CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 11 diciembre 2006 (ZENIT.org).- Obras de restauración de la Basílica de San Pablo Extramuros, en Roma, acabadas el 22 de septiembre de 2006, han permitido redescubrir el sarcófago en el que, según la tradición, se encuentran los restos del mismo «apóstol de las gentes».
Así lo explicó el cardenal Andrea Cordero Lanza di Montezemolo, arcipreste de la Basílica de San Pablo Extramuros, al presentar este lunes en una rueda de prensa los resultados de estas investigaciones arqueológicas.
«Desde hace veinte siglos se da una absoluta concordancia en el hecho de que la tumba de San Pablo se encuentra allí. Nadie lo ha puesto nunca en duda y nadie lo ha contradicho», aclaró el purpurado italiano de 81 años.
«Este sarcófago nunca se ha abierto ni estudiado, pues se encontraba encerrado en un bloque de cemento, realizado en los años 1838-1840», añadió el antiguo nuncio apostólico en Italia y delegado apostólico en Jerusalén.
«Podría preverse un estudio de su interior para satisfacer la curiosidad de quienes se preguntan si dentro se encuentran los restos del apóstol. Pero se requieren las autorizaciones necesarias», añadió.
La Sala de Prensa de la Santa Sede publicó este lunes una nota del arqueólogo Giorgio Filippi, en la que se informa sobre los descubrimientos arqueológicos realizados en la basílica, relativos en especial a las dos construcciones que en ese recinto sagrado se levantaron en el siglo IV.
En la noche entre el 15 y el 16 de julio de 1823, la basílica quedó casi totalmente destruida por un incendio. Tras su posterior reconstrucción, los vestigios arqueológicos «dejaron de ser visibles, pues en parte fueron destruidos y en parte precintados» con cemento por la nueva construcción, explica el arqueólogo.
La actual restauración, que implicó investigaciones arqueológicas entre el año 2002 y septiembre de 2006, ha permitido sacar a la luz algunos restos arquelógicos cubiertos desde que se alzó el actual edificio del siglo XIX.
De este modo, por casualidad, «ha aparecido ese gran sarcófago del que se habían perdido las huellas y que se consideraba desde la época del emperador Teodosio (fallecido en el año 395) como la Tumba de San Pablo», informa Filippi.
Se trata de un sarcófago de una longitud de 2,55 metros, de una anchura de 1,25 metros y de una altura de 0,97 metros. La cobertura es de 0,30 metros de altura.
Existen documentos históricos que documentaban la existencia de este sarcófago de mármol, como la «Crónica del Monasterio» de San Pablo Extramuros.