SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 11 noviembre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos a los lectores el artículo de nuestro colaborador el obispo mexicano de San Cristóbal de las Casas Felipe Arizmendi Esquivel. esta vez propone un nuevo apasionamiento por la figura de Jesucristo, centro de la vida de todo cristiano.
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+ Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
Me llamó la atención lo que dijo el cardenal de Washington Donald William Wuerl en el reciente Sínodo de Obispos en Roma. Lamentó que, en vez de una nueva confianza en la verdad de nuestro mensaje, en los últimos tiempos “hemos visto esta confianza erosionada y reemplazada por un sistema de valores laicos que se ha impuesto como estilo de vida superior y mejor con respecto al que fue propuesto por Jesús, su Evangelio y su Iglesia… La visión del Evangelio ha sido oscurecida muchas veces… La tentación para el evangelizador, y tal vez también para los pastores, es la de no confrontarnos con estos obstáculos conceptuales y poner su atención y sus energías en unas prioridades más sociológicas”.
En efecto, hay quienes hablan mucho de justicia y paz, derechos humanos y promoción social, y trabajan sacrificada y ejemplarmente en ello, pero casi no mencionan en forma explícita lo que les mueve a esa su encomiable entrega a los pobres, que es su fe en Jesucristo. Se denuncian las estructuras injustas, la explotación, la miseria y los abusos de la autoridad, lo cual es un deber profético de la Iglesia, siguiendo el ejemplo de Jesús, pero no aparece la iluminadora Palabra de Dios. Se hacen análisis de la realidad, a veces superficiales y repetitivos, o se promueven acciones para proteger la madre tierra, con la mejor intención de cambiar este mundo, pero se desconoce la Doctrina Social de la Iglesia, que es una aplicación del Evangelio a las realidades actuales. Se habla mucho del Reino, pero se mutila que es Reino de Dios, o se prescinde de la Iglesia, y no se implica a Jesucristo, quien vino precisamente a instaurar ese Reino, que consiste en verdad y vida, santidad y gracia, justicia, amor y paz, y no se reduce a justicia y paz. No falta quien quiera poner la Biblia en el mismo nivel con el Popol Vuh u otros libros de los pueblos originarios.
CRITERIOS
San Pablo afirma: “Lo que era para mí ganancia (sus tradiciones judías), lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas y las tengo por basura, con tal de ganar a Cristo” (Filip 3,7-8).
El Papa Benedicto XVI dice: “Jesús es el centro de la fe cristiana. El cristiano cree en Dios por medio de Jesucristo, que ha revelado su rostro. El es el cumplimiento de las Escrituras y su intérprete definitivo. Jesucristo es el verdadero y perenne protagonista de la evangelización: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres’. Esta misión de Cristo, este dinamismo suyo continúa en el espacio y en el tiempo. Es un movimiento que parte del Padre y, con la fuerza del Espíritu, lleva la buena noticia a los pobres de todos los tiempos --pobres en sentido material y espiritual--. La Iglesia es el instrumento principal y necesario de esta obra de Cristo, porque está unida a él como el cuerpo a la cabeza. Dios por medio de Jesucristo es el principal artífice de la evangelización del mundo, pero Cristo mismo ha querido transmitir a la Iglesia su misión, y lo ha hecho y lo sigue haciendo hasta el final de los tiempos infundiendo el Espíritu Santo en los discípulos… Por esto mismo considero que lo más importante es que se reavive en toda la Iglesia aquella tensión positiva, aquel anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo” (11-X-2012).
PROPUESTAS
Apasionémonos más por Jesús. Proclamemos explícitamente su persona, su mensaje, su nombre, su amor, su redención, su Iglesia. No nos avergoncemos de declarar abiertamente nuestra fe en El y nuestra pastoral como acción de su Iglesia, con El y por El. No reduzcamos esta fe a valores que, en última instancia, sólo en El tienen su fundamento y su plenitud; sin El, no colman la sed de Dios. Y no tengamos recelo de que esta pasión por Jesús y su Reino nos encierren en un misticismo y espiritualismo alienantes; al contrario: Jesús nos impulsará más, desde el corazón, a un servicio integral a los pobres, ya no por pose propagandística, ni por aparecer antisistémicos, sino por fidelidad a nuestra fe cristiana.