El pasado fin de semana tuvo lugar en la isla japonesa de Okinawa la reunión de los jefes de Estado de los países G-8. El consenso general de la prensa ha sido que aunque hubo anuncios de diversas iniciativas y planes para ayudar a los pobres, faltaron proyectos concretos y los fondos necesarios para poner en la práctica los buenos deseos expresados por los líderes mundiales.
Los líderes se felicitaron porque la economía de todo el mundo haya mejorado aún más desde la cumbre de Colonia (1999), gracias al fortalecimiento de los cimientos de los países industrializados. También se congratularon de que las economías emergentes, incluidas las de los países de Asia que fueron golpeados por la crisis en 1997, prosigan la recuperación.
Según informó el periódico “ABC” (24/7/00) la primera cumbre del G-8 enfocada en cómo aliviar la pobreza en el Tercer Mundo concluyó con el anuncio de importantes iniciativas pero sin fondos que las respalden.
En la declaración final de la cumbre de Okinawa, los ocho países más poderosos del mundo (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia) anuncian numerosas iniciativas, pero ninguna política concreta, para mejorar la calidad de vida, la salud y la educación de los pobres.
En relación a las enfermedades contagiosas, el G-8 pretende reducir drásticamente, entre un 25 y un 50 por ciento, los casos de SIDA, tuberculosis y malaria en los próximos diez años, lo que costaría, según la Organización Mundial de Salud, 5.000 millones de dólares cada año. Antes de fin de año se realizará en Japón una conferencia internacional al respecto.
La declaración del G-8 también se refiere a la prevención de conflictos, terrorismo, narcotráfico, desarme, la no proliferación de armas nucleares, el blanqueo de dinero, la venta ilegal de diamantes y el genoma. Respecto a los alimentos transgénicos, afirma que hace falta más diálogo político e investigación científica.
También los participantes anunciaron una ofensiva mundial para llevar Internet a los países en vías de desarrollo y ayudar a cerrar la división entre ricos y pobres. El plan despertó las críticas de las ONG, que recordaron que en el mundo hay casi 900 millones de analfabetos y miles de personas muriendo de hambre y SIDA, a las que sirve de poco tener una computadora cuando más bien falta el mínimo necesario de alimentos y atención médica.
Aunque Japón se comprometió a contribuir con unos 15 mil millones de dólares a esta iniciativa en los próximos años, no todos quedaron convencidos. “Las computadoras no se comen y la gente se está muriendo de hambre», recordó Kewesi Owusu, coordinador del grupo africano de la organización “Jubileo 2000”.
Los Ocho decidieron crear un grupo de expertos en acceso a las nuevas tecnologías, formado por especialistas cualificados que llevarán a cabo el diálogo con los países en vías de desarrollo, con los del G-8 y con el sector privado. Este grupo deberá entregar un informe durante la próxima cumbre del G-8, que se celebrará en junio de 2001 en Génova, para evaluar los progresos realizados en el establecimiento de un marco reglamentario, la rebaja de los costes de acceso a las nuevas tecnologías y la puesta en marcha de infraestructuras.
Algunas críticas
Según un servicio de la agencia AP (24/7/00) algunos dudan de la eficacia de las reuniones del G-8. Estas cumbres suelen producir largos comunicados finales que prometen mucho, pero después no se traducen en acciones. Cuando las reuniones comenzaron en los años setenta eran más informales y permitían a los líderes conversar entre ellos con el fin de llegar a acuerdos. Sin embargo en la actualidad se ha creado toda una burocracia alrededor de las cumbres que produce muchas declaraciones con poca sustancia.
Asimismo numerosos artículos de prensa observaron que la cumbre ha sido la más costosa de la historia de las reuniones. El coste total excedió los 700 millones de dólares, mientras que el “Guardian” (22/7/00) afirmó que la cumbre de hace dos años en la ciudad inglesa de Birmingham costó apenas unos diez millones de dólares. La extravagancia de la cumbre ha contrastado con la negativa de perdonar con mayor facilidad la deuda internacional y la falta de compromiso de ayudas económicas al Tercer Mundo.
Un artículo del “Guardian” (25/7/00) apuntó que en la primera reunión de 1975 sólo participaron Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Japón. Después se añadieron Italia y Canadá, y recientemente Rusia ha sido el octavo miembro del club. No obstante Rusia está presente sólo debido a factores políticos, dado que su peso económico no justificaría su presencia. En las primeras reuniones se pudo lograr algo, pero el artículo afirma que con el paso de tiempo han llegado a ser sólo eventos para dar publicidad a los políticos. Además, aunque los G-7 suponen más del 70% de la producción económica mundial, este poder se coordina para lograr acciones concretas muy pocas veces.
La deuda internacional
Según informó “El País” (22/7/00), en la reunión se comprometieron a redoblar esfuerzos para el perdón de la deuda externa a los países del Tercer Mundo. Para los líderes del G-8 la iniciativa que lanzaron en 1999 en Colonia de condonar 100 mil millones de dólares de la deuda de los países más atrasados es válida pese a que sólo ha alcanzado a un puñado de naciones.
El “Financial Times” (22/7/00) comunicó que los nueve países que hasta ahora han sido aprobados para una reducción de su deuda han logrado un beneficio total de 15 mil millones de dólares. Aunque para final de año el FMI y el Banco Mundial esperan extender el programa a unas veinte naciones, la promesa de condonar un total de cien mil millones de dólares aún quedará sin cumplir en gran parte.
La declaración no ha satisfecho a los países más pobres ni a organizaciones no gubernamentales como “Jubileo 2000”, que ha hecho de la deuda estandarte de su existencia, y que califica la iniciativa de Colonia como escasamente generosa. Existe casi unanimidad en que el plan del año pasado no ha cumplido los objetivos. Así lo admitió el propio primer ministro japonés, Mori, al recibir, horas antes de la apertura de la cumbre, a una delegación de la ONG.
“Jubileo 2000”, asentada ya en 80 países y respaldada por 17 millones de simpatizantes, entregó a Mori una carta en la que se pide sin más dilaciones la condonación de la deuda de los países más pobres (cerca de medio centenar aproximadamente, la mayoría africanos) y una fórmula menos estricta para que esas naciones se acojan a la iniciativa de Colonia sin tantas condiciones.
“Hay que buscar una solución política y justa, un nuevo mecanismo de arbitraje entre donantes y deudores y no condicionar todo al cumplimiento de un programa de reajuste estructural impuesto por el Fondo Monetario Internacional”, explicó su representante, Anne Pettitfor. Sin embargo, en la cumbre se reiteró que los beneficiarios del plan tienen que someterse a las rígidas normas del FMI.
Los nueve países que se han beneficiado de la iniciativa que los grandes lanzaron en la cumbre de Colonia son Benin, Bolivia, Burkina Faso, Honduras, Mauritania, Mozambique, Senegal, Tanzania y Uganda. Se esperaba entonces que al menos más de la mitad de los receptores se beneficiarían del plan antes del final del presente año. “Con suerte, tal vez lleguen a 15”, dijo Pettitfor. “Además, incluso cumpliéndose los objetivos de Colonia, los países más pobres tendrán aún pendiente al menos dos tercios de su deuda y deberán dedicar el esfuerzo al pago de la misma y a costear las enfermedades que azotan a su población, especialmente el SIDA y la malaria”.
El periódico inglés el “Guardian” (22/7/00) afirmó que el primer ministro británico, Tony Blair, intentó persuadir a sus compañeros de ser más generosos en el perdón de la deuda. No obstante el periódico afirmó que su entusiasmo no fue com partido por los demás.