ROMA, 12 mar 2001 (ZENIT.org).- Cáritas Internacional, el organismo que coordina a las instituciones de ayuda de los episcopados católicos de todo el mundo, ha vuelto a pedir que se ponga punto final al embargo contra Irak, pues tiene por principales víctimas a los inocentes.

Diez años de embargo han precipitado a Irak al puesto número 126 del índice de desarrollo humano. Cáritas Internacional sabe bien de lo que habla. La acción de Cáritas en Irak, gracias a la ayuda de instituciones hermanas de otros países, ha permitido que 250.000 personas puedan beneficiar de la distribución de alimentos y que 18.000 recién nacidos y pequeños puedan recibir asistencia médica.

Asimismo, ha financiado la reconstrucción de casas y acueductos en varias zonas del país, ahora bien, reconoce el comunicado de prensa, este trabajo ha cubierto «sólo una pequeña parte de las actuales necesidades de Irak».

El documento de Cáritas, que tiene su sede en Roma, cita palabras de Juan Pablo II, pronunciadas en 1998, con las cuales afirmaba que los «débiles y los inocentes» no deberían pagar «por los errores de otras personas». Tampoco las recientes dimisiones de protesta de Hans von Sponeck y Denis Halliday, coordinadores humanitarios de la ONU en Irak, y de Jutta Burghardt, responsable del Programa de Alimentación Mundial (PAM) en el país medioriental, pueden ser ignoradas, añade Cáritas Internacional.

La declaración concluye con seis preguntas que quieren ser otros tantos criterios para valorar la eficacia de las sanciones. «En conformidad con estos criterios --termina--, se considera que no existe ninguna justificación para mantener las actuales sanciones económicas globales contra Irak».