El año de san Pablo, oportunidad ecuménica; según el portavoz vaticano

Análisis del padre Federico Lombardi, S.I.

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 6 julio 2008 (ZENIT.org).- El portavoz vaticano considera que el Año de san Pablo (28 de junio de 2008-29 de junio de 2009) constituye una oportunidad para avanzar en la unidad plena entre los cristianos.

Es la conclusión a la que ha llegado el padre Federico Lombardi, S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, en el último editorial de «Octava Dies», semanario del Centro Televisivo Vaticano del que también es director.

«La solemne apertura del año paulino en la Basílica de San Pablo Extramuros, la celebración de la solemnidad de los Santos Pedro y Pablo en la Basílica de San Pedro (el 29 de junio), con la participación de representantes de las iglesias y comunidades cristianas, en particular del patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, han sido un nuevo e intenso momento de encuentro ecuménico», afirma.

«Y efectivamente donde mejor se puede tomar la temperatura al ecumenismo entre los cristianos es en el anuncio del Evangelio y en la celebración litúrgica, pues allí se entra en contacto con el orgien común y sólo de ahí puede volver a comenzar el camino de la unidad. El patriarca ecuménico también ha proclamado el año 2008 ‘Año del apóstol Pablo'», informa el portavoz.

Según el padre Lombardi, «san Pablo, autor de los escritos más antiguos y amplios del Nuevo Testamento, apasionado y conquistado por Cristo, misionero de horizontes universales, nos ha enseñado a ver concretamente a la Iglesia como el cuerpo de Cristo».

Lo expresa con una pregunta del mismo apóstol «¿Cómo habéis podido lacerar mi Cuerpo?».

«Es la pregunta que el Papa se ha vuelto a plantear y nos ha planteado en los días pasados al meditar en la división entre los cristianos», asegura.

«En la gran celebración eucarística, el Papa y el patriarca estuvieron juntos, ante el altar, para celebrar la liturgia de la Palabra, la homilía y la profesión de fe, así como con motivo del abrazo de la paz y la bendición final; pero no pudieron estar juntos en la celebración eucarística», constata el sacerdote.

«Por ello sigue siendo necesaria la oración ardiente –concluye–: ‘Vuelve a unirnos Señor, superando todas las divisiones. Sólo hay un pan, por este motivo, a pesar de que somos muchos, somos un solo cuerpo’. ¿Cuándo llegará la comunión plena? Depende también de nuestra oración, de nuestra caridad y de nuestra fe».

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ZENIT Staff

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