–Zenit: ¿Que le ha conducido a escribir un libro sobre el matrimonio?
–Ignacio Larrañaga: He tratado, a lo largo de mis años, con parejas desencantadas por la rutina; su lámpara estaba a punto de apagarse. Para ellas el matrimonio había dejado de ser una realidad gozosa y gratificante. Por otra parte la cultura postmoderna está demoliendo los valores conyugales promoviendo uniones espontáneas y transitorias sin compromiso alguno. No cabe duda de que la institución matrimonial está atravesando una profunda crisis. Por todo eso he escrito «El matrimonio feliz».
–Zenit: ¿Este libro puede ayudar a personas que han sufrido la ruptura de su matrimonio?
–Ignacio Larrañaga: Si la ruptura matrimonial significa muerte definitiva del amor, este libro, ni ningún libro les sirve para nada. Este libro fue escrito para que el amor no desfallezca, para lograr un amor inmortal, es decir, un amor eternamente renovado, recreado a cada instante, un amor que todas las mañanas amanezca con una cara nueva.
–Zenit: Sabemos que actualmente son muchas las parejas que se separan ¿a qué se debe este fenómeno?
–Ignacio Larrañaga: La separación presupone el fracaso matrimonial, y este fracaso es un proceso complejo, y este libro, en su conjunto, trata de explicar esta complejidad. Pero tratando de simplificar, diría que la pareja ha fracasado porque dejaron morir el amor. También he observado que en el fondo de todo fracaso matrimonial hay un problema de perdón. Al no saber perdonar, la acumulación del rencor lo llevó a una situación insostenible. No debemos olvidar que el amor es un sentimiento humano y como tal, no deja de tener su carácter de fugacidad, y el carácter de solidez y estabilidad lo tiene que agregar el matrimonio.
–Zenit: ¿Hasta dónde cree que una persona debe tolerar y comprender a su pareja sin que quede anulada su propia personalidad?
–Ignacio Larrañaga: Bueno. No se trata precisamente de tolerar o comprender. Se trata de un proceso complejo de adaptación. Todos los esposos tienen rasgos negativos de personalidad. Para adaptarse, necesitan sacrificarse o morir a aquellos rasgos que hieren o incomodan al otro cónyuge en la convivencia diaria para evitar roces, choques. Adaptarse es amar y amar es adaptarse, para adaptarse los esposos tienen que sacrificar ciertos rasgos negativos. Amar es morir un poco. Se adaptan porque se aman. No es anular la personalidad sino enriquecerla.
–Zenit: Estamos acostumbrados a correr en la vida, nos falta tiempo para todo ¿cómo influye este fenómeno dentro del matrimonio?
–Ignacio Larrañaga: Los mejores momentos de la historia de los matrimonios son aquellos en los que los esposos estuvieron mutuamente presentes. Efectivamente la vertiginosa vida actual hace que los esposos estén distantes físicamente y la distancia corporal se traduce en distancia mental, de ahí sobreviene el divorcio de los corazones, y muere el amor.
–Zenit: ¿Qué tres consejos daría a un matrimonio, para conseguir armonía en su relación?
–Ignacio Larrañaga: Primero: cultivar el amor como se cultiva una tierna planta. Segundo: en tiempo de tempestad, silencio y paciencia. Tercero: diariamente abastecer de aceite la lámpara del amor a base de pequeños detalles.
–Zenit: ¿Qué aspectos cree que debería de cuidar la pareja para que no existan problemas sexuales?
–Ignacio Larrañaga: Los problemas sexuales –tal como lo afirman los especialistas– derivan normalmente de una convivencia conflictiva. Allá donde se da el rencor, el enojo, la ira. Para solucionar los problemas sexuales, a nivel conyugal, no hay otro camino sino el avanzar hacia una vida conyugal plena de armonía.
–Zenit: ¿Qué diferencias considera fundamentales, entre un matrimonio por la Iglesia y un matrimonio civil?
–Ignacio Larrañaga: Si el sacramento del matrimonio fuera un puro rito, como si fuera una magia automática, yo no vería gran diferencia entre un matrimonio religioso y civil. La cuestión es otra: si Jesús está (ó no está) vivo y vibrante en el corazón de los esposos. Sólo Jesús es capaz de organizar una revolución en las viejas leyes del corazón, poniendo perdón donde el corazón reclama venganza, suavidad donde el corazón exigía violencia, dulzura donde había amargura, amor donde había odio; en suma, poniendo amor donde había egoísmo. El rito poco vale; lo que importa es el Dios vivo.
Lidia González