CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 4 febrero 2005 (ZENIT.org).- En el proceso de «actualización» («aggiornamento») que los religiosos y consagrados están viviendo desde el Concilio Vaticano II, la Eucaristía tiene un papel protagonista, considera Juan Pablo II en un mensaje enviado desde el Hospital Agostini Gemelli.

El pontífice ha dirigido su misiva con motivo de la Jornada de la Vida Consagrada que se celebró el pasado 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor.

Dado que el Santo Padre, al estar hospitalizado, no pudo presidir la celebración eucarística en la tarde de ese día, en la basílica de San Pedro del Vaticano, el arzobispo Franc Rodé, C.M., prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, leyó en la homilía el mensaje papal.

En el texto, el Papa recuerda que este año se celebra el cuadragésimo aniversario de la promulgación del decreto «Perfectae caritatis» del Concilio Vaticano II sobre «la adecuada renovación de la vida religiosa».

«En estos cuarenta años, siguiendo las directivas del magisterio de la Iglesia, los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica han recorrido un camino fecundo de renovación, marcado por una parte por el deseo de fidelidad al don recibido por el Espíritu a través de sus fundadores y fundadoras y, por otra, por el deseo de adaptar la manera de vivir, orar y actuar a las actuales condiciones físicas y psíquicas de los miembros del Instituto y también --a tenor de lo que requiere la índole peculiar de cada Instituto-- a las necesidades del apostolado, a las exigencias de la cultura y a las circunstancias sociales y económicas».

El Papa, dando gracias a Dios por «esta oportuna actualización [utiliza la palabra "aggiornamento"] de la vida consagrada», se dice convencido de que dará «frutos de santidad y de acción misionera, a condición de que los consagrados conserven de manera inalterada el fervor ascético y lo transmitan en las obras apostólicas».

«El secreto de este ardor espiritual es la Eucaristía --afirma por tanto--, fuente inagotable de la fidelidad al Evangelio, porque en este sacramento, centro de la vida eclesial, se realizan plenamente la íntima identificación y la total conformación con Cristo, a la que están llamados los consagrados y las consagradas».

Según explicó monseñor Rodé en declaraciones a «Radio Vaticano» con motivo de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, «los consagrados son hoy más o menos un millón: esta cifra abarca a los institutos religiosos, a las sociedades de vida apostólica, los institutos seculares, las nuevas formas de vida consagrada, los monasterios contemplativos».

«Podemos decir que la vida religiosa es bastante viva y vital --explica haciendo un análisis de la situación--. Las vocaciones, en ciertos países de Asia y África están creciendo, mientas que en Europa --a causa de la secularización y de otros factores, en particular la disminución de los nacimientos y el envejecimiento de la población-- experimentan un fuerte descenso numérico. Lo mismo se puede decir de los Estados Unidos y de Canadá».

«De todos modos --aclara--, los institutos religiosos realizan un trabajo precioso, sobre todo en el campo de la educación, de la catequesis, del servicio a las nuevas pobrezas, como los inmigrantes, y los toxicómanos, las madres adolescentes o muy jóvenes, etc.».

«Por lo que se refiere a las vocaciones, hay una excepción --destaca monseñor Rodé--: mientras las vocaciones de las congregaciones activas en el mundo occidental disminuyen, las de la vida claustral, las contemplativas, no han experimentado esta disminución».

Según el arzobispo esloveno, el desafío principal de la vida consagrada en estos momentos es «la respuesta a la llamada a la santidad que el Señor dirige a todo religioso y religiosa».

«Ahí se encuentra el sentido profundo y auténtico de la vida religiosa: seguir el llamamiento del Señor a realizar en la vida el ideal del Evangelio en toda su radicalidad, en toda su belleza. Y, si los religiosos siguen esta llamada, si responden al Señor, entonces serán auténticos testigos del Evangelio en el mundo de hoy. La gente, en especial los jóvenes, verán en ellos un ejemplo a seguir».

Según el prelado, el mundo se espera de los religiosos «un ejemplo de paz interior, de recogimiento. Con frecuencia, el hombre de hoy se siente algo perdido, vive superficialmente y no es feliz, se espera que en la vida y en el ejemplo de los religiosos se dé una viva experiencia de Dios, que es el único que da un sentido a la vida del hombre».