Presbiterianos y católicos hacia la unidad, a pesar de las dificultades

La principal diferencia entre las dos confesiones: el concepto de Iglesia

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CIUDAD DEL VATICANO, 29 mar 2001 (ZENIT.org).- El diálogo ecuménico entre la Iglesia católica y la Iglesia presbiteriana de Estados Unidos ha experimentado en el último año avances inesperados, a pesar de que importantes diferencias siguen separando a estas dos confesiones cristianas.

Según informa un comunicado distribuido por la Sala de Prensa de la Santa Sede, entre el 20 y el 21 de marzo se celebró en el Vaticano un encuentro entre una delegación de alto nivel de la Iglesia Presbiteriana estadounidense (participaban, entre otros, el reverendo Clifton Kirkpatrick, cabeza de la Comunión y el reverendo Robina Winbush, director de las relaciones ecuménicas) y el Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos.

En Estados Unidos, los presbiterianos son unos seis millones, mientras que los católicos alcanzan los 60 millones de bautizados. El presidente George W. Bush hunde sus raíces religiosas en la Iglesia presbiteriana.

El encuentro tenía un objetivo fundamental: analizar las respuesta presbiteriana a la propuesta lanzada por Juan Pablo II en su encíclica «Ut unum sint», número 95, en la que muestra su disponibilidad a replantear las formas concretas en que se aplica el ministerio del obispo de Roma de garantizar la comunión eclesial.

La Iglesia presbiteriana respondió con la publicación de un documento que lleva por título «El sucesor de Pedro» («The Successor to Peter»), que fue discutido con el máximo delegado del Papa para los asuntos ecuménicos, el cardenal australiano Edward I. Cassidy en la sede central de los presbiterianos en Estados Unidos, situada en Louisveille, entre el 7 y el 8 de diciembre de 2000.

La discusión ha continuado ahora en Roma, representando al Vaticano el cardenal alemán Walter Kasper, quien ha sustituido en el cargo por razones de edad al cardenal Cassidy.

En particular, durante esta última reunión, se ha analizado, como explica el comunicado vaticano conclusivo, varios aspectos del ministerio propio del Papa. Ahora bien, los participantes, al llegar a este punto, se dieron cuenta de que es necesario afrontar una cuestión mucho más amplia: el concepto de Iglesia, pues de eso depende después el papel que puede tener el obispo de Roma.

Si bien por un lado, los participantes en la reunión pudieron constatar que presbiterianos y católicos están unidos «por la fe en Jesucristo, Hijo de Dios y Redentor, así como en la Trinidad», tuvieron que reconocer también que existen diferencias sustanciales «en la comprensión de la naturaleza de la Iglesia» y en el ejercicio de la autoridad.

Los representantes de las dos confesiones constataron también que el deseo de unidad sigue vivo, lo cual les alentó a continuar en el camino ecuménico planteando tres cuestiones que serán analizadas en futuros encuentros: la posibilidad de la aprobación por parte de los presbiterianos de la declaración conjunta realizada por católicos y luteranos sobre la doctrina de la justificación; la posibilidad de llegar a un reconocimiento mutuo del sacramento del bautismo; y, por último, el estudio de los acontecimientos que llevaron a la separación presbiteriana en los siglos XVI y XVII.

Por lo que se refiere al último punto, en la reunión se acordó analizar la posibilidad de afirmar que las declaraciones peyorativas lanzadas por representantes de las dos confesiones en el pasado ya no corresponden a la visión mutua que hoy día tienen católicos y presbiterianos.

La visita de la delegación presbiteriana a Roma culminó con un encuentro con Juan Pablo II, celebrado el 22 de marzo, en el que el pontífice invitó a católicos y presbiterianos a la renovación espiritual, «condición para poder superar las barreras que todavía dividen a los cristianos» (Cf. Zenit, 22 de marzo de 2001).

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ZENIT Staff

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