Misa en Santa Marta, 26 marzo 2020 © Vatican Media

Santa Marta: Francisco ora para superar el miedo en este tiempo difícil

Descubrir “nuestros ídolos” ocultos

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(zenit – 25 marzo 2020).- En la Misa de la Casa Santa Marta de hoy, 26 de marzo de 2020, el Papa Francisco rezó para que el Señor nos ayude a superar el miedo en este tiempo caracterizado por la pandemia de Covid-19.

“En estos días de tanto sufrimiento, hay tanto miedo. El miedo de los ancianos, que están solos, en los asilos de ancianos o en los hospitales o en sus casas y no saben lo que puede pasar. El miedo de los trabajadores sin trabajo fijo que piensan en cómo alimentar a sus hijos y ven venir el hambre. El temor de muchos servidores sociales que en este momento ayudan a mandar adelante la sociedad y pueden contraer la enfermedad. También el miedo – miedos – de cada uno de nosotros: cada uno sabe cuál es el suyo. Roguemos al Señor para que nos ayude a tener confianza y a tolerar y vencer los miedos”, dijo el Santo Padre al introducir la celebración eucarística.

Después, en su homilía, Francisco reflexionó en torno a la primera lectura del libro del Éxodo (Ex 32, 7-14), que relata la historia del becerro de oro.

Idolatría y mundanidad

De este modo, habló sobre los ídolos del corazón, que a menudo ocultamos, destacando cómo la idolatría nos hace perderlo todo, nos hace perder los dones mismos del Señor.

Para el Papa, la idolatría nos lleva a una religiosidad equivocada: “En efecto: muchas veces la mundanidad, que es la idolatría, te hace cambiar la celebración de un sacramento en una fiesta mundana”. Como ejemplo puso las bodas que se convierten “en una exhibición de modelos” en lugar de un sacramento “donde los recién casados realmente dan todo y se aman ante Dios y prometen ser fieles ante Dios y recibir la gracia de Dios”.

Descubrir “nuestros ídolos”

Así, el Pontífice pidió hacer un examen de conciencia para descubrir “nuestros ídolos” ocultos: “¿Cuáles son mis ídolos? Cada uno tiene el suyo. ¿Cuáles son mis ídolos? Donde los escondo. Y que el Señor no nos encuentre, al final de nuestras vidas, y diga de cada uno de nosotros: ‘Te has pervertido. Te has desviado del camino que te había indicado. Te has postrado ante un ídolo’”.

Por ello, finalmente, el Obispo de Roma exhortó: “Pidamos al Señor la gracia de conocer a nuestros ídolos. Y si no podemos expulsarlos, al menos mantenerlos en la esquina…”.

Como ya es habitual, el Santo Padre terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitándonos a hacer la comunión espiritual.

A continuación, sigue el texto completo de la homilía del Papa Francisco según la transcripción de Vatican News.

***

En la primera lectura está la escena del motín del pueblo. Moisés fue al Monte para recibir la Ley: Dios se lo dio, en piedra, escrita con su dedo. Pero el pueblo se aburrió y se aglomeró alrededor de Aarón y le dijo: “Pero, este Moisés, hace tiempo que no sabemos dónde está, dónde se ha ido, y estamos sin guía. Haznos un dios para ayudarnos a seguir adelante”. Y Aarón, que más tarde se convirtió en sacerdote de Dios, pero allí era un sacerdote de la estupidez, de los ídolos, dijo: “Pero sí, denme todo el oro y la plata que tengan”, y lo dieron todo e hicieron ese becerro de oro.

En el salmo escuchamos el lamento de Dios: “En Horeb se fabricaron un ternero, adoraron una estatua de metal fundido: así cambiaron su Gloria por la imagen de un toro que come pasto”. Y aquí, en este momento, comienza la lectura: “El Señor dijo a Moisés: ‘Baja enseguida, porque tu pueblo, ése que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido. Ellos se han apartado rápidamente del camino que Yo les había señalado, y se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante de él, le ofrecieron sacrificios y exclamaron: ‘Éste es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto’”. ¡Una verdadera apostasía! Desde el Dios viviente a la idolatría. No tuvieron paciencia para esperar el regreso de Moisés: querían algo nuevo, querían algo, un espectáculo litúrgico, algo.

Sobre esto quisiera mencionar algunas cosas. En primer lugar, esa nostalgia idolátrica en el pueblo: en este caso, pensaba en los ídolos de Egipto, la nostalgia de volver a los ídolos, de volver a lo peor, sin saber esperar al Dios vivo. Esta nostalgia es una enfermedad, también nuestra. Uno comienza a caminar con el entusiasmo de ser libre, pero luego comienzan las quejas: “Pero sí, es un momento difícil, el desierto, tengo sed, quiero agua, quiero carne… pero en Egipto comíamos cebollas, cosas buenas y aquí no hay…”. Siempre, la idolatría es selectiva: te hace pensar en las cosas buenas que te da pero no te hace ver las cosas malas. En este caso, ellos pensaban en cómo estaban en la mesa, con estas comidas tan buenas que les gustaban tanto, pero olvidaban que ésta era la mesa de la esclavitud. La idolatría es selectiva.

Y otra cosa: la idolatría hace que lo pierdas todo. Aarón, para hacer un ternero, les pidió: “Dadme oro y plata”, pero era el oro y la plata que el Señor les había dado cuando les dijo: “Pedid oro a los egipcios en préstamo”, y luego se fueron con ellos. Es un regalo del Señor, y con el don del Señor ellos idolatran. Y eso es muy malo. Pero este mecanismo también nos sucede a nosotros: cuando tenemos actitudes que nos llevan a la idolatría, nos apegamos a cosas que nos alejan de Dios, porque hacemos otro dios y lo hacemos con los dones que el Señor nos ha dado. Con la inteligencia, con la voluntad, con el amor, con el corazón… estos son los dones del Señor que usamos para hacer idolatría.

Sí, algunos de ustedes pueden decirme: “Pero yo no tengo ídolos en casa. Tengo el Crucifijo, la imagen de Nuestra Señora, que no son ídolos…” – No, no: en tu corazón. Y la pregunta que deberíamos hacernos hoy es: ¿cuál es el ídolo que tienes en tu corazón, en mi corazón? Esa salida escondida donde me siento bien, que me aleja del Dios vivo. Y también tenemos una actitud muy astuta con la idolatría: sabemos cómo esconder los ídolos, como hizo Raquel cuando huyó de su padre y los escondió en la silla del camello y entre sus ropas. Nosotros también, entre nuestras ropas del corazón, hemos escondido muchos ídolos.

La pregunta que me gustaría hacer hoy es: ¿cuál es mi ídolo? Mi ídolo de la mundanidad… y la idolatría llega también a la piedad, porque querían el becerro de oro no para hacer un circo: no. Para adorar: “Se postraron ante él”. La idolatría te lleva a una religiosidad equivocada, en efecto: muchas veces la mundanalidad, que es la idolatría, te hace cambiar la celebración de un sacramento en una fiesta mundana. Un ejemplo: no sé, pensemos, y en una celebración de boda. No sabes si es un sacramento donde los recién casados realmente dan todo y se aman ante Dios y prometen ser fieles ante Dios y recibir la gracia de Dios, o es una exhibición de modelos, cómo se visten… la mundanalidad. Es una idolatría. Este es un ejemplo. Porque la idolatría no se detiene: siempre continúa.

Hoy la pregunta que me gustaría hacer a todos nosotros, a todos: ¿Cuáles son mis ídolos? Cada uno tiene el suyo. ¿Cuáles son mis ídolos? Donde los escondo. Y que el Señor no nos encuentre, al final de nuestras vidas, y diga de cada uno de nosotros: «Te has pervertido. Te has desviado del camino que te había indicado. Te has postrado ante un ídolo».

Pidamos al Señor la gracia de conocer a nuestros ídolos. Y si no podemos expulsarlos, al menos mantenerlos en la esquina…

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Larissa I. López

Larissa I. López es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla, Máster en Artes de la Comunicación Corporativa y Doctora en Comunicación por la Universidad CEU San Pablo de Madrid. Su trayectoria profesional ha transcurrido entre el ámbito de la comunicación y el de la docencia. Como redactora, ha colaborado con medios como Aceprensa, Pantalla 90 o CinemaNet. Como profesora, por su parte, ha impartido clases en la universidad y en centros de FP y bachillerato. En estos últimos realizaba también tareas relacionadas con la comunicación (redes sociales y edición de contenidos). Cordobesa de nacimiento también ha vivido en Sevilla, Madrid y Roma.

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