Lo que no se dice sobre la reducción de embriones en embarazos múltiples

Habla Gonzalo Miranda, experto en Bioética de la Universidad Gemelli

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CIUDAD DEL VATICANO, 16 julio (ZENIT.org).- El 13 de julio pasado, el Consejo Pontificio para la Familia publicaba una declaración en la que afirmaba que la técnica de reducción de embriones que se realiza cuando se dan embarazos múltiples constituye una forma de aborto procurado. Para comprender mejor las razones que han llevado a este pronunciamiento, «Zenit» ha entrevistado a Gonzalo Miranda, secretario del Centro de Bioética de la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Roma –más conocida con el nombre de su fundador, Gemelli– y profesor del Ateneo «Regina Apostolorum», institución universitaria que también tiene su sede en Roma.

«El documento publicado por el Pontificio Consejo para la Familia no hace más que recordar y subrayar algunos principios esenciales de la doctrina católica, que deberían ser también acogidos por cualquier persona sensata –afirma Miranda–. Posiblemente, la motivación inmediata de esa declaración esté ligada al reciente caso de una mujer italiana que se ha descubierto embarazada de ocho gemelos, a causa de una y hiper-estimulación ovárica realizada en vistas a
la aplicación de una técnica de reproducción asistida. Claro, ahora vienen los «sabios de turno» y nos enseñan que lo más conveniente serían practicar la «reducción embrionaria». En pocas palabras, eliminar algunos embriones para que se salven otros».

«Se recurre, como casi siempre, a eufemismos que suenan hasta bonito –añade el experto en bioética–. «Reducción embrionaria». Y la gente, responde: «pues claro: ¿qué tiene de malo? Si son demasiados habrá que reducir su número…». No se explica, desde luego, en qué consiste esa reducción, «no sea que la gente se vaya a asustar». No se dice que, normalmente, se introduce una aguja en el tórax o en la cavidad cardiaca del embrión o feto, donde se inyecta una solución de cloruro de potasio o una solución salina, a veces aire, produciendo irremediablemente la muerte del bebé todavía no nacido».

«Naturalmente, siempre es posible cerrar los ojos (también los de la mente) –añade Miranda–, para no entender que lo que crece en el seno de una mujer embarazada no es un cúmulo de células, ni un ser extraterrestre, sino simplemente un ser humano (o, como en este caso, varios seres humanos). Me parece muy grave que haya tantas personas que se declaran favorables al aborto. Pero lo que me parece de verdad inaudito, y gravemente sintomático, es que haya personas que se esfuerzan apasionadamente por borrar a los no nacidos (embriones o fetos) de la lista de los seres humanos, a quienes todos hemos de respetar».

«Hace un año la Cámara de Diputados de Italia aprobó una propuesta de ley para regular la fecundación asistida, cuyo primer artículo declaraba que el embrión humano debe ser respetado y protegido –recuerda el experto el catedrático–. Pues bien, recientemente un grupo de izquierda en el Senado se empeñó hasta lograr que semejante «aberración» fuera cancelada de la propuesta de ley. No se trata ya simplemente de oponer los derechos de una mujer embarazada en graves dificultades a los derechos del embrión o del feto, como a veces argumentan los defensores aborto. Aquí hay una especie de «ensañamiento abortista», una actitud de auténtico ensañamiento contra los no nacidos, que lleva incluso a luchar contra cualquier tipo de expresión o declaración que pretenda protegerlos y defenderlos».

«El caso del embarazo de ocho gemelos de la señora italiana de Trapani, al que antes hacía mención, nos debe hacer sospechar sobre la seriedad con que operan algunos centros de Reproducción Asistida –añade–. Si la señora fue sometida a una hiper-estimulación ovárica para preparar una intervención técnica para la reproducción, será porque se suponía que era el único modo en que podía obtener un embarazo. Es decir, ella o él, o la pareja en cuanto tal, habían sido declarados estériles. Evidentemente, la esterilidad no era tan cierta, dado que el embarazo fue provocado por una relación sexual del todo natural. ¿Diagnóstico erróneo? ¿Ligereza en el diagnóstico? ¿Engaño? Un estudio de hace unos cuantos años mostraba que entre las parejas que están esperando la realización de la fecundación «in vitro» tiene el hijo por «métodos naturales» en un porcentaje que oscila entre el 4 y el 11%».

«Mientras las técnicas artificiales contribuyan más a llenar las cuentas bancarias de los médicos que las «técnicas naturales» –concluye el padre Gonzalo Miranda–, siempre habrá quien esté dispuesto a engañar».

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ZENIT Staff

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