VIENA, lunes, 21 septiembre 2009 (ZENIT.org).- Hacen falta "pasos serios y concretos" hacia la no proliferación y el desarme de las armas nucleares, no sólo para enfrentarse eficazmente al terrorismo nuclear, sino también para hacer realidad "una cultura de la vida y de la paz capaz de promover de manera eficaz el desarrollo humano integral de los pueblos".
 
Lo recordó el arzobispo Marcelo Sánchez Sorondo, jefe de la delegación de la Santa Sede, en su intervención en la 53 Conferencia General de la Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA), que tuvo lugar en Viena, Austria, del 15 al 18 de septiembre.
 
Al comienzo de su discurso, el prelado señaló, entre los desafíos que la sociedad de hoy puede y debe afrontar, también el aumento de la demanda de energía y el mercado negro de material nuclear.
 
"A fin de hacer realidad una convivencia humana verdaderamente libre -explicó el prelado, citando palabras de Benedicto XVI en la encíclica Caritas in Veritate- es necesario defender y promover incansablemente un verdadero desarrollo humano de alcance universal entre los saberes y las operatividades".
 
En este área, el arzobispo argentino subrayó entre las prioridades de la AIEA "la de urgir y aumentar en todo el mundo la aportación de la energía atómica a las causas de la paz y de la prosperidad".
 
"Pero también --añadió-- orientar los conocimientos nucleares hacia otros campos como la medicina, la agricultura, la seguridad alimentaria, el acceso al agua potable, actividades estas que hay que inscribir en un marco más amplio de desarrollo, que ponga en el centro a la persona humana, contemplando repercusiones importantes no sólo para las generaciones presentes sino también para las futuras".
 
El arzobispo Sorondo invitó a los estados a perseguir como fin último el bien común de los pueblos y no el poder nacional, ya sea económico o militar.
 
"La Santa Sede --concluyó el arzobispo-- nota con satisfacción algunas señales positivas de la voluntad de poner de nuevo el desarme nuclear en el centro del debate internacional sobre paz y seguridad".
 
Señales por tanto positivas, en su opinión, con vistas a la VIII Conferencia de revisión del Tratado de no proliferación de las armas nucleares, prevista para 2010 en Nueva York, cuando la comunidad internacional sea "llamada a poner en acción pasos concretos, transparentes y convincentes".
 
El Tratado de no Proliferación Nuclear (TNP), que contiene el único compromiso vinculante de desarme nuclear en un tratado multilateral y da además a todos los signatarios el derecho de desarrollar programas pacíficos para producir energía nuclear con fines civiles, se convirtió en ley internacional en 1970.
 
Durante largo tiempo, hubo cinco estados con armas nucleares: Estados Unidos, Reino Unido, Unión Soviética, Francia y China. Desde entonces, India, Israel y Pakistán han desarrollado armas nucleares y permanecen como los únicos países fuera del Tratado.
 
Los 188 gobiernos que han ratificado el Tratado se encuentran cada cinco años en la Conferencia de revisión para evaluar su aplicación.

Hoy en el mundo existen más de 26.000 cabezas nucleares y algunos países anhelan todavía entrar en el "club nuclear".

El 18 de septiembre, por primera vez en casi veinte años, la AIEA aprobó una resolución que pide a Israel que se adhiera a Tratado de no Proliferación Nuclear y que abra todos sus emplazamientos nucleares a las inspecciones.
 
Traducido del italiano por Nieves San Martín



Balance vaticano tras la Conferencia Diplomática sobre Bombas de Racimo

DUBLÍN, viernes, 20 junio 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que pronunció el arzobispo Silvano Maria Tomasi, observador permanente ante las Naciones Unidas y las Organizaciones Internacionales en Ginebra, en la clausura de la Conferencia Diplomática sobre Bombas de Racimo celebrada en Dublín del 19 al 30 de mayo de 2008.

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La protección y el cuidado de las víctimas de las bombas de racimo, la prevención de su sufrimiento, y la suma de un nuevo capítulo relacionado en el derecho humanitario internacional, han sido objetivos claros y obligados de la Santa Sede desde el mismo comienzo del Proceso que condujo a esta Conferencia Diplomática. Estos objetivos se han logrado.

El éxito de la Conferencia se debe a los esfuerzos convergentes de todos los participantes cuya buena voluntad y su preocupación primordial por la situación dramática de muchas víctimas, y de las familias y comunidades de las víctimas, les han llevado a adoptar una actuación decidida.

Mi Delegación reconoce con gran aprecio la valiosa aportación de todos y quiere subrayar en particular el papel de liderazgo que usted, Señor Presidente, ha ejercido de forma eficaz con el apoyo de un equipo capaz y el pleno respaldo del gobierno irlandés.

Entre las muchas voces alzadas en el mundo a favor de las víctimas de las bombas de racimo, de la paz y el desarrollo en los países afectados pero no ahogados por estas terribles armas, ha estado la del Papa Benedicto XVI que pidió «un instrumento internacional fuerte y creíble».

Avanzando a lo largo de esta senda, muchos países, así como organizaciones no gubernamentales e individuos, se han implicado con determinación y un sentido de solidaridad y compasión en un duro trabajo por una Convención sobre bombas de racimo. El Proceso ha avanzado sin pausa desde Oslo, hasta Lima, Viena, Wellington y, finalmente, Dublín.

Señor Presidente,

Entre los resultados positivos logrados permítame que subraye tres de ellos. Primero, la nueva Convención propone un cuidado más amplio de las víctimas de las bombas de racimo al incluir a sus familias y comunidades. También apela al sentido de solidaridad de la comunidad internacional al asumir la responsabilidad de su asistencia psicológica y material y la limpieza de los territorios contaminados por estas municiones.

Segundo, la nueva Convención reconoce «el papel y la aportación específicas de los actores relevantes» (artículo 5.2(c)). De hecho muchos actores están proporcionando cuidado a las víctimas así como cooperación humana, económica y técnica en las diversas actividades recordadas por esta Convención: los estados miembro, los organismos de Naciones Unidas, las organizaciones internacionales, el Comité Internacional de la Cruz Roja y la sociedad civil. En conexión con esto, querríamos rememorar nuestra comprensión e interpretación del artículo 5.2(c), cuando un estado miembro desarrolla un plan y un presupuesto nacional para llevar a cabo actividades de asistencia según la Convención «con la visión de incorporarlas dentro de la carencias, desarrollo y marco y mecanismos de derechos humanos existente en la nación», debería garantizar el pluralismo, que es inherente a cualquier sociedad democrática, y la variedad de actores no gubernamentales relevantes. Esta forma respetuosa de coordinación de las diversas actividades de los actores gubernamentales y no gubernamentales está en línea con lo que indica el preámbulo (PP 10).

Tercero, la nueva Convención es un logro en sí misma pero también un mensaje positivo para proseguir, por parte de la comunidad internacional, los esfuerzos de desarme total y las negociaciones de control de armas. La tarea no está concluida. De hecho, comienza ahora el desafío de poner en práctica este instrumento y dirigir los recursos materiales y humanos hacia las obras de la paz, la solidaridad y el desarrollo.

Señor Presidente,

La Delegación de la Santa Sede no puede concluir sin destacar una vez más cuánto valora el espíritu de compañerismo compartido con los miembros del Grupo Central y los de las demás Delegaciones, el Comité Internacional de la Cruz Roja, y la Coalición contra las Bombas de Racimo.

El espíritu de compañerismo ha logrado que el proceso concluya con éxito, un éxito que no estaba asegurado cuando un puñado de estados lo comenzó. El mismo espíritu puede asegurar una implementación con igual éxito y un futuro esperanzador para las víctimas y los países afectados.

Gracias, Señor Presidente.