El Papa bautiza a 22 niños (por primera vez a trillizos)

El sacramento les introdujo, como él aclaró, en la «vida de Dios»

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CIUDAD DEL VATICANO, 12 enero 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II celebró este domingo la fiesta del Bautismo de Jesús bautizando en la Capilla Sixtina a 22 niños, entre los que se encontraban unos trillizos, algo que no le había sucedido en sus más de 24 años de pontificado.

Con el Bautismo, recordó el Papa en la homilía de la celebración eucarística, entre algún sollozo de los recién nacidos que en ocasiones interrumpía sus palabras, el cristiano «es introducido en el misterio de la muerte y de la resurrección [de Cristo], y recibe una vida nueva, que es la misma vida de Dios».

«¡Qué gran don y qué gran responsabilidad!», añadió dirigiéndose a los padres y a los padrinos que presentaron a los pequeños para ser bautizados y a quienes recordó que el sacramento les confía la tarea cotidiana de acompañar a los pequeños en el camino de la santidad, especialmente a través del ejemplo de vida.

Los trillizos, de cuatro meses de edad, eran Franceso, Pietro y Sergio Morgante, hijos de una pareja originaria de Sicilia, Vicenzo, periodista de la televisión pública italiana RAI, e Ilde, arquitecta.

En total, los bautizados eran 18 niños y 4 niñas, todos italianos, a excepción de los pequeños Elie Daou, libanesa, y Maria Faustyna Kordyasz, polaca.

En sus 24 años de pontificado, Juan Pablo II ha bautizado a un total de 1370 recién nacidos, tanto en el Vaticano como en sus diferentes visitas pastorales a Italia y al mundo.

Al final de la ceremonia, el Papa, que se encontraba de buen humor, se despidió de las familias presentes dando un beso y saludando a los numerosos niños que participaron en el bautismo de sus hermanitos.

Minutos después, desde la ventana de su biblioteca, al rezar el «Angelus» junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro, el obispo de Roma explicó el motivo por el que en la Iglesia católica se acostumbra a bautizar a los niños poco después de su nacimiento.

Esta costumbre, dijo, «hace comprender con inmediata elocuencia la verdadera naturaleza de la salvación. Esta es gracia, es decir, don gratuito del Señor. Dios, de hecho, nos ama siempre en primer lugar y con la sangre de su Hijo ha pagado el precio de nuestro rescate».

Con la fiesta del Bautismo de Jesús, terminaba el período litúrgico de la Navidad.

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ZENIT Staff

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