''Le deseamos que en su futura vida retirada siga cuidando del pequeño rebaño en China''

El clero y los fieles del gran país asiático agradecen al papa su pontificado

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Los católicos de China han escrito a Benedicto XVI una carta de la cual ofrecemos a los lectores la traducción.

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Santo Padre:

Como sabe, desde hace mucho tiempo nosotros, clero y fieles en China, experimentamos un afecto particular hacia su persona. Le queremos mucho y ofrecemos cada día por usted nuestras oraciones y misas.

Sin embargo, la tarde del 11 de febrero, nos llegó la triste noticia: a causa de la edad avanzada y de la debilidad física, Su Santidad ha decidido renunciar, al finalizar este mes, a su ministerio. Aunque muchos de nosotros no han tenido la oportunidad de visitarle en persona y usted no ha tenido posibilidad de visitar la tierra de China en Extremo Oriente, su renuncia nos ha hecho pensar en el afecto y el amor mostrado por Su Santidad al Pueblo chino y a los católicos chinos.

«En este mundo, todos los cristianos están sufriendo por Cristo, pero sólo los católicos en China sufren, al mismo tiempo, por Su Santidad, nuestro papa Obispo de Roma»: son las palabras de un exdelegado apostólico en China, mientras nos presentaba la Iglesia en China, algunos meses después de su elección al trono pontificio.

Entonces, Su Santidad parecía que había entrado en un largo, profundo silencio.

Sin embargo, sabemos que Su Santidad ha dedicado una particular atención a China y reservado un lugar especial en su corazón a la Iglesia católica en China. Ha buscado promover el diálogo y aliviar la cruz que llevamos, mostrando preocupación y bendiciendo a China y al pueblo chino. Durante los ocho años de su pontificado, se ha preocupado por el clero y los fieles chinos con profundos sentimientos de amistad hacia el pueblo chino.

No olvidaremos que, en la Fiesta anual de primavera, no sólo ha saludado a los pueblos de todas las naciones que celebran el fin de año lunar, sino que ha enviado una bendición especial a los cientos de millones de nuestros conciudadanos chinos.

No olvidaremos nunca que, mientra el relevo de la antorcha de la 28ª edición de los Juegos Olímpicos en Pekín se obstaculizaba por una fuerte oposición, usted envió generosa y justamente los mejores deseos a China y al pueblo chino que se estaban preparando para los Juegos.

No olvidaremos que, cuando graves tempestades de nieve sacudieron el sur de China, cuando en 2008 un terremoto sacudió Wenchuan en Sichuan, cuando el terremoto en Yushu, en Qinghai y los deslizamientos de tierra e inundaciones devastaron Zhouqu en Gansu, en 2010, Su Santidad no sólo expresó dolor y lloró las muertes de nuestro conciudadanos, sino que dirigió una llamada a la Iglesia universal para que rezase por las víctimas, por el personal de los diferentes gobiernos y las personas de buen corazón se implicasen en primera línea en el socorro de las zonas afectadas. Además dirigió una llamada a los otros países para que tendieran una mano de amistad y apoyo de las zonas afectadas en China y rezaran para que el Señor ayudara a China y al pueblo chino en esos tiempos difíciles. Su Santidad después ofreció, por cuatro veces, generosas donaciones a través las «Jinde charities» a través de «Cor Unum«.

No olvidaremos que Su Santidad expresó públicamente sentidas enhorabuenas a los nuevos líderes de nuestro país e impartió su generosa bendición al pueblo chino en el reciente Mensaje de Navidad del pasado 25 de diciembre.

No olvidaremos nunca la larga, histórica, carta al clero y a los fieles chinos y la oración que escribió por China, poco después de haber subido al trono pontificio.

No olvidaremos nunca que, en los últimos ocho años, hubo solo felicitaciones, saludos amigables y grandes esperanzas expresadas en mensajes que usted envió a China. No obstante los conflictos y las dificultades, no obstante las tristezas y las desilusiones que podemos haberle causado, abrazó siempre a China y a la Iglesia católica en China con amor paterno y respó y mostró compasión y preocupación por el pueblo chino y los católicos. Recordaremos siempre esto con afecto en nuestros corazones.

En los últimos ocho años, cuando tuvo que afrontar situaciones internacionales complejas e inciertas, Su Santidad hizo todo el esfuerzo para salvaguardar la dignidad humana, perseguir la verdad, defender los valores de la fe y promover activamente la nueva evangelización. El 28 de febrero, Su Santidad deja la Cátedra de san Pedro con serenidad. La actitud libre y abierta que ha mostrado ante el poder, el honor y el estatus, y su respuesta fuerte, perseverante, humana frente a los distintos desafíos, han conquistado el respeto de todos. Esto no solo ha comentado el mundo, sino que nos hace también difícil a nosotros –clero y católicos chinos- decirle adiós.

¡Perdone nuestras debilidades y límites!, Santidad, le deseamos que en su futura vida retirada siga cuidando del pequeño rebaño en China y que permanezca en contacto con el pueblo chino en la oración. ¡También nosotros rezaremos por usted y por su sucesor!

¡Gracias, querido Santo Padre! Nosotros, clero y fieles chinos, no le olvidaremos nunca. ¡Le amaremos por siempre!

Traducido del italiano por Rocío Lancho García

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ZENIT Staff

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