ROMA, 14 mar 2001 (ZENIT.org).- La identidad, el papel y los objetivos de la cooperación al desarrollo y de la solidaridad internacional en estos momentos fue analizada por un Simposio celebrado el fin de semana pasado en Roma por iniciativa del Voluntariado Internacional para el Desarrollo, una organización surgida de la espiritualidad salesiana.
La mesa redonda contó con la participación de numerosos protagonistas de la cooperación internacional. Los ponentes debatieron sobre los nuevos desafíos que tiene que afrontar la ayuda a los países en desarrollo en el nuevo contexto de la globalización.
Punto de partida y de reflexión del congreso fue la presentación del «Manual de cooperación al desarrollo» sobre cuyos objetivos hemos entrevistado Antonio Raimondi, coautor del libro, junto a Gianluca Antonelli, y presidente de Voluntariato Internacional para el Desarrollo.
–¿Qué es lo que buscan con esta iniciativa?
–Antonio Raimondi: Queremos relanzar culturalmente la cooperación al desarrollo como tema de gran importancia política. En Italia, por ejemplo, faltaba un manual de este tipo, sistemático y que presente la historia de la cooperación. Es un libro, creo, capaz de afrontar los nudos problemáticos de la cooperación, que se mueven entre motivos altruistas y egoístas, y que han sido un gran instrumento de política exterior. Es necesario, además, para trazar las que deberían ser las perspectivas de la cooperación al desarrollo en el tercer milenio.
–¿Cuáles son los mayores desafíos que las organizaciones de voluntariado deben afrontar, especialmente en un escenario internacional?
–Antonio Raimondi: Creo que el principal desafío es de naturaleza política, más que de proyectos. Las organizaciones no gubernamentales son estupendas en lo que se refiere a las intervenciones de tipo inmediato, tanto en el campo humanitario como en el de los proyectos de desarrollo. Creo que la verdadera cuestión hoy es política, es decir, cómo lograr incidir en las estrategias políticas, hacer comprender que la cooperación, y por tanto la paz, el desarrollo, es algo que se juega entre sociedades civiles del norte y sociedades civiles del sur del mundo. No es ya un problema de leyes. Este modelo de política exterior ha sido superado por el hecho de la globalización y de la interdependencia del mundo de hoy.
–Acabada la fase de emergencia, empieza la del desarrollo. ¿Cuáles son las mayores dificultades que hay que afrontar en esta fase para reconstruir el futuro de los países en los que se interviene?
–Antonio Raimondi: Hay que tener siempre la mirada y la mente abiertas al desarrollo. Quien se dedica a la emergencia tiene toda mi estima. Hay momentos en los que hay que intervenir desde un punto de vista estrictamente humanitario pero el gran riesgo es que se sigamos ligados a la emergencia. A menudo se permanece atenazados por el hecho de que se destina más dinero para la emergencia. De este modo, las organizaciones no gubernamentales, las agencias internacionales, no plantean una mentalidad acertada ante el desarrollo.
Por tanto, el verdadero desafío consiste en encontrar la postura justa para unir las fuerzas vivas de la sociedad en la que se va a intervenir, para afrontar el desarrollo, que debe ser siempre endógeno y no puede nunca venir de fuera.