«Hago una premisa: el mundo de trabajo es una prioridad humana» (aplausos) y por lo tanto es una prioridad cristiana, nuestra y también del Papa», porque en el primer mandato, Dios le dijo a Adán: ‘Trabaja la tierra y domínala'». Y recordó que Jesús fue un trabajador.
Elogió las palabras que le dirigió un empresario a su llegada y la creatividad y la pasión por la propia empresa: «El empresario es una figura elemental de una buena economía», «son necesarios buenos empresarios» con «vuestra capacidad de crear» y es importante que sepan «reconocer la virtud de los trabajadores y trabajadoras».
Y «los trabajadores tienen que hacer el bien el trabajo, porque debe ser bien hecho». A veces se piensa, indicó el Papa, «que el trabajador lo hace porque es pagado», y «este es un error, porque se trabaja también por dignidad y por honor». Señaló además que el buen empresario «conoce a sus obreros porque trabaja a su lado».
El Papa describió que «el buen empresario es antes de todo un buen trabajador», que «comparte las fatigas del trabajo» y se esfuerza «para resolver problemas». Y «si tiene que licenciar a alguien debe ser una decisión dolorosa». Ningún buen empresario quiere licenciar a su gente, dijo, y «quien piensa en resolver el problema de su empresa licenciando gente no es un buen empresario, es un comerciante» que «hoy vende a su gente y mañana venderá su propia dignidad».
«El empresario no va confundido con el especulador, son dos tipos diversos» aseguró e Pontífice. «El especulador es una figura similar a la que Jesús llama mercenario«, pues no aprecia a su empresa o a los trabajadores, solo «los ve como un medio para lucrar».
«Licenciar, cerrar, desplazar una empresa no le crean problemas» al especulador, «porque usa y devora personas y medios». Así, la economía pasa a ser «sin rostros» y «se vuelve una economía despiadada». Francisco aseguró: «No hay que temer a los empresarios, porque hay tantos que son buenos, hay temer a los especuladores». Aunque muchas veces «lamentablemente el sistema político favorece a los especuladores y no a los empresarios».
Así, «las reglas pensadas para los deshonestos –indicó el Papa– acaban por penalizar a los honestos». Aseguró que «hay tantos empresarios que aman a su empresa y a sus trabajadores». Y concluyó con una advertencia: «Empresarios y trabajadores, estén atentos con los especuladores y con las reglas que favorecen a los especuladores y dejan a la gente sin trabajo».