(ZENIT – 1 enero 2020).- Al final de la Santa Misa celebrada en la Basílica Vaticana por la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y en el día que se celebra 53ª Jornada Mundial de la Paz, el Papa Francisco se asoma a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles y los peregrinos se reunieron en la plaza de San Pedro.
Estas son las palabras del Santo Padre al introducir la oración mariana:
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Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas: ¡Buenos días y buen año!
Ayer concluimos el año 2019 dando gracias a Dios por el don del tiempo y todos sus beneficios. Hoy comenzamos el año 2020 con la misma actitud de gratitud y de alabanza. No hay que dar por sentado que nuestro planeta haya comenzado un nuevo giro alrededor del sol y que nosotros los seres humanos sigamos habitándolo. No hay que darlo por sentado tampoco, al contrario, es siempre un «milagro» del cuál sorprenderse y agradecer.
El primer día del año la liturgia celebra a la Santa Madre de Dios, María, la Virgen de Nazaret que dio a luz a Jesús, el Salvador. Ese niño es la bendición de Dios para todos hombre y mujer, para la gran familia humana y para el mundo entero. Jesús no eliminó el mal del mundo pero lo derrotó en su raíz. Su salvación no es mágica, sino «paciente», es decir, que implica la paciencia del amor, que asume la iniquidad y le quita su poder. La paciencia del amor, el amor nos hace ser pacientes. Pero tantas veces perdemos esta paciencia, incluso yo, pido disculpas por el equivocado gesto de ayer. Por esta razón, al contemplar el pesebre vemos, con los ojos de la fe, el mundo renovado, liberado del dominio del mal y bajo el señorío real de Cristo, el Niño acostado en el pesebre.
Por eso hoy la Madre de Dios nos bendice mostrándonos al Hijo. Ella lo toma en sus brazos y nos lo muestra y así nos bendice. Bendice a toda la Iglesia, bendice al mundo entero. Jesús, como cantaron los ángeles en Belén, es la «alegría para todo el mundo», es la gloria de Dios y la paz para los hombres (cf. Lc 2,14). Por esta razón el Santo Papa Pablo VI quiso dedicar el primer día del año a la paz, es la Jornada de la Paz: a la oración, a la toma de conciencia y a la responsabilidad por la paz. Para el año 2020 el mensaje es este: la paz es un camino de esperanza, un camino en el que se avanza a través del diálogo la reconciliación y la conversión ecológica.
Por lo tanto, fijemos nuestra mirada en la Madre y en el Hijo que nos muestra. A principios de año, ¡dejémonos bendecir! Dejémonos bendecir por la Virgen y su Hijo.
Jesús es la bendición para aquellos que están oprimidos por el yugo de la esclavitud, moral y material. Él, libera con amor. A aquellos que han perdido su autoestima al permanecer prisioneros de giros viciosos, Jesús les dice: el Padre te ama, no te abandona, espera con paciencia inquebrantable tu regreso (cf. Lc 15,20). A quien es víctima de la injusticia y la explotación y no ve ninguna salida, Jesús le abre la puerta de la fraternidad donde puede encontrar rostros, corazones y manos acogedores, donde puede compartir la amargura y la desesperación y recuperar un poco de dignidad. A los que están gravemente enfermos y se sienten abandonados y desanimados, Jesús se acerca, toca con ternura sus heridas, vierte el aceite de consuelo y transforma la debilidad en fuerza de bien para desatar los nudos más enredados. A los que están encarcelados y son tentados a encerrarse en si mismos, Jesús le vuelve a abrir un horizonte de esperanza, comenzando con un pequeño destello de luz.
Queridos hermanos y hermanas, bajemos de los pedestales de nuestro orgullo, todos tenemos la tentación del orgullo, y pidamos la bendición de la Santa Madre de Dios, la humilde, la humilde Madre de Dios. Ella nos muestra a Jesús: dejémonos bendecir, abramos nuestros corazones a su bondad. Así, el año que comienza será un camino de esperanza y de paz, no a través de palabras, sino a través de los gestos… cotidianos, de diálogo, de reconciliación y de cuidado de la creación.