CIUDAD DE MÉXICO, 12 mar 2001 (ZENIT.org).- El cardenal Norberto Rivera Carrera ha sido una de las primeras voces que se han alzado para comentar la multitudinaria manifestación que protagonizó ayer el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en el corazón de la capital mexicana.
El encuentro se convirtió en un auténtico acto político con la participación de unas 150 mil personas. Tuvo lugar después de que el «subcomandante Marcos» y otros líderes zapatistas emprendieran una marcha de 16 días que había comenzado el 25 de febrero en San Cristóbal de las Casas (Chiapas) y que atravesó doce estados.
«Venimos a exigir que la Constitución mexicana nos reconozca con nuestra forma de vivir y nos respeten» porque «no permitiremos más la burla y el desprecio, no nos quedaremos nunca jamás callados», afirmó ayer ante el público uno de los guerrilleros, el comandante Tacho.
El cardenal Rivera Carrera, arzobispo de México, en declaraciones pronunciadas al final de la misa dominical, recordó ayer la esperanza de todo el episcopado del país, expresada en un llamamiento hecho público con motivo de la marcha zapatista para «llegar lo antes posible a la paz» en Chiapas.
Una paz, aclaró, que «esté basada en la justicia, el progreso y la fraternidad».
El cardenal Rivera hizo un llamamiento a todos las fuerzas vivas del país a «evitar los protagonismos, resentimientos e insultos para obtener la reconciliación de los mexicanos».
«No se pueden aplicar a toda una nación los criterios de un grupo –aclaró–, aunque digno de mucho respeto y con elementos muy dignos de ser tomados en consideración».
El purpurado mexicano explicó que «más allá de la espectacularidad o de la euforia, y sin caer en la superficialidad o en la ingenuidad de la caravana, será particularmente importante despertar la conciencia mexicana sobre la urgencia de criterios y principios evangélicos para la edificación del México digno, justo y desarrollado que todos queremos».
«La invocación indígena «nunca más un México sin nosotros» –concluyó– debe ir acompañada por otra: «Nunca más un México sin Cristo, sin el Evangelio, sin la aportación seria y responsable de los creyentes»».