CIUDAD DEL VATICANO, 27 mar 2001(ZENIT.org).- Al celebrarse el 750 aniversario de la entrega del escapulario de la Orden del Carmen, Juan Pablo II ha escrito una carta en la que reconoce que él mismo lo lleva desde sus años de juventud.
El escapulario fue el don que recibió el general de la Orden, Simón Stock, en 1251, cuando la Virgen se le apareció y le hizo entrega del hábito de la Orden, asegurándole la salvación eterna para todos los que lo llevaran con devoción.
El Papa ha dirigido una carta a los generales de las dos ramas carmelitas, los padres Joseph Chalmers, antigua o «calzada», y Camilo Maccise, reformada por Santa Teresa y San Juan de Avila o «descalza», en la que recuerda que ha confiado a María el tercer milenio en su carta apostólica programática «Novo millennio ineunte».
Con profundo gozo, dice el pontífice, «he sabido que la Orden del Carmen, en sus dos ramas, antigua y reformada, quiere expresar su propio amor filial hacia su Patrona, dedicándole el año 2001, invocada como Flor del Carmelo, Madre y Guía en el camino de la santidad».
Subraya el obispo de Roma que esta devoción mariana expresada «en el humilde signo del escapulario, consiste en la consagración a su Corazón Inmaculado». «De ese modo –añade–, en el corazón se realiza una creciente comunión y familiaridad con la Virgen Santa». Y confirma: se trata de «un tesoro para toda la Iglesia».
Por último, el Santo Padre hace una revelación muy personal: «¡También yo llevo sobre mi corazón, desde hace mucho tiempo, el escapulario del Carmen!».
Antes de entrar al seminario, Karol Wojtyla, siendo estudiante universitario en Cracovia, pensó seriamente en entrar en el Carmelo, tras leer las obras de San Juan de la Cruz. Sus escritos místicos le apasionaron hasta tal punto de que en ellos basó su tesis doctoral de teología, defendida ante la Universidad Pontificia de Santo Tomás («Angelicum») en Roma.