«Os doy las gracias --dice el cardenal-- porque habéis comprendido y puesto en práctica como mejor se podía el sentido de esta semana inolvidable: una fiesta mundial de los jóvenes, pero también una fiesta mundial de nuestra fe, una fiesta del Señor Jesucristo presente y vivo en medio de nosotros».

«Juntos, una vez más --añade el vicario de Roma--, damos gracias a Dios por haber dado a Roma este extraordinario Obispo, nuestro Papa, que comprende a los jóvenes en lo profundo y sabe establecer inmediatamente con ellos un diálogo de fe, de amor, de confianza en la vida: que les hace experimentar que el Señor está en verdad cercano».

«Damos gracias de todo corazón --dice el cardenal Ruini-- al Comité italiano, punto de apoyo de un gran trabajo común, a las diócesis del Lazio (la región a la que pertenece Roma) y todas las diócesis italianas, que han contribuido de manera decisiva a dar su pleno significado a esta Jornada mundial. Damos gracias, además, a todas las autoridades, el presidente de la República, el comisario del Gobierno, el Ayuntamiento y la Provincia de Roma, la Región y las otras Provincias del Lazio, que se han prodigado con solicitud y competencia en la preparación y el desarrollo de la Jornada mundial. Damos gracias a las Fuerzas del orden, los trabajadores de los transportes públicos, los diversos organismos y asociaciones de Roma y del Lazio y todos aquellos que, por diversos motivos, han contribuido a hacer más fácil y alegre esta gran cita juvenil».

«Un gracias especial --añade el vicario de Roma-- va, naturalmente, a los voluntarios que se han dado sin reservas, a las parroquias, a las escuelas, a las casas religiosas, a las familias romanas que han afrontado con alegría las fatigas de la acogida, a los médicos y a los enfermeros que se han prodigado en la asistencia sanitaria. Damos gracias a la ciudad entera, sabiendo bien que no es posible un elenco completo de las realidades que han colaborado».

«A vosotros --concluye el cardenal--, queridísimos párrocos, sacerdotes, religiosos y religiosas, educadores laicos que trabajáis con los jóvenes, y a vosotros jóvenes de Roma, que habéis sido protagonistas de esta extraordinaria experiencia de fe y de compartir, no digo sólo gracias. Digo también y aún más: ¡Seguid! Vayamos adelante juntos, con nuestro Papa, a construir, poniendo toda nuestra confianza en el Señor, una alianza cada vez más profunda, y abierta a todos, entre los jóvenes y Jesucristo, nuestro único Salvador».

«Nos vemos en Toronto»

ROMA, 22 agosto (ZENIT.org-AVVENIRE).- Para una tierra joven, de inmigrantes jóvenes, es normal tener por arzobispo llegado como joven inmigrante. Aloysius Matthew Ambrozic llegó a Toronto en 1948, procedente de Eslovenia. Nació en 1930 en Gabrje, cerca de Lubiana. Era sacerdote en 1955, nombrado arzobispo de Toronto en 1990 y creado cardenal en 1998. Su arquidiócesis será anfitriona del 22 al 26 de julio del 2002 de la próxima Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).

Cardenal Ruini: «Ante los jóvenes, el Papa da lo mejor de sí mismo»

ROMA, 21 agosto (ZENIT.org).- «El Papa ha demostrado una vez más que es capaz de soportar los más grandes esfuerzos. Pero no es una novedad. El contacto con los jóvenes lo revigoriza todavía más, como ha sucedido en este encuentro: días de diálogo, en los que los chicos han buscado el sentido de sus vida, y a los que el Papa ha dado respuestas «altas», que no pueden dejar de solicitar también a la sociedad civil». Son declaraciones del cardenal Camillo Ruini, vicario del Papa para la Diócesis de Roma y presidente de la Conferencia Episcopal italiana, horas después de que terminaran las Jornadas Mundiales de la Juventud

Alcalde de Roma: «En Tor Vergata ha caído otro muro»

ROMA, 21 AGOSTO (ZENIT.org).- Cuando las cosas van como han ido en Tor Vergata, cuando dos millones de personas se disuelven sin incidentes, incluso cantando bajo el calor atroz, cuando la autopista se reabre doce horas antes de lo previsto, porque todo va sobre ruedas, uno podría incluso tomarse la revancha. Pero Francesco Rutelli, alcalde de Roma, por carácter, es muy hábil en medir la satisfacción que sin embargo le embarga humana y políticamente. No se desfoga contra quienes habían anunciado, y quizá esperaban, cinco días de Apocalipsis para el Ayuntamiento de Roma.