BANGKOK, martes, 18 mayo 2010 (ZENIT.org).- Frente a la determinación del Gobierno de acabar con el campo atrincherado de los “camisas rojas” en Bangkok, Tailandia, la Iglesia católica hizo un llamamiento a la intervención de los líderes religiosos para lograr una mediación que evite un nuevo derramamiento de sangre.

Este lunes, la determinación del Gobierno tailandés de acabar por la fuerza con el campo de los “camisas rojas”, atrincherados en el centro del corazón comercial de Bangkok, parecía fuera de toda duda.

Según informaba Eglises d'Asie, la agencia de las Misiones Extranjeras de París, frente a un desenlace potencialmente violento de este conflicto político y, después de los 36 muertos contabilizados en los cinco días anteriores, el presidente de la Conferencia Episcopal de Tailandia hizo un llamamiento a “una intervención de los líderes religiosos” con el fin de “explorar las nuevas vías de diálogo y de mediación, para ofrecer una salida pacífica a la crisis”.

Parece prepararse un enfrentamiento entre los “camisas rojas” y las fuerzas del orden  en Rajprasong. Tras los 29 muertos del mes de abril pasado y el señuelo de una regulación del conflicto con la “hoja de ruta” propuesta a principios de mayo por el primer ministro Abhisit, hubo un rápido endurecimiento en torno a Rajprasong. En el barrio han sido cortadas el agua y la electricidad, no hay recogida de basuras y la determinación de las autoridades de acabar “los antes posible” con el último reducto de los “camisas rojas”, atrincherados tras las barricadas de neumáticos ardiendo, parece total.

“La operación será ejecutada lo antes posible”, señaló el lunes por la mañana Satit Wonghnongtaey, ministro adjunto al primer ministro. Las autoridades “informarán al público cuando terminen las operaciones”, precisó a los periodistas, mientras que los soldados que cercaban el barrio usaban no ya balas de goma sino balas reales.

Dentro del campo de los “camisas rojas”, los líderes declararon que las mujeres, los niños y las personas mayores entre ellos no serían usados como escudos humanos. De hecho, en la tarde del domingo, fueron trasladados a una “zona neutra”, la vasta extensión de una pagoda budista muy cercana, el templo Pathumwanaram. Allí, las ONG, entre ellas organizaciones caritativas católicas, se ofrecieron para ayudarles pero tanto el ejército como los jefes de los “camisas rojas” les impidieron el acceso a la pagoda. Según un miembro de Mercy Center, una de las ONG católicas que intentó intervenir sobre el terreno, “la desconfianza prevalece en una parte y en la otra”.

En este tenso contexto en el centro de Bangkok, e inestable en algunas otras regiones del país, sobre todo en el Norte y Nordeste, bases políticas de los “camisas rojas”, existe una gran inquietud.

El 14 de mayo pasado, monseñor Louis Chamniern Santisukniran, arzobispo de Tharae-Nongsaeng y presidente de la Conferencia Episcopal de Tailandia, no dudó en hacer un llamamiento a los líderes religiosos a intervenir públicamente para obtener la vuelta a la calma. Un mes antes, el 15 de abril, el arzobispo de Bangkok, un alto responsable musulmán y un representante del patriarca supremo del budismo hicieron un gesto común, un llamamiento a la oración.

Esta vez, para monseñor Louis Chamniern, habiendo riesgo de “guerra civil”, hace falta ir más lejos. Los líderes religiosos “gozan de la confianza, la credibilidad y la estima de la población. Podrían por tanto ser hoy muy útiles para superar el impasse y vencer la violencia”.

En un país en el que los católicos son una pequeña minoría del 0,5% de la población, la Iglesia no está en condiciones de actuar sola. Sin embargo, afirmó monseñor Chamniern, “no dejaremos nunca de decir que el único camino es el diálogo: hay que deponer las armas y renunciar a la violencia para encontrar una salida a esta crisis. Temo que el país esté al borde de una guerra civil que, si no se detiene, será una catástrofe. (...) En esta fase trágica de nuestra historia, veo a personas sin esperanza y fatalistas. Hay mucho miedo. El ‘país de la sonrisa’ parace haberse convertido en un ‘país de dolor’. Hoy sufrimos juntos y, en este momento, es como un túnel en el que no se ve el final”.

“Entre las partes –añade el obispo--, hay una evidente incomprensión. Ninguna de las dos facciones quiere ceder. Cada uno busca defender sus intereses, sin pensar en el resto de la población del país ni en el bien común. El Gobierno acusa a los líderes de la protesta roja de ser ‘enemigos de la corona’ y ‘traidores a la patria’. Esto no me parece verdad sino más bien una manera de desacreditar la protesta a los ojos del país. El Ejecutivo debería actuar con más paciencia y explorar nuevos caminos de diálogo y de mediación”.

El obispo no lo dice pero el único que puede actuar son el fin de sacar al país del impasse es el rey pero este, enfermo, está debilitado y su crédito político podría no actuar con tanta eficacia como en la crisis de 1992.

En este contexto, monseñor Chamniern propone que la mediación sea realizada por los líderes religiosos: “Nosotros, responsables religiosos, estamos dispuestos a ofrecer nuestra contribución y podemos desempeñar un papel de mediación entre los partidos si se nos pide hacerlo. La población, en este momento, nutre una mayor confianza hacia los líderes religiosos que hacia los líderes políticos. Estamos dispuestos a ir sobre el terreno y a empeñarnos por el bien del país, para evitar que de nuevo se derrame la sangre”.

Traducido del francés por Nieves San Martín