(ZENIT- 21 mayo 2019).- Tras iniciarse ayer, 20 de mayo de 2019, la suspensión de la alimentación e hidratación de Vincent Lambert, el Tribunal de Apelación de París ordenó por la noche la reanudación del tratamiento de este ciudadano francés de 42 años, tetrapléjico en estado vegetativo desde 2008.
Así, el Hospital Universitario de Reims volverá a conectar las máquinas que le proporcionaban alimento y agua. Esta medida se mantendrá hasta que el Comité Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU decida sobre el caso.
Las últimas noticias siguen manteniendo dividida a la familia, sus padres se han alegrado por la decisión judicial, pero otros miembros, como su sobrino, apoyan la suspensión del tratamiento.
Durante el día de ayer, tanto el Papa Francisco como Monseñor Michel Aupetit, Arzobispo de París, recordaron la importancia de salvaguardar el valor de la vida de principio a fin.
Papa Francisco
Mientras que en el Hospital Universitario de Reims se procedía al apagado de las máquinas que alimentan e hidratan a Lambert, el Papa Francisco publicó un tweet que hacía referencia al caso. En él, el Santo Padre pedía oraciones por aquellos que “viven en estado de grave enfermedad” y exhortaba a custodiar la vida como don de Dios y a no ceder “a la cultura del descarte”.
Monseñor Michel Aupetit
El arzobispo de París, que también fue médico, envió un comunicado especial para este día en el que subrayó que Vincent Lambert no se encuentra al final de su vida, su situación es estable, permanece con los ojos abiertos y con una respiración normal.
Por otro lado, señala que, a menos que le sea privado de alimento y agua, Lambert no necesita sedación total porque no padece ningún sufrimiento insoportable y que la nutrición del paciente no consiste en el tratamiento de una enfermedad incurable, sino en un “cuidado corporal y nutricional básico que también se debe a las personas mayores dependientes y hemipléjicas y a los bebés que aún no son autónomos».
Además, Monseñor Aupetit describió: “Hoy existe una elección muy clara para la civilización: o consideramos a los seres humanos como robots funcionales que pueden eliminarse o desecharse cuando ya no son útiles, o bien consideramos que lo propio de la humanidad no se basa en la utilidad de una vida, sino en la calidad de las relaciones entre las personas que revelan el amor”.
“Cristo nos ha revelado la única forma de crecer en la humanidad: ‘Amaos unos a otros como yo os he amado’. Y nos dio la única manera de expresar este amor: ‘No hay amor más grande que dar la vida por aquellos a quienes uno ama’», recordó el arzobispo.
Aludiendo, a los términos que Francisco utiliza con frecuencia, Monseñor Aupetit subrayó que, de nuevo, nos enfrentamos a una decisión entre “la civilización del despilfarro o la civilización del amor”.