CIUDAD DEL VATICANO, 9 julio (ZENIT.org).- Los cristianos deben acoger con respeto y delicadeza a los homosexuales; ahora bien, el «Gay Pride», la manifestación del orgullo homosexual que desfiló ayer por las calles de Roma, no era más que una «afrenta» contra el Jubileo. Lo afirmó hoy Juan Pablo II al encontrarse con unos 30 mil peregrinos que se reunieron a mediodía para participar en el tradicional encuentro dominical en la plaza de San Pedro.
Ayer por la tarde concluyó la semana de celebraciones organizadas en la Ciudad Eterna por grupos homosexuales, con la intervención de los oradores en el Circo Máximo. En esa tarde caliente, desfilaron por las calles de Roma 70 mil personas según los datos oficiales ofrecidos por la policía (se había anunciado la participación de 200 mil). Fue una manifestación sustancialmente pacífica, caracterizada más bien por aspectos carnavalescos –transexuales vestidos de novia o personas con tiara de obispos– y en ocasiones algo vulgares u obscenos, como suele suceder en este tipo de encuentros.
La manifestación no contó con el patrocinio económico del Ayuntamiento de Roma, pues los organizadores no quisieron comunicar en las vísperas el detalle de las actividades que habían organizado. Contó con el apoyo de políticos de partidos de izquierda (en su mayoría comunistas o ex comunistas) y con la oposición de los partidos católicos (de izquierdas, de centro y de derechas), así como de los demás grupos del centro-derecha. En general, todos coincidían en afirmar que el encuentro, en Roma, en pleno Jubileo, no buscaba luchar contra la discriminación, sino más bien ser un motivo de provocación.
«En nombre de la Iglesia de Roma no puedo dejar de expresar amargura por la afrenta que se ha hecho contra el gran Jubileo del año 2000 y por la ofensa a los valores cristianos de una ciudad tan querida por los católicos de todo el mundo –afirmó el Papa–. La Iglesia no puede callar la verdad, pues desfallecería en su fidelidad hacia Dios Creador y no ayudaría a discernir lo que está bien y lo que está mal».
De este modo, el Papa se limitó a leer lo que dice el número 2358 del Catecismo de la Iglesia Católica, donde después de constatar que los actos homosexuales van contra la ley natural, se añade: «Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición».