En la familia, Dios debe ocupar siempre el primer lugar

El escritor José Marí­a Zavala narra en «Un juego de amor» su historia de conversión en su matrimonio

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Cuando el escritor y periodista José María Zavala y su esposa, Paloma Fernández, decidieron llevar una vida plenamente cristiana, las heridas abiertas en sus pasados respectivos empezaron a pasar factura. En este proceso de conversión, el padre Pío jugó un papel decisivo para el matrimonio. Del deseo de contar su historia para ayudar a quienes anhelan vivir delante de Dios como marido y mujer y tropiezan con obstáculos humanamente insalvables, nace el libro «Un juego de amor».

Paloma y José María se conocieron en las navidades de 1999 y se casaron el 14 de
junio de 2010. Paloma es ama de casa y José María, periodista y escritor, ha trabajado casi diez años en el diario El Mundo y cinco como subdirector de la revista económica Capital.

«Un juego de amor» ofrece un relato personal de transformación interior y de fe en circunstancias muy adversas, que incluyen convivencias rotas, soledades y frustraciones, enfermedades y, sobre todo, un alejamiento de Dios que parecía no tener fin ni explicación. Son dos historias que en un momento determinado empiezan a ser guiadas por un santo: San Pío de Pietrelcina.

ZENIT ha entrevistado a José María Zavala para profundizar en esta historia de amor y conversión.

¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?
— Partió de nuestro director espiritual, que nos dijo hace cuatro años: “Tenéis que publicar vuestro testimonio porque hará bien a muchas almas”. Pero la verdad es que hasta ahora éramos muy reacios a someternos a un “striptease espiritual”.  Finalmente, gracias a Dios, decidimos desnudar nuestras almas para ayudar a los demás: matrimonios felizmente casados que no valoran lo suficiente el tesoro sacramental que poseen, matrimonios en trámites de separación, divorciados convencidos en conciencia de que su matrimonio es nulo o no existió para que puedan emprender un proceso de nulidad en busca de una segunda oportunidad…

¿Qué quieren transmitir al lector?
— Un mensaje de esperanza: sólo se puede ser feliz de verdad estando cerca de Dios. Ya puede tener uno todos los lujos y comodidades materiales del mundo, que jamás será feliz con lo pasajero. Pero si confiamos en Jesucristo debemos tener la completa seguridad de que Él jamás nos dejará de su mano; aunque muchas veces, humanamente hablando, no entendamos los obstáculos y dificultades de la vida. Nunca hay que darse por vencido, sino luchar sabiendo que Dios es infinitamente poderoso. “Sin Mí no podéis hacer nada”, nos advierte Jesús en el Evangelio. Pero con Él… ¡podemos hacer todo!

Nos dirigimos, como decimos, a todos los matrimonios para que jamás pierdan de vista el inmenso tesoro que poseen. Nosotros, que tanto esfuerzo nos costó poder casarnos a los ojos de Dios tras sendos procesos de nulidad, les animamos a seguir adelante con amor, es decir, entregándose el uno al otro sin esperar recibir nada a cambio. Y si hay discusiones, que en muchos matrimonios son el pan nuestro de cada día, basta con disiparlas enseguida con un gesto de amor mutuo tan simple como un beso en la presencia de Dios.

¿Qué papel tuvo el padre Pío en su matrimonio?
— Irrumpió en nuestras vidas cuando menos lo esperábamos. Vivíamos en pecado mortal, pese a lo cual jamás se nos pasó por la cabeza cometer un sacrilegio yendo a comulgar, y decidimos hacer una confesión general de vida con la que volvimos a nacer. Habíamos visto ya la película Padre Pío, producida por la RAI italiana, y poco a poco el santo de los estigmas fue haciéndonos comprender que sin Jesús nada tenía sentido en nuestra existencia.

Desde ese momento, optamos por vivir como hermanos, en habitaciones separadas, en compañía de los dos hijos en común que teníamos ya entonces. Gracias al padre Pío, un intercesor de lujo, volvimos así los ojos a Dios y a la Virgen. Empezamos a frecuentar los sacramentos, en especial la penitencia y la eucaristía, y a rezar el Santo Rosario con nuestros hijos todos los días. “La familia que reza unida, permanece unida”. ¡Qué gran verdad!

¿Qué cambió en su vida de pareja después de la conversión?
— Como decimos, cambió todo. Marcó un antes y un después en nuestras vidas. Ahora es cuando somos felices de verdad, sabiendo que Dios debe ocupar siempre el primer lugar, seguido del marido y/o la esposa, y de los hijos. Pero, ¡ojo! La conversión es de todos los días. Nos los dice Jesús: “Sólo el que persevera se salvará”.

¿De qué forma creen que este libro puede ayudar a los matrimonios o personas con vocación al matrimonio?
— Está ayudando ya, de hecho, a muchos matrimonios. Cada día recibimos diez, veinte, treinta correos de toda España en la dirección que facilitamos en el libro: matrimonios en trámites de separación que han decidido volver a intentarlo tras leer nuestro libro; o cónyuges convencidos en conciencia de la inexistencia del vínculo sacramental, que estaban a punto de arrojar la toalla tras un proceso de nulidad interminable pero que gracias a Dios siguen adelante… Ahora es cuando valoramos de verdad que el libro es un instrumento de la Providencia para combatir una de las lacras más graves de nuestra sociedad: la crisis del matrimonio y de la familia.

¿Cómo les ayuda la fe en la forma de vivir su matrimonio?
— Sin fe es imposible ser feliz. Por eso le pedimos a Dios, con humildad, que nos fortalezca en ella, porque es un don maravilloso que nos hace tener un sentido trascendente de la vida y conocer el Amor, con mayúscula. De hecho, el  padre Pío decía: “Todo es un juego de Amor”. De amor a Dios y de amor de Dios a los demás. De ahí el título del libro.

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