(ZENIT Noticias / Londres, 25.11.2025).- El sonido de las campanas de boda, un elemento esencial de la vida parroquial inglesa desde hace mucho tiempo, es cada vez más escaso. Nuevas cifras de la Oficina Nacional de Estadística revelan que 2023 marcó un mínimo histórico en las bodas religiosas en Inglaterra y Gales, continuando una tendencia a la baja anterior a la pandemia, pero que ahora ha alcanzado un punto de inflexión innegable.
Según los datos publicados el 18 de noviembre, solo 23.004 parejas optaron por casarse en la Iglesia de Inglaterra o en la Iglesia de Gales el año pasado (anglicanos). Desde la década de 1830, el país no había registrado cifras tan bajas, salvo en el anómalo 2020, cuando los confinamientos hicieron que las puertas de las iglesias fueran prácticamente inaccesibles. Aunque la vida ha vuelto a la normalidad, el interés por las ceremonias religiosas no se ha recuperado.
Las bodas civiles dominan ahora el panorama matrimonial. De los 216.901 matrimonios heterosexuales registrados en 2023 —un descenso significativo respecto a los 239.097 celebrados el año anterior—, más de 184.000 se celebraron en oficinas de registro civil o en lugares seculares. Las bodas religiosas representaron tan solo 32.473 ceremonias, y las iglesias anglicanas albergaron aproximadamente el 70 %.
El ranking de participación religiosa también presenta un panorama revelador. Después de la comunión anglicana, la Iglesia Católica Romana fue la más activa, celebrando 3.303 bodas. Otras denominaciones cristianas contribuyeron con otras 3.629 ceremonias, mientras que las comunidades religiosas no cristianas oficiaron 2.537 matrimonios. A pesar de la diversidad del panorama religioso del país, las cifras generales revelan una clara contracción de los ritos matrimoniales basados en la fe.
Las parejas del mismo sexo, que formalizaron 7.501 matrimonios el año pasado, celebraron tan solo 96 ceremonias religiosas. Ni la Iglesia de Inglaterra ni la Iglesia de Gales (anglicana) permiten actualmente este tipo de uniones, aunque las congregaciones metodistas y reformadas unidas sí lo hacen, una adaptación que ha atraído a algunas parejas que buscan tanto el «sacramento» como el reconocimiento legal.
Tras las estadísticas se esconde una historia más profunda de transición cultural. La boda en la iglesia, antaño arraigada en la tradición local y las expectativas familiares, ahora debe competir con lugares personalizados, eventos en destinos turísticos y una creciente mentalidad secular. Pero el clero no está dispuesto a ceder terreno. En declaraciones al Daily Telegraph, el obispo anglicano de Manchester, David Walker, instó a las parejas a no dar por sentado que las puertas de la iglesia están cerradas para ellos. Su mensaje fue directo: las parejas no necesitan ser fieles habituales, ni siquiera estar bautizadas, para casarse en una parroquia anglicana. Tampoco deberían dudar si ya tienen hijos.
Estas garantías reflejan la silenciosa urgencia que sienten muchos clérigos ante la disminución de la participación en las iglesias, no solo en bodas, sino en todo el espectro sacramental. Los matrimonios, sin embargo, tienen un peso simbólico: son momentos en los que personas que se han alejado de la práctica religiosa durante mucho tiempo se reencuentran, aunque sea brevemente, con la vida espiritual y comunitaria de su parroquia local.
Las cifras históricamente bajas sugieren que este contacto ocasional está disminuyendo. Para algunos, indica una pérdida de herencia; para otros, simplemente una evolución de la preferencia social. Sin embargo, dentro de la Iglesia de Inglaterra, persiste la esperanza, aunque modesta, de que, al extender la hospitalidad y flexibilizar las presunciones, la antigua costumbre de casarse ante el altar pueda encontrar una relevancia renovada en una sociedad en rápida evolución.
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