Tras cincuenta años, grecocatólicos rumanos recuperan su catedral

Había sido adjudicada por el régimen comunista a la Iglesia ortodoxa

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ORADEA (ROMANIA), lunes, 12 diciembre 2005 (ZENIT.org).- La catedral rumana de Oradea ha vuelto a los católicos de rito oriental tras haber sido durante sesenta años propiedad de la Iglesia ortodoxa.

La restitución de la catedral de San Nicolás a los grecocatólicos tuvo lugar el 20 de noviembre, durante la víspera de la fiesta de la presentación en el Templo de la Virgen.

«Todos los que hemos asistido hemos escrito una página de historia. Hemos celebrado junto a patriarcas, metropolitas, obispos católicos y ortodoxos, para mayor gloria de Dios», dijo monseñor Virgil Bercea, obispo grecocatólico de Oradea.

La construcción de la catedral fue iniciada por el obispo grecocatólico Ignavie Darabant y concluida por el obispo Samuil Vulcan, del mismo rito, en 1810.

Durante el régimen comunista, la catedral junto a otros bienes muebles e inmuebles fue expropiada por el Estado y convertida en propiedad de la Iglesia ortodoxa, la Iglesia estatal de Rumania.

Tras el 1989, con la caída del Muro de Berlín, la Iglesia grecocatólica inició las negociaciones para recuperar la posesión de sus bienes.

A la ceremonia de devolución, asistieron el obispo de Oradea, Virgil Bercea; el nuncio apostólico en Rumania; el obispo ortodoxo Joan Mihaltan, de Oradea, Bihor y Salaj; el patriarca grecocatólico de Ucrania, cardenal Lubomyr Husar; Adrian Lemeni, responsable gubernamental de cultos, y diecisiete obispos católicos latinos y orientales, rumanos y extranjeros, 120 sacerdotes, diversos representantes de las instituciones locales y miles de fieles.

Al subrayar la importancia del diálogo entre ortodoxos y grecocatólicos, el obispo Bercea dijo: «Quiero agradecer a los sacerdotes y a los seminaristas, a nuestro queridos fieles, que hoy al venir a la catedral me han hecho llorar junto a ellos. Pero han sido lágrimas de alegría y estas lágrimas, las vuestras y las mías, seguramente nos ayudarán a lavar todo el mal que ha habido entre nosotros, de manera que entre ortodoxos y grecocatólicos, triunfen sólo el amor, la buena voluntad y el perdón».

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ZENIT Staff

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