Sentencia judicial: No hay truco en la Virgen de Civitavecchia

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El propietario fue acusado de estafa y asociación para delinquir

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ROMA, 20 mar 2001 (ZENIT.org).- Asociación para delinquir, grave estafa y abuso de la credulidad popular. Estos eran los tremendos cargos que se habían formulado ante los tribunales contra Fabio Gregori, empleado de una empresa eléctrica en Civitavecchia, ciudad cercana a Roma, propietario de una imagen de la Virgen que llora sangre. Ahora el caso ha sido archivado por la justicia italiana.

No hay truco y mucho menos intento de aprovecharse de la credulidad popular, sentenció ayer el juez encargado del caso, Carmine Castaldo.

Fabio Gregori, empleado de una compañía de electricidad, declaró públicamente que la imagen que había traído a su casa el sacerdote español Pablo Martín desde Medjugorie (Bosnia) lloró sangre en febrero de 1995. El caso suscitó muchísimo interés en los medios de comunicación de Italia y generó innumerables visitas al jardín de su casa, donde en un primer momento estaba colocada la imagen, y luego a la cercana iglesia a la que fue trasladada.

Ante este fenómeno, la organización italiana de defensa de los consumidores «Codacons» y el «Telefono Antiplagio» denunciaron hace seis años al electricista ante el juez de Civitavecchia, Castaldo, que ahora ha archivado las indagaciones preliminares.

«Hace seis años –relata el obispo de Civitavecchia, Girolamo Grillo– me enfadé porque me parecía una injerencia indebida de la magistratura en cuestiones eclesiásticas. Pero no han encontrado nada y han tenido que archivar el caso. Es una ulterior confirmación, ofrecida por terceros sobre quienes no puede haber sospechas, de que tras el fenómeno de las lágrimas no ha habido ningún truco. Hoy digo: esperemos que el mundo crea al menos a la justicia».

Monseñor Grillo no esconde que, inicialmente, también él mismo era escéptico ante el relato del electricista. «Una semana después del anuncio de las primeras lacrimaciones –explica– dije al párroco que cogiera un martillo y que destruyera la imagencita. Él la escondió confiándola al hermano del señor Gregori. Luego yo tomé su custodia para tratar de aclarar el caso. Y la estatua lloró mientras la tenía en mis manos».

Hoy el obispo informa que la afluencia de peregrinos a la iglesia en la que se encuentra custodiada la estatua es de una media de 3.500 a la semana y que se celebran cinco misas el sábado y siete el domingo.

También se mostró satisfecho el acusado: «Estoy feliz por el hecho de que la causa haya sido archivada –dice Fabio Gregori–, pero debo decir en conciencia que estuve siempre absolutamente tranquilo. Estaba dispuesto a afrontar un eventual juicio con tal de defender hasta el fondo la verdad».

Gregori recuerda los registros de los que fue objeto su casa, pero insiste: «Este asunto judicial no lo he sentido nunca como un peso. Mi vida de esposo y padre de familia no ha cambiado. Ha cambiado profundamente mi ser cristiano».

En estos momentos, el caso de esta lacrimación está siendo analizado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, que por el momento ha permitido por petición del obispo Grillo el que los fieles que quieran puedan visitar la estatua.

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ZENIT Staff

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