BARCELONA, domingo, 11 diciembre 2005 (ZENIT.org).- Hacer el belén es un modo de presentar de manera «amable y cercana» la Navidad. Así lo defienden Enric Benavent y Albert Dresaire, dos catalanes que en 1999 fundaron la asociación «El Buey y la Mula», que tienen como objetivo estudiar la tradición del belén o natividad de Jesús.

En un libro publicado por el Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona, explican que el belén «es para todos» y dan voz a personas que cuentan su relación con la tradición del belén desde distintos contextos, desde un misionero a una contemplativa.

Tras mostrar cómo «los primeros belenes los promocionaron las órdenes religiosas» aclaran que «la época de la Contrarreforma significó un importante impulso al belén, ya que una de las reacciones a las reformas protestantes fue la promoción de la imaginería religiosa y el pesebre experimentó un gran auge en tierras católicas».

El belén empezó a ganar terreno en los palacios haciendo que el reino de Nápoles se hiciera mundialmente famoso por ser un foco de creación de belenes.

«El belén entró en las casas de todas las capas sociales» en los países de tradición católica y de este modo se inició a ver el belén no sólo como una tradición piadosa sino «como un objeto pedagógico: distintas escuelas religiosas hacían montar el pesebre a los alumnos para estudiar la Biblia o para descubrir la geografía de Palestina».

En algunos países, el belén fue «un elemento de reivindicación cultural y política, como el caso de la Asociación de Belenistas de Hungría, la Magyar Betlmemesech, que contaba con 80.000 socios y fue disuelta por el régimen comunista».

Entre los testimonios de personas que cuentan en el libro su relación con el belén destaca el de «Vivir el pesebre desde el corazón de África», «La dimensión afectiva del belén», «En la colonia de Santa María, en México» o «El belén nos humaniza».