(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 16.10.2024).- En ocasión del Congreso Nacional de la Sociedad Italiana de Cirugía, la mañana del miércoles 16 de octubre el Papa Francisco recibió en audiencia a los participantes en el congreso. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano preparada por ZENIT de las palabras del Papa. En una parte de ella responde a la pregunta planteada en el titular.
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Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Me complace encontrarme con vosotros con ocasión del 126 Congreso Nacional de la Sociedad Italiana de Cirugía, titulado «El futuro del cirujano – el cirujano del futuro», que se celebra aquí en Roma. Saludo cordialmente al Presidente de la Sociedad, a los miembros del Consejo y a todos vosotros.
Quien habla de futuro, habla de esperanza, de proyecto, de compromiso. Habéis desarrollado un tema precioso. Y en este sentido vuestro trabajo es precioso para el hombre, que es una criatura bella y frágil, una criatura ávida de vida y de futuro y al mismo tiempo tan vulnerable. Por eso es importante que vuestro estilo sea siempre humano y profesional, de alguien que se preocupa por el que sufre, de modo que ante todo le toméis en serio, combinando competencia y deontología en todas vuestras intervenciones, según la cultura de la salud, que es un servicio a la persona en su integridad. Piensen en el futuro del cirujano partiendo de una cultura de dedicación al hermano, especialmente si es pobre y marginado. Siempre es el hombre el que vive y muere, el que sufre y se cura, no sólo sus órganos o tejidos.
Por el contrario, existe el riesgo, incluso para los médicos, de perder su vocación, situándose fuera de esa alianza terapéutica, que pone en el centro al enfermo o al herido. En efecto, la medicina moderna tiende a veces a centrarse mucho en la dimensión física del hombre, en lugar de considerarlo en su totalidad y singularidad. Así, el cuerpo se convierte en un objeto desnudo de investigación científica y manipulación técnica, en detrimento del paciente, que pasa a un segundo plano. Por el contrario, ¡la ciencia es para el hombre, no el hombre para la ciencia! Una ciencia humana.
Hoy en día, cuando la cirugía se sirve de muchas nuevas tecnologías, incluida la inteligencia artificial, conviene no olvidar nunca que nada puede hacerse sin la «mano» del cirujano. Cirugía significa «trabajo hecho con la mano», «operación de la mano». Y eso es exactamente lo que es: para curar, los cirujanos deben herir, cortar. Por eso, cuando tengáis en vuestras manos el cuerpo del hombre, creado a imagen de Dios, actuad como «artesanos de la salud», operando a los demás con el mismo cuidado con el que os gustaría ser tratados. Reflexionad sobre los gestos que, como profesionales, pondréis en práctica, juntos, en equipo con vuestros cooperadores, y no tengáis miedo de promover, especialmente entre los jóvenes, la formación humana, científica, tecnológica y psicológica: de aquí saldrán las mejores características de los futuros cirujanos.
Vuestro trabajo y vuestra misión serán siempre muy importantes: os invito, pues, a ser guardianes de la vida de los que sufren, guardianes de la vida de los que sufren. Aunque no se pueda curar a una persona, siempre se la puede curar, para que nunca nadie se considere ni se sienta un rechazado.
Y a este respecto, estimados cirujanos, quisiera concluir entregándoos un icono que puede inspirar el futuro de vuestra profesión: el icono de Jesús, médico de almas y cuerpos -es decir, del hombre entero- narrado en la parábola del buen samaritano (cf. Lc 10, 30-37). En ella, el que cuida ve y se detiene sin prisas: se compadece de quien encuentra, se acerca a él y venda sus heridas. Ve, se compadece, se hace cercano y venda sus heridas. Son estas actitudes las que os recomiendo: ver con amor, tener compasión, hacerse cercano y cuidar. Así es como todo buen médico se convierte en prójimo de su paciente.
Gracias por todo lo que hacéis, incluso con tanto sacrificio. Os animo a dedicaros con pasión a la humanidad que sufre, de la que todos formamos parte.
Que María, salud de los enfermos, acompañe vuestro servicio, confortándoos en las fatigas del trabajo y de la investigación. Bendigo a cada uno de vosotros, a vuestras familias y a todos los agentes sanitarios que colaboran con vuestra Sociedad. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí: pero rezad por… ¡Gracias!
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