ROMA, 5 mar 2001 (ZENIT.org).- Una pareja escocesa ha decidido repudiar y abandonar en un frigorífico el embrión que había concebido con técnicas de fecundación «in vitro» por ser de sexo masculino.
La prensa italiana ha dado amplio espacio hoy al caso de Louise y Alan Masterton, de 42 y 43 años respectivamente, que viajaron desde Dundee, Escocia hasta Roma para poder elegir el sexo de su hijo. Querían tener una niña a toda costa que reemplazara a Nicole, su hija de dos años fallecida en un terrible accidente hace dos años.
Era la quinta de cinco hijos y los demás son varones de entre diez y seis años. Los Masterton habían solicitado en Escocia la posibilidad de tener una niña. Los médicos habían respondido que «la técnica de selección del sexo no está permitida por la ley. Sólo se puede aplicar en pocos casos para evitar patologías transmisibles».
La historia había salido a relucir ayer, al ser publicada por el «Sunday Times» de Londres, después que, en su pueblo, los Masterton se hubieran convertido en un caso social.
Tras la negativa de los médicos, la pareja había tratado de recurrir a científicos y políticos con la intención de hacer presión para cambiar la normativa. De este modo, fueron informados que, en ausencia de una ley sobre bioética, Italia se ha convertido en el «Lejano Oeste» de la bioética, donde prácticamente todo está permitido en materia de procreación artificial.
De hecho, a este país llegan todas las personas que quieren someterse a intervenciones de reproducción asistida prohibidas en Europa.
El verano pasado, viajaron a Roma, y tras someterse a técnicas de fecundación «in vitro», la pareja recibió la gran desilusión: el embrión producido era varón. Los dos esposos lo repudiaron y lo dejaron abandonado en el frigorífico de una clínica romana.
El cardenal Ersilio Tonini, arzobispo emérito de Rávena, de 87 años y mente lucidísima, apasionado de cuestiones de bioética y de las implicaciones de la ingeniería genética, tras tener conocimiento de la noticia, ha explicado hoy en declaraciones a la prensa italiana que este embrión debe ser protegido por el Estado.
«Éste no es sólo un problema moral sino también jurídico –añade–. Exige la protección por parte del Estado de uno de los bienes más importantes del mismo Estado. Cada ser humano es un bien público. Como decía Kant, forma parte de nuestra civilización greco-judeo-cristiana tutelar el bien del ser humano».
El rechazo de estos padres hacia un hijo porque es varón, continúa diciendo, «hiere el principio fundamental de nuestra civilización».
Se ha difundido una mentalidad, según la cual, se puede disponer de todo, también de los hijos, concluye el purpurado italiano, de modo que mientras se mantenga como principio la posibilidad de que una madre puede disponer a su antojo del embrión, se multiplicarán casos semejantes.