Mozambique: La Comunidad de San Egidio evita el estallido de otra guerra

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El fundador, Andrea Riccardi, interviene ante la Asamblea de la República

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MAPUTO, 7 mar 2001 (ZENIT.org).-
El fundador de la Comunidad de San Egidio, Andrea Riccardi, ha intervenido hoy ante la Asamblea de la República de Mozambique para exigir que se respete la paz alcanzada por este país en 1992, tras 17 años de guerra civil.

Las palabras de este laico, profesor de historia, fundador de uno de los movimientos eclesiales con mayor crecimiento en estos momentos, tienen lugar en momentos en los que el enfrentamiento entre los dos partidos mayoritarios, el FRELIMO (Frente de Liberación de Mozambique), en el poder, y el RENAMO, anticomunista, podría degenerar en la violencia.

La paz de 1992 para este país africano de más de 19 millones de habitantes, llegó hace casi diez años gracias a la Comunidad de San Egidio. Ahora, la crisis económica y las terribles devastaciones provocadas por dos aluviones (uno en febrero del año 2000 y otro hace unas semanas), ha agudizado tensiones.

Tras el acuerdo de paz celebrado en Roma, en 1992, comenzó un período de desmovilización militar y se creó una Comisión Electoral Nacional conjunta para preparar elecciones legislativas y presidenciales, que se celebraron a finales de 1994 con el triunfo del presidente Joaquim Chissano, quien había impulsado la transformación del régimen desde el comunismo al capitalismo.

En el verano de 1999, las elecciones reconfirmaron a Chissano. El líder del RENAMO, Alfonso Dhlakama, enseguida contestó el resultado acusando al Gobierno de manipulación. En septiembre del mismo año, llegó a amenazar con la secesión del norte del país, pobre y privado de infraestructuras, donde la RENAMO tiene su cantera electoral.

A principios de noviembre de 2000, se produjeron enfrentamientos en diversas provincias, entre manifestantes del RENAMO y las fuerzas del orden público. Hubo22 muertos y más de un centenar de heridos. El asesinato de seis policías y el temor de ulteriores protestas provocaron una represión durísima. La policía, en Nampula, disparó contra los manifestantes y causó la muerte a 22 civiles y heridas a varias decenas. Los incidentes se repitieron en otras provincias.

El fantasma de la guerra volvió a aparecer en el horizonte hasta que los dos líderes se encontraron de nuevo en Roma, gracias a una nueva mediación de San Egidio. La RENAMO aceptó reconocer el resultado de las elecciones y el FRELIMO se comprometió a acabar con la represión. Pero no es fácil disolver en pocos años las desconfianzas y rencillas de los antiguos enemigos en el campo de batalla.

«El pueblo quiere la paz», dijo Andrea Riccardi, a su llegada a Maputo, anteayer, en un encuentro en el aeropuerto.

En su labor de pacificación, Riccardi ha contado con una ayuda indispensable en Juan Pablo II y en la Iglesia en Mozamique. Ya en 1985, el líder del FRELIMO, Samora Machel, se había encontrado con el Papa, quien comenzó así a romper el aislamiento en que vivía el país. «No es comunista –dijo entonces Juan Pablo II– es sólo un nacionalista».

Tres años después, se produjo la visita papal a Mozambique y enseguida empezaron las negociaciones de paz, la apertura al multipartidismo, y la firma de los acuerdos el 4 de octubre de 1992.

La Comunidad de San Egidio no sólo hace paz con los políticos, sino que sobre todo educa a la paz entre la gente. En el barrio más pobre de Maputo, hace dos días hubo una gran fiesta. Andrea Riccardi inauguraba la «Escuela de la Paz», un signo de esperanza para el futuro.

«La escuela –explica Leonardo, médico, que trabaja en el centro– replantea en Maputo el modelo de las escuelas populares que la Comunidad puso en marcha en los años setenta en Roma, cuando nos dimos cuenta, trabajando en los barrios de las afueras de la ciudad, que teníamos el Tercer Mundo en casa».

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ZENIT Staff

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