CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 25 diciembre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II presentó la Eucaristía como el sacramento en el que el Niño Dios permanece junto a la humanidad entera –«marcada por tantas pruebas y dificultades»– en la Misa del Gallo de la Nochebuena.
A pesar del cansancio, el Santo Padre presidió con constancia y entusiasmo la emotiva y larga eucaristía, concelebrada en la Basílica de San Pedro del Vaticano junto a treinta cardenales, en la que se rezó por Tierra Santa.
En la Navidad de este Año de la Eucaristía (octubre 2004-octubre 2005), el obispo de Roma dedicó su homilía a subrayar el íntimo lazo que existe entre el sacramento de la presencia real de Cristo –según la fe de los católicos– y el nacimiento de Jesús hace más de dos mil años.
«¡Belén! La ciudad donde según las Escrituras nació Jesús, en lengua hebrea, significa «casa del pan». Allí, pues, debía nacer el Mesías, que más tarde diría de sí mismo: «Yo soy el pan de vida»», comenzó constatando.
«En Belén nació Aquél que, bajo el signo del pan partido, dejaría el memorial de la Pascua –añadió–. Por esto, la adoración del Niño Jesús, en esta Noche Santa, se convierte en adoración eucarística».
«Te adoramos, Señor, presente realmente en el Sacramento del altar, Pan vivo que das vida al hombre. Te reconocemos como nuestro único Dios, frágil Niño que estás indefenso en el pesebre», afirmó el sucesor de Pedro en una homilía más breve que en ocasiones precedentes.
«Naciste en esta Noche, divino Redentor nuestro, y, por nosotros, peregrino por los senderos del tiempo, te hiciste alimento de vida eterna», afirmó. «Te necesita la humanidad entera, marcada por tantas pruebas y dificultades».
«¡Quédate con nosotros, Pan vivo bajado del Cielo para nuestra salvación! ¡Quédate con nosotros para siempre!», concluyó dirigiéndose a los fieles que llenaban el templo así como a los que le seguían gracias a través de 111 canales de televisión de unos 70 países..
La eucaristía, que había comenzado con un homenaje floral al Niño Dios ofrecido por pequeños de Perú, Guatemala, Polonia, Italia, Corea, Australia y la República Democrática del Congo, continuó poco después con las oraciones de los fieles.
En ellas, se rezó para que Tierra Santa viva «tiempos de prosperidad y de pacífica convivencia en el respeto recíproco de sus habitantes».
La unidad entre los cristianos, el respeto de la vida humana –desde su concepción hasta la muerte natural–, los niños de la calle, los enfermos y los últimos de la sociedad, fueron otras de las intenciones de oración que se propusieron a la asamblea.
Las lecturas se habían leído en español, portugués, inglés, italiano, francés, alemán, polaco, filipino y swahili.
Por primera vez, la Misa fue transmitida en directo a través de los teléfonos celulares de última generación por compañías italianas.