CASTEL GANDOLFO, domingo 18 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI animó a pedir a la Virgen vocaciones para el servicio de la nueva evangelización, este domingo al introducir la oración del Ángelus ante numerosos fieles congregados en Castel Gandolfo.

“Dirijámonos en oración a la Virgen María, para que en toda la Iglesia maduren vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales para el servicio de la nueva evangelización”, exhortó.

Afirmó que “hoy vivimos en una época de nueva evangelización”: “Vastos horizontes se abren al anuncio del Evangelio, mientras regiones de antigua tradición cristiana están llamadas a redescubrir la belleza de la fe”, constató.

Y especificó quiénes son los agentes de la nueva evangelización, destacando: “Son protagonistas de esta misión hombres y mujeres que, como san Pablo, pueden decir: “Para mí vivir es Cristo”. Personas, familias, comunidades que aceptan trabajar en la viña del Señor, según la imagen del Evangelio de este domingo”.

Según el Pontífice, las personas que deben llevar a cabo la nueva evangelización son “trabajadores humildes y generosos que no piden otra recompensa que la de participar en la misión de Jesús y de la Iglesia”.

En su alocución previa al rezo de la oración mariana, el Papa afirmó que “el Evangelio ha transformado el mundo, y todavía lo está transformando, como un río que riega un inmenso campo”.

Explicando la primera lectura de este domingo, de la Carta a los Filipenses de san Pablo, destacó que esta carta contiene “un himno a Cristo que ya presenta una síntesis completa de su misterio: encarnación, chenosi, es decir, humillación hasta la muerte de cruz, y glorificación”.

Indicó que “este mismo misterio se hace una unidad con la vida del apóstol Pablo, que escribe esta carta mientras se encuentra en la cárcel, a la espera de una sentencia de vida o de muerte”.“Él afirma: “Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia” -recuerda el Papa-. Es un nuevo sentido de la vida, de la existencia humana, que consiste en la comunión con Jesucristo vivo; no sólo con un personaje histórico, un maestro de sabiduría, un líder religioso, sino con un hombre en el que habita personalmente Dios”.

“Su muerte y resurrección es la Buena Noticia que, partiendo de Jerusalén, está destinada a llegar a todos los hombres y a todos los pueblos, y a transformar desde el interior todas las culturas, abriéndolas a la verdad fundamental: Dios es amor, se ha hecho hombre en Jesús y con su sacrificio ha rescatado a la humanidad de la esclavitud del mal dándole una esperanza fiable”, explicó.

Después subrayó que “San Pablo era un hombre que condensaba en sí mismo tres mundos: el judío, el griego y el romano”.

Y añadió: “No por casualidad Dios le confió la misión de llevar el Evangelio desde Asia Menor a Grecia y después a Roma, construyendo un puente que habría proyectado el Cristianismo hasta los extremos confines de la tierra”.

Explicando el Evangelio de este domingo en su saludo a los peregrinos de habla inglesa, el Papa destacó que “escuchamos a Jesús comparar el Reino de los cielos a las acciones de un terrateniente que es generoso con todos los trabajadores de su viña”.

“Quizás a veces podamos sentir envidia por el éxito de otros o sentir que no nos han agradecido lo suficiente nuestro servicio”, sugirió.

Y animó a “que siempre nos esforcemos por ser humildes siervos del Señor y nos regocijemos cuando Dios derrama abundantes gracias sobre los que nos rodean”.

Al saludar a los peregrinos de habla española, invitó “a todos a reconocer la inmensa generosidad y bondad de Dios, que está por encima de los cálculos humanos”.

“Lo que el Señor espera de nosotros es que cada uno haga bien y confiadamente su trabajo, y que reciba con gratitud lo que de Él procede”, destacó.

Todavía al saludar a los polacos insistió que que “hoy la liturgia nos recuerda que todos estamos llamados a trabajar en la viña del Señor”.

“Él nos ha dado diversos carismas, ha asignado diversas tareas y ha determinado diversos tiempos de su cumplimiento -explicó-. Sin embargo, si asumimos la obra de nuestra vida con plena dedicación, nos espera la misma paga: la alegría de la eterna participación en la bondad del Señor”.

Después de rezar el Ángelus, Benedicto XVI se refirió a la beatificación, celebrada este sábado en Turín, de monseñor Francesco Paleari, de la Sociedad de Sacerdotes de San José Cottolengo. “¡Alabemos a Dios por este luminoso testigo de su amor!”, exhortó.

También realizó una breve semblanza del nuevo beato: “Nacido en Pogliano Milanese en 1863, de humilde familia campesina, entró jovencísimo en el seminario e, inmediatamente después de la Ordenación, se dedicó a los pobres y a los enfermos en la Pequeña Casa de la Divina Providencia, pero también a la enseñanza, distinguiéndose por su afabilidad y paciencia”, destacó.

Finalmente, al saludar a los polacos, destacó que en Roma se encuentra “el luminoso testimonio de tantos cristianos que han trabajado fielmente en la viña del Señor”.