«El cristianismo es aceptado por la población –aclara–. En torno a al 70 por ciento de los japoneses muestra un gran aprecio, pero es dificilísimo convertir a la gente. La Iglesia en Japón es vista todavía como un producto de Occidente, pues al concluir la guerra los misioneros presentes provenían de países europeos y de América».
«Los misioneros –añade– han trabajado mucho por crear una Iglesia local, pero estamos hablando siempre de una Iglesia basada en un acercamiento teológico de matriz europea, y por tanto culturalmente lejano del Japón».
Por este motivo, los obispos están promoviendo la inculturación de la fe cristiana, añade monseñor Berard Toshio Oshikawa. Ahora bien, en este proceso, especialmente en lo que se refiere a la liturgia, reconoce, «todavía hoy hay mucha confusión. No queda totalmente clara la manera en que se debe gestionar concretamente esta obra de inculturación. Es algo muy difícil y es un problema que nos afecta a todos, como misioneros y como cristianos».