Una familia y no dos individuos, en el origen de la sociedad

El secretario de Justicia y Paz explica cómo trabajar por el bien común

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VERONA, miércoles, 30 abril 2008 (ZENIT.org).- «En el origen de la sociedad, hay una pareja y no dos individuos», afirma el obispo Giampaolo Crepaldi, secretario del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, subrayando la importancia irrenunciable del matrimonio frente a la crisis que atraviesa Europa, donde se produce un divorcio cada treinta segundos.

En una reflexión sobre la naturaleza e importancia de la familia, publicada por el Observatorio Internacional Van Thuan, el secretario del organismo vaticano explica la visión de la Iglesia católica sobre familia y sociedad.

«No todos comprenden las razones por las que la Iglesia subraya la importancia de la familia para la sociedad y para que esta reafirme continuamente el valor social no renunciable del matrimonio, como ha hecho recientemente en Nueva York el Papa Benedicto XVI», afirma el prelado.

«Se considera que lo hace exclusivamente por motivo de fe», pero «la importancia del matrimonio para la sociedad y, por tanto, el valor incluso político de la familia se funda también en motivos de razón».

El secretario del dicasterio vaticano sostiene que en el origen de la sociedad «no pueden estar sólo dos individuos, sexualmente indiferenciados, sino una pareja: hombre y mujer, una comunidad de dos individuos que así se complementan mutuamente y, abiertos a la vida naciente, generan la comunidad: comunidad de comunidades».

«Si esta comunidad no está en el origen, no existirá luego nunca más –añade–. Si en el oigen hay sólo dos individuos, en lugar de un hombre y una mujer que deciden entregarse y compartir la existencia abriéndose a la vida de otros, la sociedad será siempre y sólo una suma de individuos, pero no una comunidad».

Según monseñor Crepaldi, «la sociedad no está en pie sin mantener y desarrollar la acogida de la vida y sin acoger y desarrollar la familia, como comunidad originaria, primera comunidad que funda todas las demás».

El presidente del Observatorio Van Thuan subraya que la vida es «la acogida de un don no producido sino acogido», mientras que la familia es «una pareja que se une no por deseo sino por vocación».

«La vida y la familia así entendidas -añade- infunden en la sociedad el don del estar juntos, o el estar juntos como don y no sólo como deseo o posesión».

Para monseñor Crepaldi, acogiendo la vida que llama a la puerta de la existencia, no como producto químico de laboratorio, «la sociedad aprende a acoger más allá de producir» y se pone a disposición de «un proyecto» que no ha producido ella misma y que no sólo es «fruto de nuestro deseo de hacer».

«Aceptando fundarse en la sexualidad, o sea en la diferencia y la complementariedad sexual, la sociedad acoge en sí reciprocidad y donación», subraya el presidente del Observatorio, añadiendo que «la sexualidad vista en su significado personalista y abierto a la vida es el origen mismo de la sociedad».

«En el encuentro de comunión abierta a la vida entre dos personas –concluye monseñor Crepaldi– se integran en la aceptación de una vocación y de un bien común que supera a los dos individuos tomados aisladamente».

Por  Antonio Gaspari, traducido del italiano por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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