Fallece la primera compañera de la fundadora de los focolares

Natalia Dallapiccola difundió la espiritualidad de la unidad tras el Telón de Acero

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ROCCA DI PAPA, miércoles, 2 abril 2008 (ZENIT.org).- Primera compañera de la fundadora de los focolares, persona clave en la difusión de la espiritualidad de la unidad en países del Telón de Acero y apoyo en la promoción del diálogo interreligioso desde el movimiento eclesial, Natalia Dallapiccola ha fallecido en la noche del martes.

El Centro Mariápolis de Castelgandolfo –cerca de Roma– acogerá el jueves su funeral, confirma el movimiento de los focolares en un comunicado enviado a Zenit.

A dos semanas del funeral de Chiara Lubich –fallecida el 14 de marzo– en la basílica papal de San Pablo Extramuros, Natalia Dallapiccola «ha sido la primera en seguirla» –se lee en la nota–, igual que había hecho en vida. Tenía 83 años. Trastornos cardiopulmonares provocaron su muerte, momento en que estuvo acompañada por otras compañeras de los comienzos de los focolares.

El movimiento subraya el «papel determinante» que tuvo Dallapiccola en la difusión del ideal de la unidad –propio de los focolares– en el Este europeo.

Primero había acudido a Berlín occidental en 1959, pues Lubich le encomendó el nacimiento del focolar allí. A los tres años se trasladó a Leipzig, en Alemania Oriental, con el primer grupo de focolarinas y focolarinos médicos llamados por el obispo local, pues eran necesarios en el hospital católico por la carencia de personal sanitario –huido a Occidente–.

Dallapiccola también estableció contactos con Polonia, Checoslovaquia, Hungría y Lituania, donde surgieron las primeras comunidades del movimiento.

Con la salud quebrantada, vivió en el Centro Mariápolis desde 1976. En aquella época se abría en el movimiento el diálogo interreligioso, una misión que también encomendó Chiara Lubich a su primera compañera, quien construyó relaciones profundas con líderes judíos, musulmanes, hinduistas y budistas, entre otros credos.

Su profunda vivencia de la espiritualidad de la unidad decidió asimismo el importante papel que Dallapiccolo desempeñó en la formación espiritual de los miembros del movimiento.

«Tras la «marcha» de Chiara, Natalia advertía el compromiso de poner todo de su parte para llevar a delante el movimiento. Chiara había llamado a Natalia «Anzolon» -«Angel», en dialecto trentino–, por el amor siempre vivo en ella hacia todos», subraya el comunicado.

Y apunta el «secreto» de Natalia: «la fidelidad a la elección de revivir a María Desolada, en su «stabat» a los pies de la Cruz en el momento en que Jesús lanza al Padre el grito de abandono». Lo había aprendido de la fundadora de los focolares.

Natalia apoyaba a cuantos compartían el empeño por construir la unidad en todo ambiente. Esto «desconcertaba y se revelaba «contagioso»» -recuerda la nota- «y sorprendió hallarlo documentado en los informes de la «Stasi» –la policía secreta alemana–, que habla del «programa del Movimiento «Fucolar» de crear una fuerte unidad religiosa a pesar de las opiniones nacionales diferentes».

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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