Monte Sant'Onofrio Foto: COPE

Vaticano se pronuncia y emite valoración sobre supuestas apariciones marianas en Monte Sant’Onofrio

Se plantean dos preocupaciones específicas. La primera se relaciona con una desobediencia a las directrices eclesiásticas. El obispo anterior, Claudio Palumbo, había prohibido explícitamente las celebraciones litúrgicas públicas o privadas relacionadas con las apariciones

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(ZENIT Noticias / Roma, 30.07.2025).- En lo alto de las colinas de Molise, cerca de la ciudad de Agnone, un remoto y boscoso pico llamado Monte Sant’Onofrio ha atraído discretamente a peregrinos y curiosos durante más de una década. Desde 2010, el monte ha sido escenario de supuestas apariciones de la Virgen María, reportadas por un solo vidente y gradualmente aceptadas por pequeños pero fervientes círculos de fieles. Sin embargo, la resonancia espiritual del lugar también ha suscitado preguntas, inquietudes y escrutinio eclesial. Ahora, la Santa Sede ha adoptado una postura formal: mesurada, cautelosa, pero abierta.

En una carta dirigida al obispo Camillo Cibotti, de Trivento, el cardenal Víctor Manuel Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, anunció que el fenómeno ha recibido la clasificación de «prae oculis habeatur», que significa «mantenerse bajo observación». La designación forma parte de un nuevo marco vaticano para discernir supuestos sucesos sobrenaturales e implica que, si bien no se ha emitido una aprobación ni condena definitiva, el asunto merece atención pastoral continua.

La declaración del cardenal reconoce claras «señales positivas», incluyendo un énfasis recurrente en los mensajes sobre elementos fundamentales de la vida cristiana: la Palabra de Dios, la Eucaristía, la confesión y la caridad. Se dice que la Virgen fomenta actos concretos de misericordia y solidaridad, llamando a los fieles a conectar sus vidas con el sufrimiento ajeno y a profundizar su relación con el Espíritu Santo. Cristo, no el vidente ni los fenómenos, permanece en el centro, un punto que Fernández ha señalado repetidamente como esencial.

Sin embargo, el Dicasterio no ignora lo que denomina «elementos de confusión». Se plantean dos preocupaciones específicas. La primera se relaciona con una desobediencia a las directrices eclesiásticas. El obispo anterior, Claudio Palumbo, había prohibido explícitamente las celebraciones litúrgicas públicas o privadas relacionadas con las apariciones. Sin embargo, varios clérigos parecen haber ignorado dichas instrucciones, en algunos casos fomentando lo que el Vaticano denomina un «magisterio paralelo», una situación que amenaza la unidad eclesial.

La segunda preocupación se refiere a la ambigüedad teológica, específicamente a la relación entre la Iglesia viva y las almas de los difuntos. Algunos mensajes, según se informa, incluyen referencias a personas fallecidas que se comunican por intercesión de ángeles guardianes. Si bien los mensajes no sugieren nada explícitamente contrario a la doctrina católica, el Vaticano ve en ellos un potencial de malentendidos o interpretaciones erróneas. La enseñanza tradicional de la Iglesia distingue claramente entre las oraciones legítimas por los difuntos y las prácticas espiritistas, siendo estas últimas estrictamente condenadas.

La postura del Vaticano, por lo tanto, es tanto pastoral como prudencial. No se permite el culto público: no se permiten peregrinaciones organizadas por parroquias u organismos diocesanos, no se celebran ritos litúrgicos en nombre de la Iglesia, ni se difunden mensajes sin autorización. Sin embargo, los fieles pueden visitar en privado —solos, en parejas o en pequeños grupos— la cruz en la montaña y rezar a lo largo del Vía Crucis construido antes de que comenzaran las supuestas apariciones. Estas visitas deben ser discretas y humildes, marcadas por la obediencia y un espíritu de comunión con el obispo local.

La carta del cardenal Fernández también ofrece una breve catequesis sobre la Comunión de los Santos y el peligro de confundir la intercesión católica con la evocación espiritista. Citando las Escrituras, señala el papel mediador de los ángeles en la comunicación divina, pero insta a la cautela cuando estos temas corren el riesgo de desdibujar los límites de la doctrina. Insta al obispo Cibotti a verificar que quienes participan en el fenómeno rechacen por completo cualquier contacto con el más allá que no esté dentro de las enseñanzas de la Iglesia.

La puerta no está cerrada. El Vaticano reconoce el potencial de fruto espiritual e incluso, eventualmente, de un «nihil obstat», una declaración formal de que nada impide el reconocimiento de los hechos. Pero tal discernimiento requiere tiempo, claridad teológica y el restablecimiento de la armonía eclesial.

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Valentina di Giorgio

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