CIUDAD DEL VATICANO, 27 enero 2002 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación las palabras que pronunció Juan Pablo II este domingo a mediodía antes de rezar la oración mariana del «Angelus» desde la ventana de su biblioteca ante varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano
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¡Queridos hermanos y hermanas!
1. Siento todavía intensamente la emoción vivida el jueves pasado con motivo de la Jornada de oración por la paz: «¡Nunca más la guerra! ¡Nunca más el terrorismo! En nombre de Dios, que toda religión sobre la tierra traiga justicia y paz, perdón, vida, amor!». Este es el solemne llamamiento que, junto con los responsables de varias religiones, dirigí a los hombres de nuestro tiempo, rechazando con fuerza la tentación de resolver los graves problemas de la humanidad con el uso de las armas y de la violencia. De este modo, hemos puesto un hito en el camino de la construcción de la civilización de la paz y del amor.
Hoy quisiera, una vez más, dar las gracias a los líderes religiosos, que han respondido a mi invitación. En Asís, hemos reafirmado juntos que la tarea de las religiones, en el recíproco respeto, consiste en favorecer la pacífica convivencia entre los pueblos y las culturas. Expreso, al mismo tiempo, mi más sentida gratitud al inmenso pueblo de creyentes, a las innumerables personas de todo el mundo que nos acompañaron con su apoyo espiritual; así como a cuantos, aunque están alejados de la religión, ha compartido el «espíritu» de esta singular Jornada y están dispuestos a comprometerse a favor de la defensa y promoción de los auténticos valores humanos.
2. Dirijo un saludo especial a los jóvenes que, con su típico entusiasmo, animaron la ciudad de san Francisco con ocasión de ese encuentro. A ellos, a las nuevas generaciones, se les ha confiado el futuro del mundo.
Por este motivo, estoy muy contento de que, días después del encuentro de Asís, hayan venido a la plaza de San Pedro los muchachos de la Acción Católica de Roma, acompañados por el cardenal vicario Camillo Ruini, para celebrar su «Jornada de la paz». Dos de ellos, que ahora están a mi lado, dentro de poco liberarán en el cielo dos palomas, símbolo de la paz. Es un gesto significativo, dedicado a los numerosos niños que, por desgracia, son todavía víctimas de la guerra y de graves injusticias. Que el compromiso de todos pueda garantizar el respeto de los derechos fundamentales de todo ser humano que nace en la faz de la tierra.
3. Entre los derechos humanos que hay que defender y promover se encuentra el de la asistencia sanitaria, todavía ausente o sumamente carente en muchas zonas del planeta. Siguen difundiéndose enfermedades que, en teoría, ya han sido derrotadas, como la enfermedad de Hansen, llamada comúnmente lepra. La Jornada Mundial de los Enfermos de Lepra que hoy celebramos contribuye a mantener en la opinión pública la atención por cuantos han sido golpeados por esta enfermedad y alentar los esfuerzos para derrotarla definitivamente.
Que la Virgen Santa, con su materna protección, aliente a nuestros hermanos enfermos. A ella, Madre de la esperanza, le pedimos que haga germinar las semillas de esperanza, que en estos días se esparcen en el corazón de muchas personas. Que María nos ayude a construir una paz auténtica y duradera.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]