(ZENIT Noticias – Asia News / Beijing, 09.09.2024).- Las autoridades de Beijing afirman que las reencarnaciones de los budistas tibetanos también deben seguir la ley china. La idea se volvió a reiterar en un reciente seminario que tuvo lugar en Lanzhou, provincia de Gansu, al que asistieron cerca de cincuenta monjes reconocidos por el gobierno chino. El episodio reavivó las tensiones con el Dalai Lama, el líder de los budistas tibetanos exiliado en la India, quien el año que viene debería anunciar los planes para su sucesión.
Según el sitio web pro chino Tibet.cn, en el encuentro del 3 de septiembre se reiteró que las políticas para la «reencarnación de los budas vivientes en el budismo tibetano» deben ser «compatibles con la sociedad socialista». Según el Colegio de Alto Nivel de Budismo Tibetano de Beijing – encargado de la formación de los monjes reconocidos oficialmente por el Partido Comunista Chino (PPC) – que organizó la convocatoria, las costumbres históricas, entre ellas la aprobación del gobierno, son «un principio importante a seguir en la reencarnación».
Como ocurre con todas las religiones reconocidas en suelo chino, Beijing exige que los miembros del clero juren lealtad al PCC, pero para las autoridades chinas la cuestión de la reencarnación está entrelazada con la soberanía sobre el Tíbet.
China teme, en efecto, que la muerte del actual Dalai Lama pueda generar inestabilidad social en la región, que desde 1950 intenta oponerse a la intervención china. El guía espiritual y Premio Nobel de la Paz había dicho que se plantearía el tema de la reencarnación cuando cumpliera 90 años, es decir, en julio del próximo año.
Según la tradición tibetana, en el momento de su muerte el Dalai Lama se reencarna en un niño, que desde hace siglos se identifica mediante un complejo proceso de rituales e investigaciones. Pero Beijing insiste en que la reencarnación debe seguir las reglas chinas. Por eso Beijing introdujo el ritual de la Urna de Oro, una antigua práctica imperial que fue retomada por el Partido Comunista e incorporada a los reglamentos oficiales chinos desde 2007.
Con este método China identificó en 1989 un Panchen Lama, título de otro importante líder religioso del budismo tibetano, que según la tradición tendría la función de aprobar el reconocimiento del próximo Dalai Lama. Pero el actual líder espiritual del Tíbet decretó la ilegitimidad del proceso y nunca reconoció al Panchen Lama de Beijing, dando a entender que quiere poner fin a su línea de reencarnación para excluir a Beijing de la posibilidad de intervenir en el proceso.
Desde hace tiempo las autoridades chinas están organizando encuentros dirigidos a los monjes para «sinicizar» el budismo tibetano y ponerlo bajo su control. En marzo se celebró en la capital un seminario similar al de Lanzhou y a mediados de octubre se llevará a cabo, en la ciudad oriental de Ningbo, el Foro Budista Mundial, al que desde 2006 el Dalai Lama nunca ha sido invitado.
Según los expertos, Beijing quiere demostrar a los países asiáticos que «no es la India, donde nació el budismo, sino China la que tiene mayor influencia», comentó a Radio Free Asia Sana Hashmi, investigadora del think tank Taiwan-Asia Exchange Foundation. Una forma de hacer creer al mundo que China está preservando el budismo tibetano. “Desde 2020, bajo la conducción del presidente Xi Jinping, el PCC ha intensificado sus esfuerzos para ‘sinizar’ el budismo tibetano, asignando esta tarea a la Asociación Budista China, que organiza conferencias y eventos, instrumentos de manipulación del soft power”, explicó Tenzin Dorjee, miembro de la Comisión para la Libertad Religiosa Internacional de Estados Unidos.
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