Beato Pablo (Pedro) Gojdič

Beato Pablo (Pedro) Gojdič, 17 de julio

Murió en prisión por causa de la fe

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«Obispo mártir del comunismo en Checoslovaquia, murió en prisión por causa de la fe, defensor de los judíos, reconocido ‘Justo entre las Naciones’ por el Yad Vashem» 
Este prelado, que murió siendo prisionero por defender la fe, logró lo que se propuso al asumir la sede de su diócesis: «Con la ayuda de Dios, yo quiero ser un padre de los huérfanos, de los pobres y consuelo de los afligidos». En él se cumplió el vaticinio de Pío XI cuando el 29 de marzo de 1927 le recibió en audiencia y le obsequió con una cruz pectoral de oro, diciéndole: «Esta cruz es sólo un débil símbolo de las pesadas cruces que Dios enviará sobre ti, hijo mío, en tu trabajo como obispo».
Nació el 17 de julio de 1888 en Ruské Peklany, localidad cercana a Prešov, Eslovaquia. Su padre era un sacerdote de la iglesia greco-católica (bizantina). Estudió en Cigelka, Bardejov y Prešov. En esta última ciudad cursó estudios de teología, que completó en el seminario de Budapest. Llevado de su gran devoción por el Sagrado Corazón, se había consagrado a él y diariamente reiteraba su promesa diciendo: «Todas las oraciones, sacrificios y cruz las ofrezco para compensar los pecados de todo el mundo».Fue ordenado junto a su hermano en 1911 y durante unos meses auxilió a su padre.
Un año más tarde comenzó a asumir misiones que permitían vislumbrar una carrera imparable. Fue prefecto de una escuela-hogar infantil, instructor de religión de centros docentes de secundaria, coadjutor en Sabinov, y canciller del obispado, entre otras. Pero él ambicionaba una vida escondida. Y en 1922 tomó una decisión, acogida con sorpresa por quienes le conocían: ingresó en el monasterio de San Nicolás, en Chernecha Hora, perteneciente a la Orden de san Basilio el Grande. Emitió los votos al año siguiente y eligió el nombre de Pablo. Pensaba que la austeridad del claustro era la vía más excelente para poder servir a Dios. Pero la Providencia actuó en una línea distinta de la que soñó, y en 1926 fue nombrado administrador apostólico de la eparquía de Prešov.
Su afán por consolar a todos, como enseguida anunció, debió vivirlo con tanto celo que la gente terminó reconociéndole como un «hombre de corazón de oro». Se sentía orgulloso de sus raíces eslavas, y su primera carta pastoral fue dedicada al 1100 aniversario del nacimiento del apóstol que evangelizó su país, san Cirilo. Fue director del apostolado de la oración, fuente de la que se alimentaba junto con la Eucaristía. Pasaba gran parte de la noche en la capilla, delante del Sagrario. Esa entrega orante explicaba la dilatación milagrosa del tiempo; revertía en multitud de acciones apostólicas. En 1927 fue designado obispo titular de Harpasa y consagrado en la basílica de san Clemente de Roma. En 1939 pusieron bajo su responsabilidad la administración apostólica de Mukačevo. Su acción pastoral tuvo tal repercusión que se convirtió en un «aguijón en la carne» para el gobierno eslovaco. Presentó su renuncia, pero el papa no la admitió. Es más, en 1940 le nombro obispo titular de Prešov,y en 1946 asumió la jurisdicción de la iglesia greco-latina de toda Checoslovaquia. Como tenía gran devoción por María puso a la eparquía, y a sí mismo, bajo la protección de la Virgen de Klokočov.
Fue adalid de la causa judía, prestó ayuda a los refugiados y prisioneros, y liberó a presos de los campos de concentración. Por todo ello los servicios de seguridad eslovacos lo tenían en el punto de mira. Antiguos miembros de la Iglesia católica que se habían pasado al otro bando no ocultaban su hostilidad por su labor; no entendieron el ósculo fraterno que depositó públicamente en la frente de los judíos que se habían convertido. En 1950 el gobierno comunista lo detuvo, y lo recluyó en la cárcel. En un simulacro de juicio fue procesado y condenado a cadena perpetua. Los judíos escribieron al presidente checo, pero fue en balde. Los opresores trataron de disuadirle ofreciéndole la posibilidad de salir del país, pero él lo rechazó. Sabía que se jugaba la vida; antes le habían ido aislando del clero y de los fieles. Le temían porque sus obras de caridad, su esfuerzo para promover la vida espiritual y fortalecer la fe católica era algo que había calado hondamente en gran parte del pueblo. Ahí estaban las obras de un gran apóstol: parroquias nuevas, orfanatos, escuelas católicas, colegios, textos de espiritualidad, etc. Siempre apoyando a los huérfanos, jóvenes, comunidades y prensa religiosas. Una labor prodigiosa.
Cuando le propusieron renunciar a la fe católica y separarse de la Sede Apostólica manifestó: «Tengo 62 años, sacrificaré mis bienes y mi residencia, pero no negaré mi fe de ningún modo porque quiero salvar mi alma…». Lo trasladaron de prisión en prisión para engañar a la gente, haciendo creer que no estaba preso. Le obligaron a realizar trabajos humillantes, fue maltratado psicológicamente y sometido a crueles torturas, recluido en celdas de aislamiento, etc. No se quejó. Rezaba y decía misa clandestinamente. En 1953 mediante amnistía conmutaron su pena de cadena perpetua a 25 años de prisión, pero no quiso acogerla. Al cumplir los 70 de vida Pío XII le felicitó con un telegrama asegurándole que no olvidaría nunca a tan heroico hijo. Había ido enfermando de gravedad. Y cuando le condujeron a la clínica de Brno, después de haber pasado por la consulta de varios médicos que decían no haber hallado nada en su organismo, se le diagnosticó cáncer terminal.
Murió en la prisión eslovaca de Leopoldov el 17 de julio de 1960, justamente el día de su 72 cumpleaños, habiendo podido confesarse y recibir los sacramentos. Llevaba diez de martirio en los que había asegurado: «La persecución y el sufrimiento sólo fortalecerá nuestra fe y acercarnos más a Cristo y a su Iglesia». «Yo no odio a mis enemigos. Quiero acercar los a Cristo,por supuesto,no por la fuerza o el engaño, sino por el amor y la verdad». El gobierno lo rehabilitó en 1990. Juan Pablo II lo beatificó el 4 de noviembre de 2001. En 2007 fue reconocido «Justo entre las Naciones» por el Yad Vashem.

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Isabel Orellana Vilches

Isabel Orellana Vilches Misionera idente. Doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona con la tesis Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana. Ha cursado estudios de teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. Con amplia actividad docente desde 1986, ha publicado libros como: Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana, Universitat Autònoma de Barcelona, 1993; El evangelio habla a los jóvenes, Atenas, Madrid, 1997; Qué es... LA TOLERANCIA, Paulinas, Madrid, 1999; Pedagogía del dolor. Ensayo antropológico, Palabra, Madrid, 1999; En colaboración con Enrique Rivera de Ventosa (†) OFM. Cap. San Francisco de Asís y Fernando Rielo: Convergencias. Respuestas desde la fe a los interrogantes del hombre de hoy, Universidad Pontificia, Salamanca, 2001; La "mirada" del cine. Recursos didácticos del séptimo arte. Librería Cervantes, Salamanca, 2001; Paradojas de la convivencia, San Pablo, Madrid, 2002; En la Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador, ha publicado: La confianza. El arte de amar, 2002; Educar para la responsabilidad, 2003; Apuntes de ética en Karl R. Popper, 2003; De soledades y comunicación, 2005; Yo educo; tú respondes, 2008; Humanismo y fe en un crisol de culturas, 2008; Repensar lo cotidiano, 2008; Convivir: un constante desafío, 2009; La lógica del amor, 2010; El dolor del amor. Apuntes sobre la enfermedad y el dolor en relación con la virtud heroica, el martirio y la vida santa. Seminario Diocesano de Málaga, 2006 y Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador (2007). Cuenta con numerosas colaboraciones en obras colectivas, así como relatos, cuentos, fábula y novela juvenil, además de artículos de temática científica, pedagógica y espiritual, que viene publicando en distintas revistas nacionales e internacionales. En 2012 culminó el santoral Llamados a ser santos y poco más tarde Epopeyas de amor prologado por mons. Fernando Sebastián. Es la biógrafa oficial del fundador de su familia espiritual, autora de Fernando Rielo Pardal. Fundador de los Misioneros Identes, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2009. Culmina la biografía completa. Tiene a su cargo el santoral de ZENIT desde noviembre de 2012.

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