CIUDAD DEL VATICANO, 11 marzo 2003 (ZENIT.org).- A pesar de nuestras traiciones, Dios está a nuestro lado, pues su misericordia no tiene límites, afirmó el predicador de los ejercicios espirituales del Papa este martes.

El segundo día de esta semana consagrada a la meditación por Juan Pablo II y sus colaboradores de la Curia romana, fue dedicado por el arzobispo del Santuario de Loreto, monseñor Angelo Comastri, a meditar sobre el camino que recorre Dios al entrar en la historia.

«Hemos descubierto que, al recorrer los caminos de los hombres, Dios manifiesta un rostro que nunca hubiéramos podido imaginar: un rostro de una bondad, de una ternura, de una misericordia infinitas», aclaró el predicador pontificio al sintetizar sus meditaciones de este día a los micrófonos de «Radio Vaticano».

Para ilustrar esta relación de Dios con cada hombre y mujer, monseñor Comastri recordó en primer lugar el diálogo entre Dios y Moisés (Éxodo, 3, 13-14) en el que el profeta pregunta: «Si voy a los israelitas y les digo: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les responderé?».

Dios le dijo a Moisés: «Yo soy el que soy», siguió recordando el predicador en la Capilla «Redemptoris Mater» del Palacio apostólico vaticano. Y añadió: «Así dirás a los israelitas: "Yo soy" me ha enviado a vosotros».

«Parece un juego de palabras --reconoció el prelado italiano--, pero el sentido se comprende con el original hebreo. En hebreo, el verbo ser no tiene el significado abstracto que tiene para nosotros, occidentales de hoy. En hebreo, el verbo ser significa estar al lado. Para el semita, una persona sólo existe si está al lado. Si no está al lado es como si no estuviera».

«De este modo, Dios quiere decir a Moisés: "Mira, Moisés, yo soy el que siempre está a vuestro lado. Yo soy el que se ha unido a vosotros, a ti [...] Yo soy el Dios que ama».

«Este es el nombre de Dios --insistió monseñor Comastri--. Esta es la revelación de Dios. Y en la historia de la salvación se comprende que esta misericordia de Dios tiene que afrontar continuamente la infidelidad del hombre: Dios ama al hombre, pero el hombre se cansa de Dios».

«Dios es como un esposo enamorado de la humanidad, pero esta humanidad es una esposa verdaderamente extravagante, una esposa caprichosa. Los profetas llegaron a decir: "es una prostituta"», siguió constatando el arzobispo.

Y sin embargo, «aquí está el gran anuncio: Dios permanece fiel. Dios es misericordioso y fiel», insistió.

A través de los profetas, en particular de Oseas, recordó el predicador, Dios nos dice: «Yo amo con locura a la humanidad, y la humanidad no es fiel. Pero yo sigo amándola y sigo desafiándola con mi amor fiel».

Y esta promesa, constató Comastri, llevó al profeta Jeremías a anunciar la «nueva alianza»: «pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo» (Jeremías, 31, 33).

«Es el anuncio del gran acontecimiento de la encarnación, la venida del Hijo de Dios», concluyó.

Cardenal Rouco: Sin Dios, la sociedad no puede ir bien

MADRID, 17 de noviembre de 2002 (ZENIT.org).- «Una sociedad en la que no haya sitio para dar culto a Dios no va a ir bien. Unos cristianos a los que no les importe que haya o no espacio para dar culto a Dios estarán fracasando». Este ha sido el principal mensaje del arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, en la homilía de la Eucaristía celebrada este domingo en el marco del IV Congreso Católicos y Vida Pública.