.org ).- A la victoria del Likud –el partido del primer ministro israelí, Ariel Sharon–, en las elecciones legislativas del martes, le sigue ahora la formación de un gobierno de unidad nacional. Ante sí tiene la compleja situación de Tierra Santa, donde las dos partes en conflicto viven dominadas por el miedo, ambas se atribuyen todos los derechos y cada una culpa a la otra.
La formación del nuevo ejecutivo deberá considerar que en el conflicto de Oriente Medio los implicados han perdido toda visión objetiva, como reconoció el nuncio apostólico de Israel, el arzobispo Pietro Sambi, ante los micrófonos de Radio Vaticana al hablar de Tierra Santa.
«Hay que ser auténticos –advirtió monseñor Sambi–. El Papa ha señalado cuatro pilares en la base de la paz: el primero es la verdad, el segundo es la justicia, el tercero es el amor y el cuarto es la libertad».
La situación actual, en la que «no sólo la paz ha desaparecido del horizonte, sino que ha desaparecido el mismo horizonte», demuestra que el camino recorrido, el de la violencia, es un camino erróneo, subrayó el arzobispo.
En sus declaraciones, el nuncio apostólico en Israel quiso destacar el valor de los cristianos que han decidido permanecer en el lugar. Estos pueden recibir apoyo de muchas formas, entre otras peregrinando a los Santos Lugares. La peregrinación no sólo sirve a quien la realiza, «sino que ayuda a los cristianos que ven que sus hermanos en la fe se hacen presentes».
«No ha habido ningún peregrino mártir», comentó monseñor Sambi rechazando cualquier peligro en torno a las peregrinaciones. «Desde Navidad he recibido a varios grupos de peregrinos (…). Ninguno ha tenido problemas» porque los lugares de conflicto son conocidos y por allí no pasan los peregrinos, aseguró.
Una eventual guerra contra Irak suscita además en estos momentos una gran preocupación en Tierra Santa, pero no sólo allí, afirmó el nuncio: «no se lleva a cabo una guerra salvo en caso de extrema necesidad, una vez agotados todos los recursos; de cualquier manera, una guerra es siempre una derrota para la Humanidad», concluyó.