Reflexión sobre los Evangelios diarios
Invocamos al Espíritu Santo
Espíritu Santo, conoces mi vida, te pido que llenes de alegría y paz mi corazón y da sabiduría a mi mente para poder entender la Palabra de Dios. Amén.
Evangelio según San Juan 3,16-21
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.
Palabra del Señor.
¿Qué dice el texto?
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
¿Qué nos dice hoy Dios en este texto?
La palabra “salvación” ha entrado en un desgaste muy grande, ya que se usa para muchas cosas, cuando en verdad debería usarse sólo para lo que realmente es. Hoy vemos anuncios publicitarios tales como “salve su dinero”, etc… al utilizar demasiado estas palabras, el sentido original va perdiéndose. Es como si una moneda de gran valor se empieza a oxidar con el tiempo y ya nadie se fija en ella porque está sucia, manchada por el tiempo y corroída. Pero cuando alguien la encuentra, la limpia y le quita el óxido, se puede volver a apreciar su valor completo.
Hoy podemos fijarnos en esta palabra: “salvación”. Es la que usa Jesús para decirnos que no vino a juzgarnos sino a salvarnos. En los tiempos normales, evidentemente nos haría gracia, esta palabra. Es más, hay muchos grupos religiosos que hablan de la salvación y la gente no los recibe con aprecio, porque en su interior “lo tienen todo” (es decir, tienen el coche, tienen la vivienda, tienen el trabajo, tienen lo que precisan para vivir y ser felices…) Por esa misma razón la gente se pregunta ¿Salvarme de qué? ¿Si tengo todo?
Qué bueno que hoy podemos revisar nuestras vidas y descubrir que esas cosas que teníamos y que creíamos que eran “nuestra salvación”, de un día para el otro, desaparecieron. Y nuestras seguridades tampoco las tenemos. Y ya no encontramos ningún “salvavidas” para no hundirnos en la desesperanza y la inquietud. No estábamos acostumbrados a estar en casa, ni a quedarnos sin la libertad. Y entonces hoy me pregunto ¿Qué significa la salvación en medio de esta situación?
Si tú sientes que aún no has llegado a un nivel de encuentro contigo mismo y en armonía con el Señor, que es tu única salvación. Te invito a que dejes de lado esas cosas que te preocupan y te inquietan. Repite conmigo esta frase del mismo Evangelio (Juan 16,33). Hazlo en paz, puedes repetir usando la respiración para hacerlo rítmicamente. Recuerda que no se trata de conocer, se trata de llevar al interior del alma y del corazón:
“Les he dicho todo esto para que, unidos a mí, encuentren paz. En el mundo tendrán sufrimientos; pero ¡ánimo!, yo he vencido al mundo”.
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